21. Ego herido

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Cuando desperté Gael descansaba de cara a mí. Tenía un gesto relajado en su rostro y sus labios entreabiertos, como si estuvieran invitándome a cometer una imprudencia.
Moví el cabello de su rostro y lo observé por varios minutos. Era hermoso, realmente un hombre hermoso y estaba en mi cama usando sólo un par de bóxer y una remera.
Humedecí mis labios y los apoyé en los suyos. No estaba orgulloso, pero necesitaba eso, aunque fuera una sola vez.
Me lamenté separándome de él y fui por una ducha. Necesitaba calmar esa hambre de deseo, necesitaba alejar esos pensamientos porque no me llevarían a ningún lado. Gael no me veía de esa manera y no había manera que lo hiciera.
Preparé el desayuno y me senté a escribir mi tesis, necesitaba distraerme o volvería a la cama para forzar un beso más largo.
Gael se apreció unos minutos después. Él estaba vestido con mi ropa, la que yo le había dejado para que se cambiara. Le sonreí y me abstuve de mirarlo más de lo necesario, no necesitaba ilusionarme por eso.
—Lamento lo de anoche —dijo tomando asiento frente a mí. Él en serio se veía avergonzado.  —No me gusta ser una carga para nadie y anoche me comporté como un mocoso borracho de 18 años.
—Pero eres un mocoso borracho de 18 años —observé divertido. Gael se sonrojo un poco. —No fuiste una carga Gael, yo te obligué a dejar el lugar. Estaba enojado contigo porque había esquivado la salida con nosotros y te estabas divirtiendo con tus compañeros.
—Sí… aunque no lo creas recuerdo todo —dijo mirándome escuetamente. —Algo bueno que rescatar de anoche ¿No? Si hubiera olvidado sería un pésimo borracho. Algo que es de familia. Mi hermano no es bueno recordando.
—¿León? —consulté
—No, Nano. El mayor —miró su vestimenta y suspiró. —Gracias por la ropa.
—Te queda ridículamente grande —observé poniéndome de pie para no mirarlo de nuevo. Él se veía apetitoso en esa ropa y yo tenía que olvidarme de eso. —No te gusta el café. Dime qué te puedo ofrecer.
—Un té está bien —respondió amable pero no sincero.
—¿Qué es lo que quieres tú?
—Me gusta la chocolatada, pero entiendo que no todos tienen en sus casas, así que un té está bien.
—Para tú alegría, sí tengo —respondí buscando las cosas. —Estás particularmente hablador esta mañana ¿Todavía te dura la borrachera?
—Supongo… —dijo bajando el volumen de su voz. —O puede ser que se ha desbloqueado un nivel de timidez ahora que dormimos juntos. Lamento eso también.
—Deja de disculparte y agradecerme —pedí regresando a su lado con las cosas para que pudiera desayunar. —No me molestó nada de lo que pasó anoche ¿De acuerdo?
Gael no dijo mucho más durante el desayuno, pero me sentí feliz de que por lo menos se hubiera alimentado. Pensé que quizás su timidez no lo dejaría comer, pero no fue así.
Luego de unos largos minutos de silencio él suspiró y me observó fijamente antes de ponerse de pie para dejar su taza ya vacía.
—¿Puedo quedarme un rato más? —consultó con cuidado. Me hubiera gustado decirle que no, que era peligroso que estuviera más tiempo en mi departamento, que no era buena idea, pero no pude. A pesar de todo yo quería tenerlo allí, conmigo.
—Claro Gael —acepté parándome a su lado. —Pero tú harás el almuerzo ¿De acuerdo?
—Yo no sé cocinar.
—¿Acaso no eres ayudante de cocina? —consulté. Me había enterado de su trabajo y él había dicho que se trataba de eso.
—Pongo el tomate, el queso y la lechuga a las hamburguesas. Pero puedo intentar cocinarte algo si quieres…
—Claro que quiero —tomé sus hombros y lo giré para poder mirarlo a los ojos. Otra vez estaba tenso, duro como una roca, con todas sus barreras arriba. —¿Recuerdas que anoche te dije que sería tu profesor no? —consulté. Él asintió, tenía la esperanza que dijera que no, pero no lo hizo. —No lo estás haciendo bien… estás tenso.
—Lo sé.
—Anoche cuando te tirabas a mis brazos cada diez minutos no parecías tan tímido.
—No me lo recuerdes —dijo con sus mejillas nuevamente rosadas. —Lamen
—No lo lamentes —lo interrumpí. — La gente abraza a sus amigos todo el tiempo. Tú puedes abrazarme ahora si quieres.
—No quiero —escupió de mal humor robándome unas carcajadas mientras huía hacia el sofá. 
—Pareces un gatito —observé en voz alta, no había sido mi intención, pero no había podido contenerme.  —Uno muy arisco.
—Cállate por favor.
—Ooooohhh… Vamos, estoy jugando contigo —me reí yendo a su lado con mi computadora en mis manos.  —Por ahora trabajaremos en la cercanía ¿De acuerdo? Estaré cerca de ti en cada momento hasta que dejes de estar incómodo.
—No lo veo muy posible —aseguró con resignación. Me acerqué hasta que mi cuerpo alcanzó el suyo. 
—Sólo será sentarnos juntos —informé. —Relájate.
—Lo intentaré.
Y sí lo intentó. Luego de poner una película en el televisor se recostó sobre mi costado, me sorprendió un poco pero de inmediato me acerqué a él también. Se sentía bien sentir su calor en mi cuerpo. 
No pasó mucho rato hasta que su cabeza terminó completamente relajada en mi hombro. Lo observé de reojo y él estaba durmiendo plácidamente a mi lado. Eso era un nuevo nivel de confianza desbloqueado. Besé su cabello y continué trabajando en mi proyecto. En algún otro momento hubiera sido incómodo que alguien estuviera sobre mí de esa manera, pero la presencia de Gael era realmente relajante.
Pasaron más o menos dos horas hasta que tocaron la puerta. Yo no quería levantarme, él estaba tan relajado contra mí que me daba mucha pena despertarlo, pero los golpes continuaban y, si era Milo, como suponía que era, no se daría por vencido.
—Lo lamento —me quejé mirando sus adormecidos ojos. —Debo atender.
Asintió sentándose y poniéndose el buzo que había tendido sobre su cuerpo. Esperé hasta que lo tuviera puesto antes de abrir. Cuando lo hice me encontré a Milo, efectivamente, pero también a Nash. Genial.
Mi relación con ellos no era muy tirante, pero yo prefería no frecuentarlos juntos, mucho menos en mi casa. Ni siquiera sabía por qué se les había pasado por la cabeza aparecer así.
Quise evitar que ingresaran, yo estaba ocupado, pero no pude detener a Milo que ingresó como si esa siguiera siendo su casa. Me molestaban algunas atribuciones que aún se seguía tomando.
—Mamá está muy enfadada —dijo. —Ella dice que es como la cuarta vez que la dejas plantada, y no me gusta que piense que es mi culpa. —Tiré mi mano para detenerlo, pero no alcancé. Gael observaba al chico con sus ojos cautelosos. —Te mandó esto —me dio una bolsa y en ese momento se percató de mi compañero. —Oh… lo lamento, no sabíamos que estabas con visitas.
—No me dejaste decirlo —dije de mala gana. —Gael, ellos son Milo y Nash. Muchachos, él es Gael, un amigo.
—¿Iniestra? —quiso saber Nash.
Lo observé de inmediato. ¿Por qué demonios conocía a Gael? No tenía por qué hacerlo. No era justo.
Observé a Gael y su rostro no mostraba para nada algo de reconocimiento. Entonces ¿Por qué Nash sabía su apellido?
—Soy ayudante en la cátedra de Publicidad —continuó mi amigo y Gael me observó un poco desorientado.
—Oh… lo lamento —aseguró parándose para saludarlos. Fue inevitable notar los ojos de los dos visitantes en la ropa que traía puesta el chico. —Un gusto.
—¿No eres su profesor? —la pregunta fue de Nash para mí y no fue amable. Bueno, luego del enredo con Milo él no había sido amable conmigo en ninguna oportunidad. Idiota.  Le respondí encogiéndome de hombros. —¿No será malo si alguien se entera que ustedes…?
—Soy un ayudante —lo interrumpí antes de que dijera algo innecesario. —No debería haber ningún problema.
—Además, Nash —se apresuró a decir Milo —ambos son adultos.
Suspiré cuando noté la incomodidad de Gael, aunque me hubiera gustado que no fuera tan obvio la repulsión que la sola idea le causaba. Mi ego estaba herido.
—Gael es sólo mi amigo. Sólo para que conste —aclaré para tranquilidad de Gael. —Pasaron cosas, por eso él está en mi casa y en mi ropa. Pero no esas cosas. Así que Nash, no estoy pervirtiendo a un alumno. No por ahora. Y Milo, no quiero que le digas cosas extrañas a tu madre. Gracias.
—Como sea —protestó Milo. —Procura ir a visitarlos, ellos te extrañan y creen fuertemente que no vas porque no te agrada Nash.
—Pero no me agrada Nash —dije de inmediato. No era un secreto de todas maneras.
—Sí, Alex. Como quieras —Milo rodó los ojos antes de volver a ver a Gael. —Fue un gusto, nosotros nos deberíamos ir.
Agradecí lo rápido de su visita y me apresuré a cerrar la puerta. Volví para mirar qué era lo que había enviado Rita y no pude atajar la pregunta. No quería a Nash cerca de él. Otra vez, no es como si Gael fuera mío, pero de todas maneras no quería que ese sujeto se acercara a él. No quería que Gael lo elija por sobre mí.
—No sabía que Nash era tu profesor —solté desinteresadamente.
—Es ayudante —dijo burlón. Lo miré no pudiendo evitar sonreírle. Él era rápido.  —Y yo no lo ubicaba. Tú sabes que no miro mucho a mí alrededor.
Suspiré aliviado y recién allí pude prestarle atención a lo que habían enviado para mí. Canelones.
Le pregunté si le gustaban y cuando tuve una afirmativa los puse a calentar. Mientras tanto le conté quién era Rita y cómo era que Milo y yo estábamos relacionados. Le conté sobre cómo habían tomado mi sexualidad e, innecesariamente, le conté que yo había tenido un enamoramiento por Milo. Yo no debería haber dicho eso, ahora él me observaría como lo hacía Josh cuando estábamos todos juntos: con lástima.
Gael me dijo que nunca se había enamorado. Yo no pensé que eso hubiera pasado, creí que sí lo había hecho pero que León había evitado en el encuentro, pero no. Gael nunca había amado a nadie y yo no sabía cómo sentirme con respecto a eso.
Alguien lo llamó cuando él intentaba alegarme y subir mi autoestima diciendo que yo era mejor ayudante que Nash. Gael estaba intentando ser lindo y le estaba saliendo bastante bien.
La forma en que saludó a su interlocutor no fue amable. “¿Qué?” había dicho de manera cortante. Sus respuestas fueron escuetas y concisas, él no dio más información de la necesaria y hasta pareció un poco molesto, pero no tanto, no pudo demostrarlo completamente como lo había hecho conmigo la noche anterior.
No escuché la última parte de la conversación porque Rita llamó por mí y debí atender para darle las gracias. Lo que me sorprendió de su llamada fue la sugerencia de que “yo podía llevar a mi novio la próxima vez”, el estúpido de Milo había hablado de más. Le prometí ir a comer el próximo fin de semana para dejarla tranquila y me despedí de ella pensando en alguna excusa para cancelar esa cita.
Gael me miraba curioso cuando volví a sentarme a la mesa.
—El estúpido de Milo le dijo que no había ido porque estaba con mi novio.
