La semana pasó particularmente lenta. Había visto a Alex en los pasillos y habíamos intercambiado algunas palabras, pero él no se había aparecido por la biblioteca como anteriormente lo hacía. En parte se lo agradecí, me era más fácil concentrarme sin él alrededor. Pero realmente extrañaba su presencia.
El viernes le avisé a León que no iría a dormir. Él se encogió de hombros, su tranquilidad me daba miedo, pero me relajé diciéndome a mí mismo que él estaba tan estresado y ocupado como yo en los exámenes.
Salí tarde del trabajo. Generalmente salía a las once de la noche, pero ese día pasé media hora más trabajando; me lo pagaban extra y no me venía mal, pero ese día quería irme temprano. Alex estaba esperándome en su vehículo y había dicho que había cocinado para nosotros. Realmente quería irme.
Cuando finalmente lo alcancé en el vehículo ni siquiera me atreví a darle más que un saludo de palabra. No estaba tan seguro que él quisiera besarme tanto como yo lo hacía.
Mientras íbamos camino a su casa él me dijo que había hecho canelones, habló todo el tiempo de que quizás la elección no era la mejor para una cena, pero que realmente quería mostrarme cómo le quedaban. Le sonreí tranquilizándolo, cualquier cosa que hubiera hecho estaba bien. A mí me tocaría cocinar el almuerzo del día siguiente... yo había estado practicando esa semana, me sentía ridículamente nervioso por conseguir su aprobación.
—¿Cuándo tienes la fecha de tu examen? —consulté una vez dentro del departamento mirando el desastre de hojas y libros sobre la mesa.
Me giré para conseguir la respuesta, pero me encontré con sus ansiosos labios atacando los míos.
Me empujó con prisa sobre el respaldar de su sofá e inspeccionó con urgencia mi boca con su exigente y suave lengua. Me afirmé de sus hombros entremezclando mis dedos entre su suave cabello y dejé que él hiciera conmigo lo que tuviera ganas, yo quería que él hiciera lo que quisiera conmigo.
Subí las piernas cuando Alex se posición entre ellas y lo abracé con ellas tirando más fuerte de él que se presionaba con más entusiasmo a mi cuerpo apenas sostenido por el respaldar.
Me tomó en el aire y me dirigió al sofá dejándome bajo su cuerpo.
—Te extrañé —susurró bajando sus labios a mi cuello, dejando un húmedo camino de besos. —Quería besarte cada vez que te veía, eso no es normal —se quejó deslizando sus manos bajo de mi ropa para tener contacto directo con mi piel.
—Yo también —jadeé regresando sus labios a los míos sin poder evitar una sonrisa, no era sólo yo y eso me hacía estúpidamente feliz.
Alex también sonrió mientras me besaba y abandonó mi boca sólo para repartir picoteos por todo mi rostro. Su respiración estaba agitada, la mía también, sin embargo, él suavemente dejó de presionarse sobre mi cuerpo hasta que el peso fue mínimo. Se reincorporó y tiró de mí para sentarme.
—Es un poco tarde, deberíamos cenar —sugirió acariciando mi mejilla y posando sus labios, enrojecidos, en los míos. —Luego continuáremos.
Asentí tirando mis brazos a su cuello para abrazarlo mientras me arrastraba arriba de su regazo. Alex largó una carcajada cariñosa pero no me apartó. Acarició mi espalda y acomodó su nariz tras mi oreja comenzando a deslizarla delicadamente por allí.
—Debo tener un olor horrible, probablemente debería tomar un baño —dije, pero no me aparté.
—Me gusta el olor a papas fritas —aseguró coqueto. Besó un poco mi cuello y volvió a buscar mi piel bajo mi ropa. —Pero tú no hueles a papas fritas, tenlo por seguro.
ESTÁS LEYENDO
MIO
Novela JuvenilEs fácil acostumbrarse a no esperar nada, a no querer nada, a dejar que las cosas simplemente pasen. Lo difícil es querer, esperar y luchar por algo... o alguien.