23. Mutuo

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Las cosas se volvieron bastante pegajosas luego de eso. Bueno, yo me sentía bastante pegajoso y quería tener a Gael conmigo todo el maldito tiempo.
Nosotros no habíamos tenido sexo propiamente dicho, nos habíamos tocado muchas veces, nos habíamos besado millones más y Gael me había dejado darle dos mamadas. Era feliz con eso, no quería más, estaba bien y lo esperaría el tiempo que fuera necesario. Pero necesitaba verlo, urgentemente. Un mes había sido demasiado.
Incluso él no me dejó ir a la estación de autobús porque dijo que León estaba de muy mal humor. No me opuse, pero le hice prometer que en cuanto estuviera en su casa iría por él.
Claro que Gael no me hizo caso. A eso de las cinco de la tarde mi timbre sonó. Pensé que podía ser Josh o en su defecto Ian pero cuando oí su voz mis piernas temblaron un poco. Inmediatamente lo dejé entrar y lo esperé en la puerta mientras él subía.
Gael casi corrió desde el ascensor a mi departamento y me apretó en un fuerte abrazo cuando estuvimos dentro. Dejó caer su mochila al suelo y se colgó de mi cuello apretándome a su cuerpo.
Lo dirigí al sofá y me senté atrayéndolo a mí, simplemente abrazándolo y absorbiendo su aroma. Quería solamente sentir su cuerpo contra el mío, necesitaba sentirlo.
—Te extrañé —susurró con su nariz pegada a mi cuello y sus dedos mezclados en mi cabello. —Te extrañé tanto…
—Yo también gatito —dije haciendo lo mismo.
Quité su campera rápidamente y lo acerqué más a mi cuerpo. Dejé un beso en su cuello y absorbí su olor. Demonios, nunca me había sentido así de necesitado antes, con nadie.
—Peso —dijo queriendo salir de mi regazo.
—No —lo apreté más a mí. —Te quiero así, quédate un poco más.
—Claro —susurró acercando su pelvis peligrosamente a la mía. —Mierda Lex —gimió. —Quería venir antes pero
—Está bien, ya estás conmigo. No te dejaré ir de nuevo, lo juro —aseguré separándome de él para posar mis labios en los suyos.
Gael movió sus suaves y sabrosos labios sobre los míos, con deseo y necesidad mientras mis manos se movían por debajo de su ropa, a su espalda. Tomó lo que le di y me dio lo que yo quería también.
—No puedo respirar —dijo luego de varios minutos de compartir el beso más largo que habíamos tenido nunca. Sonreí rosando mi nariz con la suya y lo observé un poco más. —¿Es mutuo no? Dime que es mutuo.
—Por supuesto que es mutuo gatito —juré cerrando mi abrazo en su espalda. Y dejando un posesivo beso en su clavícula que le robó un suave quejido.
—Nano quería verme justo ahora —dijo con picardía apoyando su trasero en mis piernas, cómodamente. —Pero me escapé.
—Te meterás en problemas —sonreí orgulloso de él.
—Ignacio dijo que me cubriría, creo que es el único que puede manejarlo.
—Ese tipo parece bueno ¿No? —consulté intentando disimular mi molestia. No era la primera vez que él lo nombraba con esa emoción en su rostro. Asintió con entusiasmo.
—Él siempre me escucha.
—Me alegro —continué incómodo. No quería conocerlo. No quería ver cómo ellos interactuaban y eso estaba mal. Ignacio era su familia. Suspiré. Yo no estaba del todo bien. —¿Te quedas esta noche?
—Pensaba quedarme todo el fin de semana —dijo tímido. Recién era viernes. El lunes retomaban las clases.
—Claro que puedes, quiero que te quedes —aseguré besando en la comisura de sus labios. —Ahora nos veremos un poco menos… no tengo cátedras este cuatrimestre así que no estaré mucho en la facultad ¿Sabes? Y sumado a eso, tu trabajo… no quiero verte menos.
—Nos arreglaremos —dijo quitándose definitivamente de mi cuerpo, pero acomodándose a mi lado sin dejar de abrazarme. —Yo tampoco quiero verte menos, pero mis padres hablaron conmigo con respecto a nosotros.
—¿Lo hicieron? —consulté espantado.
—Sí. León estuvo un poco intenso con todo esto y ellos me prohibieron que descuide los estudios y mi trabajo por ti.
—¿Acaso no vieron los resultados del cuatrimestre pasado? —consulté molesto. León realmente me molestaba demasiado.
—Les dije lo mismo, pero ellos piensan que ahora será peor… lo nuestro me refiero y más al ver lo depresivo que estaba porque no estabas conmigo.
—Eres tan hermoso gatito —aseguré buscando sus labios para empezar un beso. Pero lo corté antes de ir más allá. Yo quería ir más allá, pero teníamos toda la noche y todo lo que restaba del fin de semana para eso. —¿No les dijiste que soy profesor? —consulté burlón.
—No. No quería que piensen que tenía ventajas por estar contigo, quiero que sepan que soy capaz por mis propios medios.
—Claro que lo eres, eso ni siquiera debería estar en duda —aseguré intentando disimular mi molestia. Que lo infravaloraran tanto realmente me enojaba. —Yo sé que eres capaz, ellos se darán cuenta con el tiempo y si no lo hacen… pues que se jodan.
—Alex —advirtió pero relajadamente. Él sabía que yo tenía razón. —Abril quiere conocerte.
—¿Tu hermana?
—Sí, ella dice que está feliz por mí, que me ve muy bien —sonrió apoyando su cabeza en mi hombro y me observó detenidamente. —Ella se ve bien también, ahora que León no está alrededor.
—A veces pienso que ese chico es un monstruo —susurré con cuidado. Él no me contradijo, yo sabía que él pensaba lo mismo.
—Mis padres me pidieron que compartiéramos más con él, que lo ven solo y que
—No —me negué de inmediato. —No quiero. León es bastante capaz de buscar sus propios amigos y puede buscarse una novia. No quiero compartirte con él.
—Mmm…
—Podemos, si quieres, algún día inventar algo con tus dos hermanos y tu cuñado. Pero no sólo con él, no quiero que piense que puede estar entre nosotros cuando quiera —continué intentando calmar mi respiración. En serio ese chico me enojaba. —Perdón, pero no cederé en eso Gael.
—Está bien, yo sólo quería decirte lo que ellos dijeron. Yo tampoco quiero, así que está bien —dejó un pequeño beso en mi cuello y sonrío. —Gracias.
—¿Por qué? ¿Por elegirte sobre él? —reí. Eso era estúpido. Él no tendría ni siquiera decirlo. Nunca lo elegiría por encima de León.
—Eres quizás la única persona.
—Y Catalina —le recordé. Esa chica que se había comenzado a juntar con él parecía una buena muchacha.
—Bueno, no sé cuánto irá a durar ella luego de que León se entere.
—No. Catalina no parece tan tonta como Victoria —aseguré y él me dio un asentimiento esperanzado. Yo realmente deseaba que ella no fuera tan estúpida pero no podía estar cien por ciento seguro.
Se acercó a mi cuello dejando caer sus piernas sobre las mías y aspiró profundamente dándome cosquillas. Por suerte había tomado un baño más temprano, a veces, que él hiciera eso me ponía nervioso. Siempre pensaba que algún día olería mal y él no lo haría más, pero a Gael nunca pareció molestarle aquello.
—Extrañé cómo hueles —susurró acariciándome con la punta de su nariz.
Posó sus labios húmedos en mi piel y el cosquilleó se instaló inmediatamente en todo mi cuerpo. Gael succionó suavemente y hasta se animó a morder también.
Largué un suave gemido que nada tenía que ver con el dolor, no por lo menos el dolor de sus dientes en mi piel.
Gael se recostó en el sofá y tiró de mi cuerpo sobre el suyo. Abrió sus piernas y me invitó a acercarme. Su respiración estaba agitada, sus mejillas sonrojadas y sus manos temblorosas.
—Te extrañé —repitió atrapándome con sus piernas para acercarme más. Él estaba duro. Como yo.
—Gatito —dije sorprendido, era quizás la primera vez que él me lo mostraba así de abiertamente. Se sonrojó aún más, pero me invitó a besarlo más profundamente.
Lo hice, succioné sus labios, masajee su lengua mientras su cintura se molía suavemente contra la mía. Deslicé mis labios a su cuello y apreté mis manos en su trasero acercándolo más a mí y robándole varios jadeos demasiado calientes para mi gusto.
—Tócame —gimió metiendo sus manos por debajo de mi ropa.
Sonreí y me aparté para llevarlo a la habitación. Casi corrimos allí, no quería apresurar las cosas, pero visto y considerando su petición, no me importaba hacerlo.
Quité su ropa con rapidez y él hizo lo mismo con la mía. Pronto estuvimos desnudos en mi cama iluminados por la luz de la media tarde. Él se veía bellísimo y excitado. Su piel almendrada estaba caliente y suave.
Lo recosté y me posicioné entre sus piernas. Su miembro estaba erecto y brillante y no pude contenerme, lo quería entre mis labios, así que me incliné robándole un glorioso jadeo.
—Lex —dijo fuerte.
Me encantaba que me dijera así sólo durante los momentos calientes, me excitaba más de lo que debería.
Lo tomé, lo acaricié con mi lengua y lo disfruté mientras él se movía desesperada y desvergonzadamente, no como antes cuando se mostraba tímido. Él lo quería tanto como yo.
Sus dedos se entremezclaron en mi cabello y liberó la coleta antes de comenzar a marcar el movimiento. Él era suave conmigo, como si en realidad me estuviera cuidando. Yo había tenido un par de amantes, pero Gael era el primero en preocuparse por mí a pesar de la excitación que lo invadía.
Se corrió rápido, más de lo que me hubiera gustado. Alcanzó a sacar su miembro de mi boca antes de hacerlo y quise quejarme, pero no lo hice cuando me encontré con sus ojos cargados de deseo.
Tiró de mí sobre su cuerpo y me giró de un solo movimiento dejándome bajo él. Gael realmente me estaba sorprendiendo en ese momento.
Arrastró sus besos húmedos por todo mi pecho mientras una de sus manos se apretaba con suavidad en mi propia erección. Cerré los ojos disfrutando la sensación, pero me obligué a abrirlos cuando una hermosa y caliente humedad se envolvió en ella.
Lo observé y casi me vengo de solo ver sus hermosos labios alrededor de la punta de mi polla. Él me miró una milésima de segundo, calientemente sonrojado, antes bajar sus ojos a mi miembro.
Gael cubrió sus dientes con sus suaves labios y su lengua jugueteó bastante bien sobre la erección mientras chupaba y absorbía con ganas.
Jadeé más fuerte de lo esperado e, intenté en vano, disimular los temblores de mi cuerpo. Ni siquiera pude tocar su rostro aunque quería hacerlo, porque no sentía el control de mi cuerpo. Toda mi atención estaba puesta en esos gruesos labios acariciándome con diligencia y entrega, con deseo. Gael lo estaba haciendo porque realmente deseaba hacerlo.
—Gatito —gemí afirmándome a las sábanas intentado contener el orgasmo porque quería sentir eso para siempre. Él chupó con más ganas moviendo su cabeza de arriba abajo generando la sensación más placentera que había sentido nunca. —Gael —advertí moviendo su boca para finalmente venirme con un lastimero jadeo.
Gael se apresuró a moverse encima de mi cuerpo y se afirmó a él mientras los espasmos aún recorrían todo mi ser.
Lo abracé fuerte, tanto que creí que lo lastimaría, pero no podía pensar con claridad y no pude medir mi fuerza. Él tampoco lo hizo, sentí sus uñas clavadas en mi piel, pero no me quise quejar. No podía quejarme de nada que viniera de él.
—Eres tan sorprendente gatito —dije acariciando su espalda hasta su trasero para dejar mi mano allí. Era firme y suave. Quería, en realidad, moría para hacerle tantas cosas, pero necesitaba darle tiempo, no podía presionarlo, no quería perderlo por no poder controlarme.
—¿Estuvo bien?
—¿Bien? Acaso no viste el desastre que hiciste de mí —reí besando su frente. Él levantó sus labios a los míos para posarlos en un casto beso. —Te quiero gatito.
Él jadeó bajo y sensual antes de pegarse más a mí susurrando un bajo “Yo más”. Quizás no había querido decirlo, pero yo lo oí y eso me hizo absolutamente feliz.

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