Miro el cuadro una vez más e intento encontrar algún error, pero lo cierto es que no lo hay, nunca había hecho algo tan bueno y lo cierto es que todo el crédito va para Taylor. Ella no salió de mi cabeza todo el tiempo que mis dedos tuvieron el pincel entre ellos.
Miro la hora y solo queda una más para el plazo de entrega del proyecto por lo que tomo pintura blanca en un pincel limpio y hago mi firma en la esquina del cuadro, entre distintos matices de colores. Sin lavar mis manos y sin importar si lleno mi teléfono de pintura, tomo varias fotografías en distintos efectos de luz para que pueda observarse de manera correcta. Redacto un correo electrónico para el profesor Forest en donde específico cada una de las cosas que pidió y dejo el teléfono a un lado esperando que se apague en cualquier momento para que me deje en paz no puedo dejar de admirar mi trabajo.
Si con Peyton hacía cosas buenas, con Taylor salgo del estadio. Que patético soy.
Son casi las ocho de la mañana, pero lo cierto es que no tengo sueño. No he podido dormir en unos tres días, es todo el tiempo que tardé haciendo el cuadro. Por otro lado, no quiero dormir, no quiero que los recuerdos se cuelen desde el fondo de mi mente recordándome que soy la persona más patética del mundo. Ojalá solo pudiera cerrar los ojos y aparecer al principio de verano para evitar que todo esto pasara.
—Jeremy... —La voz de mi madre me toma por sorpresa pero no me saca de mi ensimismamiento. Solo noto que ha entrado al estudio cuando escucho que baja el volumen de la música y coloca su mano en mi hombro.
—¿Qué sucede, mamá? —le pregunto y mi voz suena más rasposa que de costumbre. Ni siquiera recuerdo la última vez que comí o bebí algo.
—Jeremy, hijo... Esto es hermoso.
—No es para tanto, mamá —le resto importancia, ya comenzando a hablar un poco más normal—. Sólo es un cuadro.
—Cariño, tienes que ir a buscarla —me dice arrodillándose frente a mí y niego.
—No, ella tomó su decisión y yo tomé la mía.
—No vas a rechazarla, ¿o sí?
—Aún no lo sé, mamá. Por favor, déjame solo.
—Jer...
—Por favor —le pido, mirándola por primera vez y ella roza con sus dedos los restos del moretón que aún queda en mi mejilla.
—Tienes que comer algo y no quiero un no por respuesta.
Estoy a punto de decirle que no, que me deje hundirme en mi propia miseria a ver si eso me ayuda a tomar la decisión más difícil de mi vida pero cuando se da cuenta de lo que pienso hacer, alza una ceja mientras se cruza de brazos. Sé que lo mejor que puedo hacer en este momento es hacer lo que me pide y no refutar nada.
Me encojo de hombros y salgo del estudio detrás de mamá. La casa está silenciosa, supongo que todos siguen durmiendo o pensando en el momento en que nuestra familia se fue al diablo. El abuelo estaría decepcionado de ver en lo que nos convertimos.
—¿Puedes quitar esa cara? —me pregunta mamá cuando me siento en uno de los banquillos de la cocina y la veo comenzar a rebuscar entre los estantes.
—¿Qué cara? —murmuro dejando mis dedos entrelazados sobre el mesón.
—La que tienes. Como si tu vida estuviera acabada.
—¿Y no es cierto?
—Por supuesto que no, Jeremy —me dice mamá dejando un vaso de jugo de naranja frente a mí—. ¿Quieres que te cuente una historia?
—No, mamá...
—Te contaré una historia —dice, ignorándome por completo y mientras continúa haciendo un par de sándwiches—. Cuando tenía dieciséis conocí a un chico, guapísimo por cierto. Mi madre no lo aprobaba, igual que el 90% de las cosas que Isabelle y yo hacíamos mientras ella era miserable y se lamentaba por no haber retenido ningún hombre, después de mi padre. Comenzamos a vernos a escondidas, lo que hacía todo mucho más emocionante. No era mucho mayor que yo pero el solo hecho de saber que rompía las reglas, lo hacía todo mejor.
ESTÁS LEYENDO
Luz de Luna (Saga Alfas #3.5)
Werewolf💫 HISTORIA FINALISTA DE LOS WATTYS 2021 💫 Jeremy Anderson es la definición de calma, era todo lo contrario a Peyton Price. A él le gusta el arte, la música clásica y el silencio. A ella, la comida de su primo, estar con su padre y es el alma de la...