d i e z | Tú me interesas

5.8K 862 375
                                    

Tuve que agacharme una vez más, tomar fuerzas y golpear con el taco la pelota que se mantenía en el césped

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tuve que agacharme una vez más, tomar fuerzas y golpear con el taco la pelota que se mantenía en el césped. Esta logró entrar a la portería y los aplausos de gente que ni siquiera me importaba o no tenía el desagrado de conocer —al menos la mayoría— no tardaron en llegar. El equipo con el que me hicieron unir —prácticamente a base de insistencias— ganó después de las dos horas desde que inició el juego. Los jinetes se dispersaron, así como el resto de espectadores, quienes iban directamente a sus asientos. Entre ellos iba mi padre, mismo que me obligó a venir hasta acá. Digamos que, exactamente, así no fue, pero iba a suceder si simplemente no aceptaba acompañarlo a su estúpida reunión con amigos y socios. Y la verdad, tener una discusión matutina con quien sea no estaba en mi planes en un sábado, además de que me causaba acidia.

Arrugué la frente más de lo que debía cuando logré avistar a Raven en la entrada de los establos. «¿Qué carajos...?», fue lo primero que pensé. Claro, era ella, aquí no había ninguna rubia británica —porque quería creer que lo era gracias a lo que me dijo ese día— capaz de venir aquí por alguna razón que implicara mi presencia.

Hoy era una de esos días en que el viento podía calarse en tus huesos, pero el sol de octubre a su vez podía amortiguar el impacto con su calidez. Es por eso que todo el sol le caía en la cara, por lo que le costó unos cuantos segundos dar con mi localización. Cuando lo hizo no dudó en acercarse. Me preguntaba que comentario perverso le hizo a los guardias para que la dejaran entrar.

Últimamente la veía más seguido y no sé desaparecía a no-sé-dónde. Y al menos hoy no llevaba su jodido uniforme; solo una chaqueta negra una talla más grande, una playera blanca debajo, unos pantalones holgados grises y unos zapatos negros que de cierto modo me recordó a los que yo usaba con frecuencia.

—¡Hey! —Se acercaba con las manos puestas sobre la frente, a modo de visera. Cuando se aburrió de tenerlas así y las bajó, fue inevitable para ella no arrugar el rostro. Me pareció ver por un momento una tonalidad más clara en el verde de sus ojos—. Lindo caballo. Me recuerdas a los tigres del norte.

—¿Qué coño haces aquí? ¿Cómo diste con este lugar?

—Pues... —Hincó las manos en los bolsillos de la chaqueta y curveó los labios hacia abajo antes de proseguir—. Cuando pensaba llamarte mientras salía de casa, escuché a Yoongi decir que no contestabas las llamadas. Creo que él te extraña o algo así. Deduje que estarías ocupado, ya sea con alguna de tus citas o entrenando. Pero, teniendo en cuenta que, tienes un horario específico para entrenar, ya sea en el gimnasio o con el equipo, deseché esa idea. Dudé mucho que sería con alguna chica, últimamente lo has dejado de lado. Llamé un par de veces a tu teléfono de respuesto solo para confirmarlo, y como después de un par de tonos me mandaba al buzón de voz, lo más seguro es que te has olvidado de ese teléfono y lo tienes por algún lugar retomo de tu habitación. Llegué a la conclusión de que estarías ocupado. Pero, ¿en dónde más si no es algo del hockey o el bar? Recordé las cuadros de equitación que estaban en la sala de tu casa. Tu padre debe ser muy fan. Te ha obligado a venir hasta acá, ¿no? Algo así supuse. En fin, ¿en dónde puedes encontrar caballos, la herramienta esencial para dicho deporte? Claro, en un establo. Busqué por internet los propietarios de los establos de todo el país... O al menos los más conocidos. Entre ellos salió un tipo de apellido Jeon, tú eres Jeon: bingo. Así fue como te encontré.

Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora