Capítulo 33

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Frankenstein paseaba de un lado a otro, mientras mordía con saña la uña de su pulgar. A ratos miraba al enorme portón que, hacia una hora atrás, se había cerrado frente a sus narices. Resoplaba con enojo y pisaba con más fuerza.

Raizel quien había estado a una distancia considerable de él, suspiraba de vez en cuando. Mientras que el resto de los nobles igual miraban con nerviosismo la entrada.

De repente, la puerta se abrió, muy lentamente y con mucho cuidado. De ella salió Rayla, con un semblante serio pero con una débil mancha de sangre sobre sus labios. Raizel lo notó.

- Rayla

- Maestro

Con una suave reverencia, caminó hacia Raizel, no sin antes cerrar nuevamente el enorme portón. Raizel le miró fijamente, luego apuntó con disimulo hacia sus labios, Rayla abrió los ojos y como si entendiera aquel gesto se paso el dorso de su mano sobre sus labios.

- ¿Has aceptado? - preguntó Frankenstein, que al fin se había calmado

Rayla asintió suavemente, pero su atención fue robada por los nobles que se aproximaban al gran portón.

- No lo habrán - habló - ella - con un abrupto pensamiento, rectifico sus palabras - la Lord... ha dicho que nadie la moleste por las siguiente horas

Todos miraron extrañados la manera en la que Rayla había corregido sus palabras hacia Raskreia. Hablaba de ella con más clama y respeto. Incluso si quisieron preguntar, simplemente se alejaron del pontón.

Frankenstein, junto con su grupo decidieron  volver a la mansión del Noblesse primero, tenían algunas preguntas para Rayla pero ella no parecía del mejor humor, pese a ser callada, en esos momentos todos sentían que su silencio era demasiado incómodo y pesado.

- ¿No entrarás? - preguntó Raizel al notar que Rayla era la última en pasar y aun así, no parecía interesada en moverse de su lugar - ¿Qué pasa?

- Entrare luego Maestro - bajando la mirada, suspiró - estoy esperando a alguien

Raizel tenía curiosidad de quien era esa persona que Rayla esperaba, sin embargo, no dijo ni preguntó nada, solo asintió y entró a la casa.

Rayla observó cada movimiento de su maestro, hasta que no pudo verlo más. Cerró la puerta y se adentro al bosque.

- ¿Estas aquí? - preguntó, al inicio solo el viento contestó. Luego se oyeron pasos

- ¿De que querías hablar, Rayla?

De entre los árboles más grandes salió una delgada y elegante figura, sus ojos carmesí brillaban en la oscuridad. Rayla busco entre sus bolsillos, su dedo rozó suavemente con aquél objeto.

- Felia dijo que te lo diera - con la mano extendida espero a que la otra persona tomará el objeto

- ¿Qué es? - preguntó Rael, antes de tomar la pequeña caja, Rayla negó con la cabeza

- Felia solo dijo que te lo diera... dijo - frunciendo el ceño trataba de recordar lo que Felia le había dicho antes - dijo que es algo de Ragar...

- ¿Mi padre?! - sin dudarlo más tomó la caja y la abrió de golpe

En la caja había una almeja bien cerrada, de un color blanco lechoso que te recordaba el mar. Rael no entendió, mirando desde todos los ángulos a la brillante almeja, trataba de recordar si su padre había tenido algo así. Al final no dio con la respuesta y decidió mirar a Rayla.

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