—¿Lo dijo por mí? —consultó sorprendido. Asentí molesto. ¿Por qué simplemente no había podido cerrar su puta boca?. —Lo lamento.
—No te preocupes, —suspiré —por lo menos Rita no estaba tan ofendida.
—Eso es bueno ¿o no?
—Un poco —suspiré. —Ella quiere conocer “al novio”.
Eso era ridículo. La última vez que había llevado a un chico, a Max quien se había hecho pasar por mi pareja, había sido un desastre. Mi padre no aceptaba mi orientación sexual y nunca lo haría. Él terminó insultando a Max vez sin razón alguna.
No era así con Nash porque Rita se lo había prohibido, pero Rita no era mi madre y ella no podía decirle a mi papá cómo actuar conmigo.
—Yo puedo —dijo Gael captando mi atención. ¿Qué podía?
—¿Disculpa? —consulté.
—Yo puedo ser tu novio —dijo con un rojo brillante en sus mejillas.
¿Qué acababa de decir? ¿Yo había oído bien? Probablemente no.
—¿Disculpa?
—Tu madrastra quiere conocer a tu novio y yo quiero que mis hermanos no me molesten —explicó tranquilo pero con voz débil. Nunca había visto sus mejillas tan sonrojadas. —Podemos ser novios. Sería una relación beneficiosa para ambos hasta que tú encuentres un novio real y yo pueda aprender a relacionarme con las personas. ¿No es una buena idea?
No. Definitivamente no era una buena idea. ¿Acaso estaba bromeando? Si teníamos que fingir “ser novios” yo no podría contenerme. Demasiado me costaba siendo su amigo como para actuar como novios y tener razones realmente para poner mi boca sobre la suya.
—León no intentará ir tan lejos como para robarme a “mi novio” ¿sabes? —continuó él hablando tranquilamente. Me asustaba su tranquilidad. Él no debería estar tan relajado con algo así. Estaba loco.  —Intentó robarte como amigo mío, pero no iría tan lejos. Además, tú quieres enseñarme a estar cómodo alrededor de la gente, eso implica que pasemos tiempo juntos ¿O no?
—Yo…
—¿Es una locura? —consultó y me observó realmente avergonzado.
No. Yo probablemente había entendido mal. Gael nunca diría algo así. Yo había oído y entendido mal, no había dudas.
—¿Quieres fingir una relación conmigo?
—Bueno, la gente ya está hablando de todas maneras —dijo con sus mejillas sonrojadas. 
¿Rumores? ¿Habían rumores de nosotros? ¿Por qué no había oído de eso?
—Te dije que estaban diciendo cosas sobre mis notas con Benet. Victoria sugirió que es porque quizás nosotros tengamos algo… —continuó. —No había entendido muy bien, pero visto y considerando lo que dijo tu hermanastro, ahora lo entiendo.
—¿Sabes? —largué tragando saliva. Tenía que rechazar esa oferta, por muy tentadora que pareciera.   —Yo ya intenté eso de presentar un novio falso y no funcionó.
—¿Por qué?
—Yo quería que Milo creyera que estaba en pareja con otro hombre para que me dejara en paz. Yo ya sabía que su amor por mí no era ese tipo de amor —respondí encogiéndome de hombros y restándole importancia. — Inventé toda la historia del novio pero se cayó en apenas unos días, yo no pude sostenerla.
—Porque aún estabas enamorado de él —dedujo con rapidez. —¿Y aún lo estás?
Lo observé unos segundos y me encogí de hombros. No estaba seguro de si era “amor”, pero habían sentimientos allí aún, no sería incómodo si ya no los hubiera.
—No tenemos que hacerlo si no quieres —continuó él recordándome su idea.
Se puso de pie para volver a calentar la comida. Se había enfriado y ninguno de los dos había probado bocado.
—Yo puedo seguir diciendo que estoy con “mi compañero de trabajo”, no hay problema.
