Capítulo 46: Señora Williams

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Abro los ojos y me encuentro en una habitación que no reconozco, tiene un estilo bastante monocromático y creo que la única cosa que no es blanca o negra, soy yo.

Pienso que todo lo que ha pasado las últimas veinticuatro horas no ha sido más que un sueño, pero cuando palpo mi costado y el dolor reaparece, sé que nada ha sido falso. Respiro profundo varias veces para evitar el inminente ataque de pánico que quiere aparecer y también para borrar las imágenes de Josh en el suelo junto a Saint. Sé que está bien, lo siento en mi corazón, en nuestra conexión de mates que aún está intacta.

Al pensar en él y saber que está bien hace que todo haya valido la pena, aunque haya firmado mi propia sentencia.

La puerta de la habitación se abre y una anciana entra, trayendo consigo una bandeja con comida.

—Que bueno que está despierta, señorita —dice la anciana que luce bastante demacrada como para estar trabajando en el servicio de una casa como esta—. El señor envía esto para usted.

Me sorprendo al ver que frente a mí hay un sándwich de pavo, lechuga y tomates, acompañado de una ensalada de frutos rojos y un jugo rojo como la sangre.

—Coma rápido —me insta—. Le prepararé un baño.

—¿Órdenes del señor? —me atrevo a preguntar y la mujer asiente, entrando al baño. Sabiendo que mi vida dependerá de lo sumisa y obediente que pueda ser, hago lo que la anciana me dice y como lo que hay en la bandeja sin refutar nada. Solo espero que no esté envenenado o algo por el estilo.

—¿Necesita ayuda con su baño? —me pregunta la anciana y limpio mis labios con la servilleta en la bandeja. Niego con rapidez.

—Yo puedo sola —me levanto de la cama después de que la anciana toma la bandeja vacía y agradezco hasta a los dioses en tanga cuando me doy cuenta de que llevo puesta la misma pijama que me coloque anoche. Al menos no me ha tocado mientras estaba dormida.

—En el armario hay ropa para usted. El señor la está esperando en su despacho, me pidió que le dijera que tenían asuntos que atender.

—Claro —asiento y le sonrío con amabilidad. Los tonos rojizos del atardecer entran por la ventana y frunzo el ceño, ¿dormí tanto tiempo? Me acerco a una de las ventanas y retiro apenas las cortinas, impactándome en el momento.

El cielo es del tono de la sangre y por las ondas que consigo ver sobre las ramas secas de los árboles sin hojas, puedo imaginar que afuera hace muchísimo calor, más del usual. Estoy en un segundo piso y en el patio de la casa puedo ver varios guardias, algunos de ellos con perros que no lucen para nada amigables. Pero eso no es lo que más me impresiona, sino la expresión tan vacía que se ve en los rostros de los hombres, como si fuesen alguna clase de autómatas.

No es que tuviera intenciones de escapar, pero sé que de intentar hacerlo, no terminaría muy bien.

Cierro la cortina e intento borrar la imagen del exterior mientras me dirijo al baño. Me miro en el espejo y veo con agrado que ya los cortes solo lucen como pequeños rasguños en mi rostro.

Con miedo de que Saint pueda entrar, cierro la puerta con seguro y comienzo a desnudarte, llevarme mi vista al moretón en mi costado. Aún luce bastante mal, pero no tanto como ayer. Supero con pesadez y decido entrar a la tina para intentar ordenar mis ideas.

No le temo a Saint, le temo a lo que podría hacerle a mi familia si no soy lo suficientemente buena ante sus ojos. Tengo que saber jugar mis cartas, ahora me gustaría haber prestado más atención a las lecciones de poker del tío Dexter y papá.

Papá.

No puedo ni siquiera imaginar lo que estaría pensando de mí de seguir aún con vida.

Mamá.

Luz de Luna (Saga Alfas #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora