c u a r e n t a y s i e t e | Tattoo's (I)

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Legar a Seúl se sentía irónicamente extraño. En los dos últimos días lo que hice fue reemplazar el pesar de los pensamientos de la situación de mi madre, mi padre y mía para no morirme de la angustia mientras esperaba el retorno a casa. Pensé en enormes diálogos que podría usar a mi favor y, ahora que regresaba, mi mente estaba en blanco. Una estupidez.

Raven y su hermano me dejaron frente a mi casa luego de que pasaron dejando a Jin en la suya.

—¿Vas a estar bien? —La rubia, que iba en los asientos traseros, se asomó entre el espacio del dintel de la ventana y el vidrio levantado. Sus brazos sobresalían, lo que por algún motivo me hacía recordar a un perro.

—No creo que vaya a estar bien, pero tengo que hacer esto. —Al menos estaba siendo sincero.

—Si sucede algo no dudes en llamar —terció Namjoon, quien me echó una mirada por el espejo retrovisor.

Asentí.

—Nos vemos después.

Raven, limitada y casi incapaz de moverse, estiró los brazos esperando un abrazo. Se lo di sabiendo que Namjoon nos escrudiñaba, solo que esta vez no con ganas de querer depilarme las cejas, más bien sin poder creer lo romántica que podía llegar a ser su hermana. Al parecer Londres la dejó más cariñosa de lo poco inusual.

—Te quiero —dijo y no podía negar que se escuchó jodidamente genial a la par de extraño.

Fruncí las cejas con cierta gracia. Me separé un poco de ella solo para contemplar cuánta autenticidad había en su rostro.

—También yo. —Sus palabras ayudaron solo un poco a aliviar el asunto, aunque sabia que en cuanto se fuera y yo entrara a la casa eso se iba a acabar.

Dicho y hecho, el coche arrancó y la presión llegó de por sí.

—¡No olvides llamar! —agregó mientras el auto desaparecía de la vía.

Pensé que en algún punto de esto tendría que echarme a esperar más dado a que era lunes y mi padre podría estar en la oficina, no obstante, cuando salió de algún pasillo remoto sabía que no había que esperar más.

Por el ambiente y la forma en que me miraba sabía que no estaba nada contento. No era para menos, su hijo se fue del país y ni siquiera le avisó. En algún punto de estos días tuvo que haberse enterado, no sería difícil la verdad.

—¿Qué tal estuvo el viaje?

—No fue un viaje cualquiera.

—¿Ah, no? —replicó con ironía—. Entonces cuéntame: ¿Con quién te juntas? ¿Con quién rayos te vas? ¡¿O es que no puedes simplemente porque soy tu padre?!

—¿Sabes que esto no estuviera pasando si al menos me hubieras dicho la verdad? —contrataqué indignado—. Joder, sí, me fui a Londres, y de alguna manera lo agradezco porque si no jamás me hubiera enterado de nada.

—¿De qué estás hablando?

—¡¡De todo, papá!! —exclamé y me vi obligado a dar una pausa; de repente sentí que me quedé sin aire con apenas un par de líneas de todo lo que tenía que decir. Por primera vez sentí que podía verlo a la cara como se debía, no con un fin de discutir, sino con la convicción de escuchar la verdad—. De lo que pasó en Londres, de mamá, de todo. Y maldita sea, al final de todo me siento igual de imbécil porque todo estaba en mi cabeza, solo lo había olvidado. ¿Qué caso tiene?

Ya para ese entonces el control estaba perdido, sentía impotencia y muchas ganas de gritarle al mundo.

—Jungkook...

Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora