76. Todo el tiempo del mundo.

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Capítulo final.

Sonreí antes de ir por sus labios y lo besé con lentitud, con suavidad, sin prisa. Teníamos tiempo, todo el tiempo del mundo. Nos teníamos, el uno al otro. Yo era suyo, y él era mío. Y sabíamos, que nada ni nadie cambiaria ese hecho.

Lo conduje hasta mi habitación... no, a nuestra habitación, y lo recosté con suavidad en la cama donde poco a poco le quité la ropa hasta dejarlo completamente desnudo y excitado. Gael tenía la respiración agitada y su rostro reflejaba la anticipación de lo que estábamos por hacer. Había un rubor sensual en sus mejillas y en sus ojos un brillo caliente.

Él se movió hacia mí y se ocupó de mi ropa también, a mi poco me importaba mi estado en ese momento, quería y necesitaba hacerlo sentir bien, hacerlo disfrutar, borrar el primer encuentro que habíamos tenido en donde todo había sido enojo, celos y urgencia.

Lo recosté nuevamente sobre la cama y me ubiqué entre sus piernas sin dejar de besarlo. Amaba la dulzura de su boca y su suavidad, amaba lo cálida que se sentía en cada beso.

Con suaves movimientos acerqué mi erección a la suya y dejé que se frotaran juntas como tantas veces lo habíamos hecho durante esas últimas semanas, pero Gael y yo sabíamos que esa noche iríamos más lejos.

Me estiré a la mesa de noche y tomé el lubricante y un condón.

Dejé algunos besos en su cuello antes de descender por su pecho y ocuparme de probar cada parte de su piel hasta llegar a su dura erección. Le había hecho mamadas también, y le gustaban demasiado, sus gemidos poco desvergonzados cada vez que mi boca envolvía su pene me lo decían con claridad, pero nunca me había animado a tocarlo mientras lo tomaba entre mis labios.

Unté mis dedos y moví uno a su entrada para poder prepararlo mientras mi boca en su erección funcionaba como distracción. Y mierda si no lo hizo. Se estremeció y jadeó con fuerza cuando lo deslicé dentro.

Gael no se mostró nada tímido y se empujó contra mi intrusión en busca de más contacto. Casi me reí, lo hubiera hecho si no hubiera estado ocupado saboreando a mi pequeño gatito.

Lo preparé bien, me tomé mi tiempo a pesar de que él me aseguraba que estaba listo, que podía y quería tomarme.

Lo abandoné unos eternos segundos para poner el condón y fui directo a su boca que esperaba ansiosa. Me alineé a él y presioné despacio.

—Lex —gimió fuerte y caliente dejando mis labios para inclinar su cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello a mí. No me resistí y lo mordí mientras me empujaba más adentro escuchando varias maldiciones de placer.

Amaba que me dijera Lex. En serio, era verdaderamente estimulante.

Sujeté sus caderas con fuerza mientras Gael se empujaba más y más contra mí, y mantuve el ritmo constante y amable, empujando justo su punto sensible, haciéndolo jadear más y más fuerte a medida que los minutos se extendían.

Gael me pidió, me suplicó, que fuera más rápido y lo hice, empujé una y otra y otra vez dentro de él hasta que se contrajo en un fuerte agarre y llegó al orgasmo gimiendo mi nombre. Su apretado trasero me llevó allí segundos después. Fue glorioso, como debería haber sido la primera vez que hicimos el amor.

Me dejé caer sobre su cuerpo y le repetí muchas veces cuánto lo amaba, para que no quedara ninguna duda, para que él supiera lo valioso que era y lo mucho que significaba para mí. La sensación de que algo no estaba bien aún me inundaba y temía que tuviera que ver con Milo. No quería a nadie entre nosotros, mucho menos a un viejo amor que ya no era nada más que un lejano recuerdo.

MIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora