37. Cobarde.

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Desastroso.

Fue desastroso.

Yo no debería haber dicho que sí. No debería haber cedido a la presión de media docena de sujetos a los que no conocía y de otros que sólo eran mis compañeros de clases. No debería haberme movido de mi casa ese sábado.

De haberme quedado allí no me hubiera despertado de espaldas en un incómodo sofá rodeado de borrachos y en una casa que no tenía idea de quién era. Afortunadamente me encontraba sobre algo suave, el resto de los muchachos estaban en el piso o sobre sillas. ¿Dónde demonios estábamos?

Tiré mi mano a mi celular y miré la hora, apenas pasaban de las 10 de la mañana del domingo. Tenía algunos mensajes de mis hermanos y también varias llamadas de mamá. Yo no había salido de mi departamento en buenos términos, Nano me había gritado y León me había hablado como si hubiera cometido la traición más grande del mundo al elegir pasar mi cumpleaños con personas que no fueran ellos. Entonces seguramente ellos habían llamado a mamá para que me regañe. Por suerte no había tenido la conciencia suficiente para atender el teléfono porque hubiera sido peor.

Sí, debería lidiar con ella en un rato, pero por lo menos no había arruinado mi noche... bueno, la parte que podía recordar. Y yo que me decía que era un buen bebedor... supongo que mi primera vez había sido la excepción.

—¿Dónde estamos? —pregunté a Jude antes de patearlo, de los que estaban en el suelo era el más cercano. Se quejó y continuó durmiendo. —Oye...

—En la casa de Freddy —respondió otro de los muchachos que se encontraba un poco más allá. Yo no sabía quién era Freddy.

Me levanté de mi aposento estirándome sonoramente y miré a lo que parecía la cocina. Podía ver a alguien ya en pie allí, seguramente el famoso Freddy. Debía dar las gracias, preguntar en qué dirección estábamos y retirarme de allí con toda la elegancia que podía permitirme. Al llegar a casa escucharía en silencio los gritos de mis hermanos y luego tomaría un baño. Necesitaba tomar un baño, apestaba a alcohol y cigarrillos.

—Buenos días —saludé ingresando al pequeño lugar con mi atención puesta en el sujeto que dormía en el suelo.

—Hey —saludaron de vuelta. El sujeto, frente a la ventana, definitivamente no era Freddy.

—Alex —dije en un hilo de voz. —¿Qué... qué haces aquí?

—Así que no eres tan buen bebedor como decías —sonrió con calma y calidez. Apagó el cigarrillo que tenía entre sus dedos y se giró para quedar de frente a mí. —Tú y tus amigos me invitaron. Nos invitaron, pero Ian y Polo se retiraron temprano.

—¿Ian?

—El novio de Polo.

—¿Qué? —quise saber aún más confundido. ¿Polo era homosexual? ¿Polo conocía a Alex? ¿Qué demonios estaba pasando?

Alex sonrió con suavidad seguramente divertido por mi confusión y se acercó unos pasos manteniendo una distancia respetuosa.

—¿Vamos por un café? Allí podremos hablar con tranquilidad.

¿Hablar? ¿De qué? ¿Yo había hecho algo? ¿Había dicho algo innecesario la noche anterior?

—En realidad debería irme a casa... a darme un baño y recibir los gritos de mis hermanos —respondí lo más amable que pude. Estaba nervioso, la presencia de Alex me afectaba gravemente.

—Sólo un café ¿De acuerdo? Me encargaré de llevarte a casa luego, estábamos bastante lejos.

Lo observé unos segundos y vi la súplica en sus ojos. Suspiré y le di un asentimiento luego. Aún dolía, hubiera preferido evitar ese encuentro, pero también le había prometido que nos reuniríamos de vez en cuando y no había cumplido con eso, un café era lo mínimo que podía hacer, aunque no me gustara esa infusión, aunque no quisiera estar con él en ese momento.

MIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora