Respiré profundamente al cruzar la puerta del departamento. Podía parecer estúpido, pero estaba bastante nervioso por enfrentarme, por primera vez, a un montón de gente desconocida.
Desde que tenía uso de razón León, mi hermano gemelo, había estado conmigo y había sido el encargado de hacer los sociales. Yo simplemente lo había seguido, había asentido ante su charla y había intentado, con mucho esfuerzo, llevar alguna sonrisa a mis labios.
Cuando él no estaba a mi lado la gente no se acercaba a mí y todo era más fácil de esa manera. Las pocas personas que lo habían hecho eran mayormente amables y lo hacían porque me veían muy solo; pero entonces, no menos de diez minutos después, León llegaba, hablaba con ellas y yo dejaba de existir. Siempre era así.
Pero no es día. No en mi primer día de Universidad.
Yo había elegido seguir la carrera de Diseño gráfico. León se había inclinado por estudiar Medios de comunicación. Debía agradecer a mi hermano mayor Nano por eso. En algún momento, un meses atrás, León había oído lo que yo quería estudiar y se había entusiasmado bastante en seguirme, pero Nano lo había convencido para que no lo hiciera; estuvieron hablando casi una semana entera sobre el futuro y finalmente León había elegido Medios de comunicación con la intención de algún día poder trabajar juntos. Él y yo. Ese era su plan.
No me importaba. Si algún día trabajábamos juntos, lo que seguramente pasaría porque León solía ser muy persuasivo, no me importaba. Pero yo quería y necesitaba esos años de carrera para mí. Quería poder ser normal aunque sea cinco años. Quería ser Gael Iniestra y no el gemelo de León.
Con ayuda de mis padres había conseguido un departamento no muy alejado de la Universidad. Mi hermano y yo habíamos trabajado el año anterior para poder ayudarlos a pagar nuestros estudios y teníamos planeado encontrar algo de medio tiempo en la ciudad también. Estudiar era caro y nuestros padres no tenían trabajos demasiado estables. Papá era obrero y tenía una discapacidad motriz debido a un accidente laboral. Mamá era empleada doméstica, y a pesar de que su trabajo era mucho mejor de lo que había sido algunos años atrás, la paga no era mucha. Además teníamos una hermana menor, Abril de 16 años, que aún vivía con ellos. No estábamos mal. Pero no estábamos bien tampoco.
Mi hermano Nano, el mayor, se había mudado a la ciudad hacía aproximadamente unos cinco años, quizás más. Nosotros no habíamos compartido mucho tiempo juntos. Cuando Nano vivía en el poblado, mis hermanos y yo, no vivíamos allí. Estábamos en el campo, con nuestra abuela porque la situación económica era muy mala y no podían mantenernos a todos allí. Nano era un adolescente, mamá trabajaba puertas adentro en una casa de familia y papá hacía trabajos esporádicos. Sin embargo yo sentía que conocía a mi hermano mayor como si hubiera compartido con él toda la vida. Lo admiraba, y lo admiraba mucho aunque nunca se lo hubiera dicho.
Nano había crecido prácticamente solo y se había criado bien. Tenía sus defectos, por supuesto, había tenido una adolescencia dura y se había envuelto en drogas y alcohol, nada grave pero sí lo había hecho. Nadie podía decirle nada con respecto a eso, lo había hecho lo mejor que había podido.
También me gustaban sus amigos. Él tenía muchos de ellos y de hacía mucho tiempo. Yo, en cambio, no tenía ninguno.
León había pensado en poder vivir con Nano en la gran ciudad. Nano había terminado de estudiar recientemente, había encontrado un trabajo rentable y podía ayudarnos con el alquiler. Eso había pensado él. Yo le dije que no era buena idea, Nano vivía con su mejor amigo Ignacio y una pequeña niña, sobrina de éste. Yo sabía que había algo más allí, había oído a Abril y mamá hablar sobre la relación de Nano e Ignacio, pero nunca lo dijeron claramente. León, por supuesto, no había oído nada. Él nunca oía nada que no fuera su propia voz.
ESTÁS LEYENDO
MIO
Teen FictionEs fácil acostumbrarse a no esperar nada, a no querer nada, a dejar que las cosas simplemente pasen. Lo difícil es querer, esperar y luchar por algo... o alguien.