9. Ridículo.

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Alex me invitó a bañarme mientras informaba que iría a preparar el desayuno. Me vestí con la ropa que me había prestado ayer, no quería abusar de su confianza por lo que dejé la que me había prestado ese día donde él la había dejado.

Me arrastré perezosamente a la cocina y sonreí ante el desayuno: panqueques. En serio, él sí era buen anfitrión.

Me distraje escuchando la radio que había activado en su teléfono. Allí decían que hacía mucho tiempo no nevaba de esa manera, que era posible que no parara en todo el día y que todo estaba cerrado por el momento. Miré a Alex alarmado.

—Yo lo lamento tanto...

—¿Por qué? —quiso saber confundido.

—Debí haberme ido a casa, ahora no sé cuándo podré regresar, estoy abusando de tu

—Me harás enojar —me interrumpió amable. —Ya te dije que no me molesta. Imagínate lo aburrido que estaría si me encontrara solo aquí.

—Pero Alex, no podemos ni siquiera salir a comprar. Y no sabemos hasta cuándo durará esto. ¿Qué pasa si nos quedamos sin comida? ¿Qué haremos?

—Tenemos comida para un mes. No me importaría quedarme encerrado contigo un mes —dijo guiñándome un ojo. —Pero no te preocupes. Seguramente para mañana ya todo estará reestablecido.

Asentí levantando la chocolatada a mis labios.

—Quizás no las clases. Es difícil moverse a la facultad para asistir. Pero sí los negocios y esas cosas.

—Bien, ahora me siento un estúpido —dije bajando mi mirada avergonzado.

—¿No nevaba en tu antiguo lugar? —consultó curioso. Negué con mi cabeza. Había neviscado un par de veces, pero nada para destacar. El invierno anterior, cuando habíamos venido a la ciudad con León para averiguar sobre las carreras también nevaba, pero nada parecido a lo que había afuera. Daba miedo. —Aquí no es extraño, pero sí esta vez nevó bastante. Yo creo que parará a la noche.

—¿Y si no lo hace?

—Pues te puedes seguir quedando —respondió encogiéndose de hombros. —Hay una muda de ropa sin usar y tienes un cepillo de dientes, así que está bien.

—Esta ropa no estaba sucia —dije señalando la que traía puesta. —Por eso no usé la otra.

Sonrió burlón pero no dijo nada más. Se puso de pie, besó mi frente y dejó su taza en el lavado.

—Tengo que terminar de corregir unas cosas, pero con esta luz...

—Movamos la mesa a la ventana —sugerí. Había un mueble allí pero no sería difícil moverlo; él me observó sorprendido unos segundos y asintió.

Nos pusimos manos a la obra e hicimos la modificación. Ciertamente la mesa allí quedaba bastante bien, teníamos buena luz y una vista fabulosa.

Alex me prestó los textos de las clases prácticas para que pudiera por lo menos avanzar sobre esa materia. Me sentía afortunado por tener las anotaciones explicativas de Alex, pero no dije nada, no quería que se sintiera culpable por tener a un privilegiado en su casa.

Fui yo quien me senté a su lado. Él lo haría de todas maneras, no es como si pudiera retrasar aquello. Me observó de reojo, pero no dijo nada. Sin embargo, no nos estábamos tocando, sólo sentados uno al lado de otro.

Estuvimos el resto de la tarde ocupados haciendo lo mismos. Llamé a mi trabajo alrededor de las cinco cuando prendí el teléfono para esperar la llamada de Nano y me dijeron que estaríamos cerrados toda la semana. La nieve había afectado las instalaciones y no eran seguras por el momento. La semana estaría cubierta. Nos pagarían. Estaba feliz por eso.

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