Extra 2.- Una Noble Humana

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*** Tiempo Atrás ***

Los pasos resonaron en aquella vieja estructura, la madera chillaba suavemente. Dos rubios se detuvieron delante de una puerta, negra en su totalidad.

- ¿Qué pasa? ¿No la has visto ya muchas veces, Frankenstein?

Frankenstein suspiró.

- Pero no mientras duerme, Ivan

Ivan sonrió, abriendo la puerta lentamente.

En medio de aquella habitación, una pequeña de cabellos rubios y algunos mechones negros dormía plácidamente, la luz de luna rebotaba en sus doradas pestañas y sus nevadas mejillas. Su respiración era tranquila, hacia tantos días atrás que había dejado de llorar por las noches y despertar mientras gritaba.

- Entonces...

La sonrisa de Ivan se desvaneció.

- Yo la creé, pero... después de escucharla llorar todas las noches, repitiendo sobre aquel mar de sangre bajo sus pies...

- ¿Temes por su salud mental?

Ivan suspiró mientras asentía. Frankenstein miró un segundo a la pequeña que solía frecuentar la mansión del Noblesse, la débil sonrisa que les regalaba todas las veces que iba, rondó su mente.

- Es verdad, nunca le he preguntado su nombre

- Es porque no tiene uno

- ¿Qué?

- ¿No te dijo? ¿Cómo se ha estado presentando mi pequeña Ratita?

- ¿Ratita? - la risa se le escapó - ella solo se presentó como una Durianth

- Aún así, ella no es del todo una Durianth

Ambos quedaron en silencio, la pequeña se movió debajo de las sábanas, una de sus sábanas cayó al suelo. Ivan caminó con calma hacia ella, sacudió la sabana y la volvió a poner sobre ella, acariciando sus cabellos y besando su mejilla.

- ¿Lo harás?

Frankenstein suspiró.

- Al Maestro le gusta ella - su mirada cayó sobre la pequeña - haré lo que me pides, con una condición

- ¿Cuál?

- Un nombre para ella

Ivan asintió a regañadientes, la única razón por la que jamás le quiso poner un nombre, fue porque no quería encariñarse del mismo modo que no quería que ella se encariñara de él.

Pasaron tres largos días, en los que la pequeña no pudo salir de casa. Vagaba en su habitación, de vez en cuando sobre los hombros de su creador, otras veces sobre las de Hazel. Sin sonreír, simplemente observando.

Cuando Frankenstein volvió a visitar a Ivan, llevaba un pequeño frasco con un líquido azul celeste.

- ¿Está listo?

Él asintió y ambos caminaron hasta la habitación de la pequeña.

- ¿Está dormida?

- Está sedada

- Bien

La noche era totalmente oscura, sin luna o estrellas, las jeringas se incrustaron en aquella piel joven y el líquido viscoso entró.

- Siempre...

- Um?

- Siempre, he escuchado de ella, que vive con dos personas, pero nunca he visto a la segunda persona - sonrió - ¿puedo saber dónde está?

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