Capítulo 4: Es ella

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—¿Deberíamos asustarnos? —pregunta Kat en voz baja cuando abre la puerta de mi habitación. Me encuentro recostado en mi cama, con la cabeza colgando a un lado. En el suelo se encuentran desperdigados varios empaques vacíos de ramen y latas de café instantáneo. No he dormido en toda la noche. Corrección, ella no me permitió dormir en toda la noche.

Mi escritorio es un desastre y caen hojas con dibujos sobre él. Mis manos están negras, llenas de carboncillo, como la condena de que fui yo el autor de aquellos dibujos. Igual que un asesino con las manos llenas de sangre después de cometer un crimen.

—Estoy perdido...

—Aún habla, eso es buena señal —dice Candice abriéndose paso a la habitación. Kat hace lo mismo y cierra la puerta detrás de ella, supongo que saben que lo mejor es mantener esto entre nosotros.

—¿Estás bien? —me pregunta Kat y junto con Candice, me sientan en la cama. Candice mira mal a su hermana.

—¿Pero que pregunta es esa, Kat? Solo míralo, es obvio que no está bien.

—Por la Diosa, me entero que sea pecado ser cordial.

—No peleen, por favor —pido abrumado. Después de encontrarla me comporté como un completo idiota y huí, me encerré en mi habitación y fui por provisiones a eso de las dos de la mañana. Si mi cerebro era tan maldito como para hacerme dibujar sus ojos hasta el cansancio, no lo haría con el estómago vacío.

—¿Nos dirás que sucede? —pregunta Kat mientras Candice de encuentra junto a la cama con los brazos cruzados. Lucen como si están a punto de salir.

Sin ánimos de hablar, ni siquiera con ellas, simplemente señalo al montón de papeles sobre el escritorio. Kat se levanta y toma un par de hojas, dándole una de ellas a Candice. De todas maneras, es la misma mirada, una y otra vez. Odio usar colores en mis bocetos, nunca consigo dar con el tono que busco y termino arruinando mi trabajo.

Esta vez, no fue diferente. No porque no tenga una gran variedad de tonos de azul. Sino porque el azul de sus ojos es uno que nunca había visto, es como si estuviese hecho para ser mi dolor de cabeza personal.

—Ahora sí que se volvió loquito —dice Candice tomando más hojas del escritorio y percatándose que no son más que la misma mirada hecha una y otra vez pero en distintos tamaños.

—Jeremy, ¿quién es ella? —pregunta Kat volviendo a sentarse a mi lado—. ¿Estas dibujando a Peyton otra vez?

Casi quiero reír ante eso. Kat, nunca dejé de hacerlo. Niego con la cabeza y tomo una de las hojas que se encuentran en sus manos.

—Es ella —murmuro al cabo de unos segundos—. Son los ojos de mi mate.

Las gemelas se miran la una a la otra entre atónitas y sorprendidas. Candice tartamudea, presa de la sorpresa y Kat deja las hojas en la cama y comienza a secar sus manos en su pantalón.

—¿Cómo se llama? ¿Dónde la conociste?

—Ni la una, ni la otra —digo, sin mirar a ningún punto en específico—. Huí antes de que se pudiera acercar a mí. O yo a ella, lo que pasara primero.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunta Candice sentándose junto a su hermana en mi cama—. Es tu mate, se supone que deberías estar feliz. No lucir como si murió tu gato.

—Candice —regaña Kat a su hermana nuevamente, Candice siempre ha sido la imprudente de las dos a la hora de hablar.

—No, Kat, es en serio. Que conozca a su mate le da la oportunidad de olvidar a aquella arpía horrorosa que sólo le rompió el corazón. Sólo míralo, esto es en lo que ella lo convirtió.

Luz de Luna (Saga Alfas #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora