18. Gatito Pequeño.

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N/A: Sí, esté capítulo comienza con una nota...

Se les ruega encarecidamente que disfruten la lectura, lean despacio, sin prisa... los capítulos no irán a ningún lado y me llevó mucho tiempo escribirlos como para que los lean en 20 minutos 😅😅😅

Sin más que decir, pueden continuar con su lectura.







Un mes era demasiado.
¿Qué trabajo te permitía falta un mes entero? Esos empleadores eran poco serios, debía decirle a Gael que busque un trabajo mejor.
Y qué pasaba si él regresaba y su trabajo no lo estaba esperando. ¿Había él pensado en eso cuando decidido tomarse un maldito mes de vacaciones con sus padres, lejos de mí? Definitivamente no lo había hecho.
Bueno, teóricamente no había sido un mes entero, pero para el caso era lo mismo. Habíamos hablado una vez por semana y nos habíamos mensajeado todos los días, sin embargo no era lo mismo. Necesitaba verlo, sentirlo, tocarlo. Ese muchacho me había vuelto un adicto y yo siempre había estado en contra de las drogas.
La primera vez que lo vi se encontraba parado frente a la facultad. Con sus ojos grandes mirando el edificio. Tenía sus manos firmemente agarradas a la cinta de su bolso y estaba estático, simplemente quieto entre los pocos estudiantes que transitaban por el lugar. Estaba temblando. Se podía notar en sus piernas, pero bien podía ser de frío. Su ropa era demasiado delgada y holgada.
No era mi tipo. Definitivamente no me gustaban tan delgados, no fue eso lo que me llamó la atención en ese momento, sino que parecía tan... fuera de lugar, tan asustado. Quise acercarme para preguntarle si se encontraba bien, pero una chica se paró a su lado e hizo el trabajo. Me retiré sin más rodeos y me apresuré al salón donde los otros ayudantes y el profesor Villegas esperaban.
Había aceptado el trabajo de ayudante de cátedra por presión de Daniel Benet. Él me dijo que me serviría mucho mientras terminaba la carrera aunque no fuera la docencia lo que quería hacer luego. Acepté por el dinero también, no era mucho pero servía para dejar de depender, poco a poco, de mis padres.
Me acomodé con mis colegas en una esquina del gran salón mientras observaba a los ingresantes repartirse ansiosos por todo el espacio. Estaban demasiado temprano, yo no había llegado tan temprano a mi primera clases... de hecho había llegado media hora tarde ganándome una mirada amenazadora del profesor. Amaba el espíritu de esos muchachos, creo que nunca lo había tenido.
Miguel, el profesor Villegas, ingresó al lugar de malhumor. Él no soportaba la vitalidad de los nuevos, lo había mencionado un par de veces. Siempre supuse que era demasiado estricto con el fin de poder robarles un poco de esa vitalidad. Él no era malo, pero a veces era un poco perverso.
El muy maldito hizo una presentación escueta de la materia y se largó del lugar dejándonos a cargo. Ni siquiera éramos los profesores de las prácticas, éramos simplemente ayudantes, pero a él le pareció buena idea hacer aquello.
Miré a los otros muchachos y suspiré. Ninguno diría nada, era más que evidente. No quería hacerme cargo pero después de todo era el mayor allí, pocos se atrasaban tanto como yo. A los 22 años debería haber terminado, claro, si hubiera podido ingresar a los 18. Pero no, yo había ingresado dos años después porque había intentado ahorrar para pagar mis propios estudios... no pude y terminé recurriendo a mis padres. Patético.
-Bueno -dije intentando mantener mi voz tranquila. Yo estaba nervioso. Quizás sí tenía un carácter bastante fuerte, pero era mi primera vez hablando frente a tanta gente. Intenté una sonrisa, eso les gustaba a todos, por lo menos los distraería un poco. -El profesor Villegas fue bastante claro. Nosotros seremos los ayudantes de los profesores de prácticos, podrán recurrir a nosotros si tienen dudas, estamos para ayudarlos justamente. ¿Alguna pregunta?
-¿Cómo es tu nombre? -consultó una chica en las primeras filas. La observé y me resultó conocida pero no podía decirlo bien; claro que cuando hice una inspección general de su grupo y noté al chico asustado de hace unos minutos atrás me di cuenta que había sido quien se había ocupado de él.
-Alex Briand -respondí observando disimuladamente al muchacho. Él estaba arrinconado contra la pared, había dejado una silla libre entre él y la chica, pero realmente se veía como si estuviera a punto de salir corriendo de allí. Cualquiera podría decir que lo habían obligado a sentarse en ese lugar y era muy posible que fuera así.
-Alex -repitió la chica, extremadamente coqueta. -¿Tienes novia Alex?
-Creo que eso no tiene que ver con la materia -respondí amable. Ella sonrió más grande.
-Claro que tiene que ver... necesitamos saber qué tan ocupado estarás con tu novia para saber qué tan dispuesto a ayudarnos estarás también.
-No, señorita. No tengo novia -respondí evitando decir que no tendría tampoco. A mí no me gustaban las chicas, mucho menos las que eran como ella.
Rió fuerte y buscó la complicidad de sus compañeros. El muchacho a su lado parecía cada vez más asustado y sus ojos buscaban con desesperación una salida. En serio él parecía un pequeño gatito en medio de una multitud.
-Yo tampoco tengo novio por ahora -continuó la muchacha enroscando su cabello en su dedo. -Creo que podríamos ir a tomar un café luego de clases.... No entendí algunas cosas del plan de estudio que explicó Villegas.
-Seguramente el señor Villegas no tendrá problema en reunirse contigo después de clases, yo soy sólo un ayudante -dije observando nuevamente a su grupo, especialmente al muchacho que ni siquiera parecía impresionado por la actitud de la muchacha. Él quería correr lo más rápido que pudiera de allí. Me giré a los demás ayudantes. -¿Algo para agregar? -respondieron con un movimiento de cabeza. -En ese caso...
-¿En qué comisión estás? -volví mi mirada a los estudiantes. La chica era realmente persistente.
-Lunes 14 horas -respondí comenzando a molestarme. ¿Era necesario que le dijera que yo era gay frente a tantas personas o el nombre de Benet sería suficiente para espantarla? -Pero te recuerdo que yo sólo soy ayudante. El profesor de práctico es muy severo y muchos prefieren evitar esa comisión.
-¿El profesor Benet? -quiso saber uno de los muchachos del grupo de la chica.
-Sí. El profesor Benet -dije levantando mi sonrisa, la cara de la chica era de absoluta molestia. Su juego había llegado hasta allí. Ella sabía quién era Daniel Benet.
No sólo ella. Hubo un susurro general de quejas sobre aquello. El horario de Benet era el más conveniente de todos, siempre lo era, pero la mayoría lo evitaba porque él era muy estricto e inflexible. No habían excusas válidas para él, nunca. No habían notas misericordiosas, ni ayudas innecesarias. Él era un excelente profesor pero era incluso peor que Villegas. Se alimentaba del sufrimiento de los principiantes.
-Bueno -continué. -Si no hay más preguntas, aquí están los horarios de las clases prácticas con sus respectivos docentes y ayudantes. La inscripción será por el sitio Web a partir de mañana.
Pegué la hoja en la pared y me retiré hacia la salida siendo acompañado por los otros ayudantes que me felicitaban por la facilidad de tomar el mando de lo que acaba de pasar. Yo no me sentía orgulloso, aún me temblaban las manos y mi garganta se sentía extremadamente seca.
Recibí el jugo que me tendió uno de ellos y me despedí mientras el resto del alumnado abandonaba el lugar. No me fui sólo porque noté que la chica coqueta se alzaba sobre el muchacho que parecía incluso más asustado que antes. Ella tenía una cara de pocos amigos y él simplemente respondía sin siquiera mirarla a los ojos; no había parecido al principio, antes de ingresar cuando ella se acercó a él lucía amable, pero en ese momento parecía que lo estaba amenazando.
Ella entornó los ojos y se marchó sin más. Él estaba evidentemente guardando sus cosas con calma, dejando un espacio para que ella se vaya primero.
Cuando todos abandonaron el lugar me acerqué cuidadosamente al gatito asustado. Sus manos estaban temblorosas mientras guardaban, una por una, sus cosas. Se veía un poco pálido, tenía ojeras y sus labios resecos. En sus ojos había un brillo extraño, no era miedo, pero no podía decir bien de qué se trataba.
-¿Estás bien? - consulté consiguiendo su mirada café en mis ojos. No era un café oscuro ni uno claro, era uno extraño, muy bonito. Nunca había visto unos ojos así de bonitos siendo tan simples.
Él dio un respingo antes de apartar la mirada dándome un pequeño asentimiento. Lo observé más detalladamente mientras tanto. Su contextura era delgada efectivamente, pero su ropa bastante holgada lo hacía parecer más flaco de lo que en realidad era. Tenía unas manos delicadas y bonitas, su piel, aunque se veía pálida en ese momento, era almendrada y tersa. Y sus labios, él tenía unos labios rosados y gruesos.
Pestañeé con rapidez para alejar algunos pensamientos impuros cuando me encontré con su boca. Él era un alumno por dios santo, no podía siquiera pensar en poner mis manos en él por muy bonita que fuera su boca. Benet me mataría.
-Tú no te ves bien -reafirmé cuando sus manos, sus delicadas manos, temblaron un poco más.
-Estoy bien -dijo bajito. Su voz apenas había sido un susurro y llena de inseguridad.
-Todos tus amigos estaban muy animados y tú parecías estar siendo intimidado. Estás pálido...
-En serio, estoy bien -intentó asegurar levantando sus gruesos labios en lo que parecía querer ser una sonrisa. No le salió. Suspiró con desgano. -No estoy acostumbrado a rodearme de gente, eso es todo. Fue muy abrumador.
-Ya veo -comprendí. Ciertamente él parecía incómodo incluso con mi propia presencia allí. Me senté en la mesa frente a la suya y lo seguí observando en sus torpes movimiento, ahora más rápidos. Quería huir de allí ahora que no había más personas a su alrededor. -¿Cómo te llamas?
-Gael.
-¿Y tu amiga? -consulté.
Él volvió su mirada súbitamente a la mía y me observó. Me miró a pesar de, segundos antes, evitarlo a sobre manera. Algo de comprensión cayó en su rostro y un gesto triste cruzó sus ojos.
Movió su mirada haciendo un rápido recorrido del lugar.
-Victoria -respondió sin ninguna emoción en su voz. Si antes había nerviosismo o incomodo en ese momento no había nada. -Nos conocimos hoy.
-Ella parece intimidante -continué arriesgándome un poco.
Volvió a mirarme, esta vez una milésima de segundos antes de aplastar sus labios juntos. No hizo ninguna diferencia, ni siquiera se veían menos apetitosos y delgados, se veían igual de rosados y suaves. Los humedeció un poco y se encogió de hombros obligándome a apartar mi mirada de ellos.
-Ella está bien -respondió con rapidez. Hizo una reverencia con su cabeza y agregó. -Yo me voy.
No me dio tiempo a despedirme, él casi corrió fuera del lugar. En ese momento parecía que yo me había convertido en el intimidador en esa secuencia. Pero allí descubrí que no era Victoria el problema, sino él. Tal como lo había dicho segundos atrás.

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