Dejé mi mirada en la puerta de entrada por mucho rato hasta que un calor comenzó a inundarme. No hacía calor allí, de echo hacía frío, pero no había nada más que pudiera sentir que ese calor opresivo en mi rostro y en mi pecho.
Me concentré en respirar mientras me movía despacio hacia las cajas que aún no había desembalado porque ciertamente no eran cosas que usara a menudo. Había varias cosas, nada de lo que tuviera buscando, y realmente no ayudaba que mis manos hubieran comenzado a sudar y temblar.
Cuando finalmente encontré el objeto casi corrí a mi mochila para buscar lo que había adquirido tiempo atrás y guardaba celosamente en mi billetera. Saqué el nuevo chip de su paquete y lo inserté en el celular abandonado por casi seis meses. Ni siquiera podía recordar si tenía o no batería, pero estaba seguro que no podría esperar a cargarlo en caso de que no lo tuviera.
Adentro. Afuera. Adentro. Afuera. Adentro. Me concentré en respirar mientras encontraba el número buscado. En serio rogaba que no tardara en contestar.
Afortunadamente al cuarto timbre un saludo cantarino y feliz me saludó tras la línea.
—Soy Gael —dije con mi voz inestable. Realmente inestable. Quizás debería haber respirado unas veces más antes de llamarlo.
—¿Gael? —consultó con sorpresa. —¿Estás bien?
—Me dijiste que podía ir a tu casa si alguna vez necesitaba hablar... —dije y mi voz terminó de quebrarse al final y un sollozo se deslizó por entre mis labios.
—Voy a buscarte. Ahora —dijo y cortó el teléfono.
Me hubiera gustado decirle que no me corte, que se mantenga en la línea mientras venía, pero no pude ni siquiera empujar esa petición fuera.
Limpié mis lágrimas con rapidez y dejé que más sollozos salieran de mí. Eso era mejor a sentir que no tenía el control de mi cuerpo, llorar era incontrolable, pero por lo menos estaba pudiendo moverme para buscar una bolsa de dormir, ropa y fotocopias. No importaba si él no quería, me quedaría esos días en su casa, lo había ofrecido varias veces durante ese tiempo, me dijo que podíamos ser amigos. Yo quería un amigo. No. No quería, realmente lo necesitaba, pero quería alguien imparcial, o por lo menos alguien que no conociera a Alex.
En cuando tuve todo salí al exterior y me senté en la vereda. Jude no tardó en llegar en su moto, la estacionó y se sentó a mi lado sin decir una palabra por varios minutos. Yo tenía mi cabeza sobre mis rodillas y aún lloraba, afortunadamente, los sollozos ya no estaban presentes para ese momento.
—Lloverá en unos minutos —dijo con su mano en mi espalda. Haciendo círculos consoladores. —No me importa quedarme aquí, contigo, pero en serio creo que no es buena idea que tomemos un resfriado.
—Lo sé —murmuré. —Dame unos minutos más.
—Bien —aceptó acercándose más para pasar un brazo por encima de mi cuerpo y arrimarme a él.
No correspondí el abrazo, pero realmente se sintió bien sentir ese tipo de contención en ese momento que sentía que podía terminar de romperme.
Cuando me sentí un poco mejor, me moví para liberarme de su abrazo y le indiqué que podíamos irnos. Acepté el casco y me afirmé al costado de su cuerpo mientras nos movíamos con cuidado por las calles de la ciudad.
Jude vivía cerca del centro, un lugar ciertamente pequeño, pero con una ubicación excelente. No había ido nunca allí, a pesar de sus reiterados ofrecimientos, pero sabía, por Andrew dónde era exactamente.
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MIO
Novela JuvenilEs fácil acostumbrarse a no esperar nada, a no querer nada, a dejar que las cosas simplemente pasen. Lo difícil es querer, esperar y luchar por algo... o alguien.