—No lo habrá hasta que quieran conocerlo…
—Bueno, ese ya sería un problema mío —dijo de mala. Él estaba molesto. Me gustaba ese Gael molesto. Puso la comida en el microondas y, luego de respirar suavemente unas veces, se giró. —No insistirán mucho cuando se den cuenta que mentí. Pensarán que me daba vergüenza admitir que no tenía a nadie, así que, en serio, no te preocupes. Fue una idea tonta.
Mierda. Yo no podía decirle que no a esos ojos de gatito mojado. Pero ¿Saldría algo bien de eso para mí? No lo creía.
—Si lo hacemos, —comencé con cuidado — tú deberías relajarte a mi alrededor Gael ¿Podrás hacerlo?
—Lo podría intentar —respondió con voz temblorosa.
—¿Incluso si quiero tomar tu mano y besarte? —presioné. Yo no podía decirle que no a esa mirada, pero él podía retractarse, echarse para atrás.
Gael abrió sus ojos como si yo hubiera dicho una gran grosería y no pude contener unas risotadas. Él ni siquiera consideraría besarme. Eso dolía.
—Lo mejor será que les digas a tus hermanos que pasas tiempo conmigo, pero porque somos amigos —le dije amablemente. —Rita no dirá nada, ella sabe que soy reservado con mis relaciones y que
—Yo puedo hacerlo —me interrumpió seguro. Nunca había oído tanta seguridad en su voz. Lo observé serio y negué con mi cabeza. Eso, en serio era mala idea. —Si tú eres sólo mi amigo León te apartará de mi lado, como hizo con Victoria. Pero si eres algo más entonces
—No Gael —interrumpí. —No va a funcionar.
Gael soltó el aire contenido, enojado y se acercó a mí para acunar mi cara entre sus manos antes de bajar sus labios a los míos. Los presionó con fuerza y me obligué a no moverme para exigir por más.
—Puedo hacerlo —determinó con sus mejillas muy sonrojadas y sus ojos brillosos.
En serio, en serio, él terminaría por matarme.
Respiré con dificultad sin poder apartar mis ojos de su rostro. Sus manos aún se apretaban temblorosas a los costados de mi rostro y sus ojos tenían una intensidad que hacían a mi cuerpo temblar.
—Di algo —susurró.
—Tú estás loco gatito, realmente loco —sonreí escondiendo mi cara en su cuerpo, si yo lo miraba un poco más volvería mis labios a él y eso no sería para nada apropiado.  —Y estás tenso… relájate, fuiste tú quien me besó a mí ¿No?
—Estoy tratando, con mucha fuerza, no estar nervioso —susurró acariciando mi cabello. Eso no debería sentirse tan bien, yo no debería sentirme tan bien con esa mentira. 
—¿Tú eres gay Gael? —consulté, quizás, con un poco de esperanza. Idiota.
—No que yo sepa —respondió. —Pero no es algo que me haya preguntado antes, así que no lo sé.
—Yo creo que tus hermanos se darán cuenta de que es una mentira Gael, me parece que será en vano —aseguré pero para protegerme a mí. Yo no me podía enamorarme de un heterosexual.
—Mis hermanos apenas saben cómo soy —dijo suavemente buscando mi mirada. —Incluso ni siquiera sé cómo soy realmente. Porque recién ahora me estoy descubriendo… pero otra vez, si tú no quieres está bien —dijo con esos ojos. Suspiré. —Me ayudarás a relacionarme con otra gente y luego le pediré a alguien más.
—¿Por qué es tan importante apartarte de ellos?
—Porque quiero vivir —dijo encogiéndose de hombros —Quiero ser yo.
Lo pensé unos segundos. Sí. Yo quería cuidarme y no salir lastimado como la última vez, pero quería cuidarlo a él también y, aunque fuera ridículo porque nada bueno saldría para mí, no podía dejarlo a la deriva. Lo ayudaría hasta donde pudiera.
—Está bien —suspiré cuando Gael volvía con la comida. —Lo haremos.

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