Capítulo 25 (Parte 2): Jayden

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—Hola —murmura Taylor por fin sonriendo de lado pero no tarda en fijar la mirada en mi pómulo—. ¿Eso?

—Cortesía de Tyler. —Mantengo mis brazos cruzados, de otra manera me lanzaré sobre ella y no podré detenerme—. Pues... no estamos en tu departamento así que lo de la policía es imposible —intento bromear pero no funciona para nada porque el rostro de Taylor se descompone.

—Sí, sobre eso, quería disculparme. No era yo misma.

—Ya no importa. Ese día no estará en mi lista de los mejores días de la vida.

—¿Hay algún lugar al que podamos ir a hablar? Tengo muchas cosas que decir.

—En el patio trasero hay unos columpios de Ariel, no creo que le moleste.

—Grandioso —suspira Taylor.

—Después de ti —le digo y comienzo a seguir sus pasos por el pasillo hasta el patio trasero. Si todavía tuviera certeza absoluta de quien es la persona que tengo frente a mí, diría que está nerviosa. Pero para este punto ya no sé qué creer.

—Sabía que este momento llegaría —dice Taylor en cuanto se sienta en uno de los columpios—. Pensé que estaría lista, pero nunca se puede estar lista para algo como esto.

—No tienes que decir nada si no quieres hacerlo —le digo con sinceridad. Jayden es su hijo y yo ahí no puedo decir nada. Es su pasado.

—Quiero hacerlo. Solo... dame tiempo, ¿sí?

—Claro.

—Gracias —suspira y la veo usar sus pies para mecerse un poco en el columpio—. Ya conoces una parte de la historia, hui de casa a los catorce y terminé en Luna Creciente, con Jay y sus abuelos. Iba a la escuela y trabajaba medio tiempo en la tienda de manualidades que estos tenían, para mí era la vida perfecta... hasta que ya no lo fue. Los abuelos de Jay murieron por una fuga de dióxido de carbono en la cada mientras nosotros estábamos en una fiesta. Eso fue terrible para él, y la mejor forma que consiguió para alejarse del dolor fue aceptar la beca que una universidad de Canadá le había ofrecido.

» No tuvo más opción que vender la casa, era demasiado doloroso para él. La mitad del dinero la usó para pagar la colegiatura y las cosas que necesitaba, la otra mitad la depositó en un banco para mí y me consiguió un departamento. Ciertamente pensó en casi todo.

—¿Qué fue lo que no pensó?

—Que el dinero se acaba y eso fue lo que eventualmente pasó. Trabajaba en el día en el supermercado como cajera e iba a la escuela en la noche. Apenas y podía mantenerme, pero bueno, después de pasar meses cenando sopa de tomates no es tan malo —ríe sin gracia—. Crecí siendo una especialista en mentir y eso fue lo que seguí haciendo. Cuando Jay llamaba le decía que todo estaba genial y que mi nueva libertad era lo mejor. Lo cierto es que estaba aterrada de que mis padres me encontraran, pero conseguía que eso no me importara lo suficiente como para no poder salir de casa. Luego, ocurrió lo que en su momento pensé, era lo mejor que me podía haber pasado: conocer a Kayla.

» Ella era igual a Abby, hacía sus cosas por sí misma y un día me encontró en el trabajo. Me ofreció el trabajo soñado, la paga era buena, más del doble de lo que ganaba como cajera y no tendría que seguir pagando renta. Me dio techo, comida que no era nada parecida a sopa de tomates en lata y podía seguir yendo a la escuela. Tendría que cuidar a sus hijos, asegurarme de que llegaran a la escuela e ir por ellos, estar al tanto de sus comidas y que tomaran su siesta e hicieran tareas mientras ella trabajaba.

» No lo dudé ni un momento, Julian y Jennifer eran unos ángeles, ojalá aún lo sean. Esa misma semana me mudé a la casa del Alfa. Era casi irónico, llegué a la manada casi como una fugitiva y sin nada y solo en un psr de años, vivía en la casa del mismísimo Alfa, cuidado a sus hijos. Todo fue perfecto, hasta que ya no lo fue. Cuando Jay murió fue por lejos el peor día de mi vida, él era lo único bueno que había conocido en la vida y de pronto me lo arrebataran sin siquiera poder despedirse. Kayla fue muy buena conmigo siempre, igual que su esposo; no era mucho mayor que Abby, tal ve, unos cinco o seis años. Nunca sospeché de nada, ella era una Luna devota a su esposo, sus hijos y su manada. Por eso, cuando supe lo que había hecho no me lo creí hasta que vi a Saint llegar a la manada.

Luz de Luna (Saga Alfas #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora