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Vivir con Raven no era el problema, la cuestión era que detestaba pedir favores

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Vivir con Raven no era el problema, la cuestión era que detestaba pedir favores. Pero al parecer para Jin eso era lo de menos al con tal de que yo tuviese compañía. No debí mencionarle que Raven prácticamente hizo de mi niñera en el hospital.

Eran alrededor de las diez de la noche. Tenía hambre, la mugrosa de Raven no tenía nada en el refrigerador más que agua, y me preguntaba si se alimentaba a base de eso y aire. Acostado en su cama, cambiaba de canal de forma automática, no había nada bueno. Al fondo de la habitación, por su parte, ella seguía concentrada en tratar de averiguar lo que significaba aquel símbolo. El reflejo de la pantalla del ordenador se veía en el cristal de sus lentes. Su escritorio era un desastre: un montón de papeles, documentos, expedientes médicos, pruebas de balística; elementos que, seguramente, fueron proporcionados de contrabando por parte de Goeun.

En la pared, con tachuelas, colgaban fotos de los que hasta ahora habían muerto, dibujo de los símbolos que hasta la actualidad habíamos encontrado, con hilos rojos recorriendo cada punto determinado.

La escuché resoplar, exhausta, revolviéndose más el cabello de lo que estaba.

—Deja eso ahí —le dije—. Ponte a descansar.

Sabía que no me iba a hacer caso, por eso se lo dije de la forma más apática que encontré.

No obstante, al segundo se puso de pie, dando palmadas sobre el escritorio. Se vino a echar al otro extremo de la cama.

Tenía un horrible moño recogido y sus lentes parecían que en cualquier momento se iban a caer del puente de su nariz. Usaba un pijama azul de seda y encima un albornoz verde —también verde—, que casi lograba arrastrar por todo el piso.

—Te está llevando mucho tiempo este caso, ¿no? —Volví a abrir la boca.

De soslayo la vi quitarse los lentes, dejarlos sobre el velador y quedar acostada de costado, de modo que su atención caía en todo mi perfil. La cama era bastante grande, por lo que la distancia era considerable. Era como si hubiésemos implantado la regla de no acercarse más.

—Eso lo hace más divertido.

—¿Todo lo haces por diversión? —Volteé a verla. Quería moverme como ella, pero si lo hacía terminaría con un dolor en el brazo.

Encogió los hombros, dándome una clara respuesta. Claro, a Raven no le importaba nada más que a ella. Debía tenerlo más claro a estas alturas.

—¿Tú por qué lo haces? —indagó.

¿Que por qué lo hacía? Al principio era porque todo se englobaba a Heerim. Quería dar con quien acabó con la persona con la que logré tener cierta simpatía. Luego todo se redujo a esa sensación de curiosidad y salir de la rutina. Por último a un asunto que aún no tenía nombre y me aterraba. Me hacía sentir egoísta de alguna u otra manera, porque debería pensar exclusivamente en Heerim y no en un beneficio propio atraído por algo desconocido.

Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora