72. Huir.

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Alex pasó su brazo por encima de mis hombros y me condujo, con mucha paciencia, a la mesa de su cocina.

Otra vez lloraba desbordadamente, como esa vez, cuando Alex y León se estaban besando en ese bar y corrí a los brazos de Ignacio. Yo sabía que me detendría en algún momento, como en esa vez, me iba a detener, pero tener a Alex frente a mí no estaba ayudando demasiado.

Él se movió rápido a buscar un vaso con agua y me lo tendió acercando su silla a la mía. Me tomó la mano libre y esperó a que intentara darle, aunque sea, un trago. Luego me arrastró hacia su cuerpo y me apretó en un abrazo contenedor.

—L-lo lamen... lamento —hipé afirmándome de su espalda mientras hundía mi rostro en su pecho.

Alex acarició mi cuerpo y dejó un suave beso en mi cabello largando un bajo "shhh".

No me detuve.

Por mucho rato, no pude parar, era como si una represa que había sido destruida y no podía ser detenida, ni siquiera porque unos fuertes brazos intentaban contenerla. Me concentré en respirar, pero el aroma amaderado de Alex me llevó a recuerdos felices y dolorosos. Yo debería haberme quedado con Abril, no tendría que haber aceptado su invitación, esto no estaría pasado si yo hubiera dicho que no.

Pero no en ese momento. Si yo hubiera dicho que no quería estar cerca de él desde el principio, nada de eso estaría pasando, no habría tanto dolor. Pero luego recordaba los momentos felices y cómo yo había cambiado, para bien o para mal, y simplemente no podía pensar que no haberlo conocido hubiera sido lo mejor.

Me concentré en respirar y de pronto pude detenerme. Había pasado mucho rato, quizás horas, pero finalmente había parado. Agradecía al cielo que lo había logrado.

—Lo lamento —dije ahora más entero. Me empujé de su cuerpo y me concentré en el vaso entre mis manos. —Voy a llamar a alguien para que venga por mí.

—¿Recuperaste tu teléfono? —consultó arrimándose otra vez. Asentí y limpié mis ojos.

Me acercó nuevamente a su cuerpo y volvió a abrazarme.

—Quédate por hoy. No me molesta.

—No —tragué saliva y largué el aire retenido en mis pulmones. —Sino me voy ahora, no lo haré nunca. Llamaré a Jude o Richard, ellos vendrán por mí.

El abrazo se hizo doloroso e intentó aplacarlo con una caricia en mi espalda, pero mis huesos crujieron un poco bajo su agarre.

—No hace falta. En serio, no puedes irte así.

—Puedo —suspiré y lo empujé dándole una sonrisa. Ni siquiera quería mirarlo demasiado, mi rostro seguramente era un desastre. —Y lo haré.

Saqué el teléfono de mi bolsillo y abrí la aplicación de mensajes. Richard era un lugar más seguro al que ir, pero él era un hombre de familia y, por lo que indicaba mi teléfono, pasaban de las tres de la mañana. Entonces Jude se convirtió en mi mejor opción.

Pero la mano de Alex, sobre el objeto, me impidió hacer cualquier movimiento.

—Gael —negó con la cabeza y sacó el teléfono de mis manos. Se puso de pie y tiró de mi mano. —Vamos a dormir. Si cualquiera te ve en este estado no me lo perdonaré. Descansa un rato y luego, seré yo quien te llevaré a casa. Te llevaría ahora pero no puedo manejar así.

—No necesito quedarme —dije intentado soltarme de su agarre.

—Es cierto, pero yo necesito que lo hagas —dijo más suave tomándome completamente desprevenido. Se acercó un paso y me acarició mi mejilla. —Descansa, mañana hablaremos bien.

MIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora