La cabeza le dolía y no paraba de escuchar voces. Quizá se estaba volviendo loco con todo lo que había pasado. Al abrir los ojos se dio cuenta que para su mala suerte seguía con vida, y que las voces que escuchaba eran las de los hombres vestidos de negro que cuidaban la puerta de la que parecía ser su habitación.
Se levantó de la cama caminando hacia la puerta listo para salir y confrontar a su padre, pero los grandes cuerpos de esos gorilas no le permitían dar un paso fuera de la habitación.
-Quiero ver a mi padre - exigió apretando los puños.
-Esta atendiendo un asunto importante - habló uno de ellos - No puede verlo ahora.
-Llamen a mi padre ahora mismo - la sangre le estaba hirviendo y sentía una gran impotencia.
El más grande de los hombres lo tomó del brazo para llevarlo hasta la cama. El chico de piel blanca en un rápido movimiento le quito el arma del cinturon al sujeto.
-Puede lastimarse - le advirtió - No sabe usar un arma.
Pete recordó todo lo que le había explicado Pond sobre las armas el día que le dio una, y con ello apuntó al hombre quitando el seguro.
-Pueden llevarme con mi padre y no disparare - no despegaba la mirada de los sujetos - Que sean dos no me va a impedir dispararle a alguno de ustedes antes de que siquiera se acerquen y me quiten el arma. Estoy seguro que ninguno quiere correr el riesgo y ser ese hombre.
Los sujetos se miraron a los ojos, y sin una palabra más pasaron por delante para llevar al chico de piel porcelana al sótano donde se encontraba su padre.
-¿Por qué trajeron a mi hijo hasta aquí? - gruño al ver a su hijo al principio de las escaleras - Ahora estoy ocupado con algunos negocios, quizá podemos hablar más tarde hijo.
Pete alzó el arma haciendo a su padre a un lado. Dentro del sótano se encontraban sus secuestradores, incluido Ae. Era como si el alma le hubiera vuelto al cuerpo. Todos estaban golpeados, llenos de sangre y con las manos atadas a la espalda.
-Tienes que dejarlos ir - se giro en dirección a su padre - Ya me dejaron en libertad y nadie se entero de tu sucio pasado.
El señor Pichaya miro al hombre bronceado con rabia caminando hacia el para proporcionarle un golpe más.
-¿Cuántas mentiras le metieron en la cabeza a mi hijo? - soltó un grito.
-No hay mentiras - escupió sangre al suelo - Todo lo que me dije fue verdad.
-¿Como es que quieres que deje en libertad a estas personas que no conoces? - señaló a sus secuestradores - No puedes ponerlos por encima de tu padre. Si no los mato todo saldrá a la luz.
-Justo ahora parece que tampoco te conozco a ti - no bajaba la guardia por si a los hombres se les ocurría acercarse - Ellos siguen sus órdenes, no dirán nada - miró al hombre de piel canela.
-¿Como estas tan seguro? - sacudió la cabeza - Son unos crimilanes, no sabes como piensan ellos.
-Mi madre te perdono cuando decidiste dejar ese mundo, porque te amaba - no podía evitar mirar al moreno por cortos segundos.
-Eso no tiene nada que ver con esas personas - apretó la mandíbula.
-Como te dije; ellos siguen sus órdenes - repitió - El no haría o diría nada que pudiera lastimarme, porque me ama - un amago de sonrisa apareció en su rostro, el hombre bronceado solo podía mirarlo - Y yo lo amo - murmuró.
-Te secuestro, ¿acaso te volviste loco? - alzó la voz.
-¿Que pasa si te digo que yo planee todo el secuestro? - se alejó unos pasos más de su padre cuando este los dio hacia el.
-Te doy todo - soltó una risa - ¿Por qué querrías el dinero?
-Para salvar a la madre de la persona que amo, y que no pase por lo que yo - trató de utilizar las palabras correctas temiendo el haberse equivocado.
La mirada de su padre fue hasta Ae.
-¿Tu madre aún sigue con vida? - en su voz había sorpresa. El hombre de piel canela asintió - Aún así es una mentira, tu no lo planteaste.
-Tendrás que matarme a mi también - esa ocasión sus manos no temblaban al sostener el arma - Porque eso le diré a la policía, y confesarte que estaba enterado de todo lo que hacías. Iremos juntos a prisión - finalizó viendo como la expresión de su parte cambiaba de repente.
-No puedes - negó con la cabeza formando una sonrisa nerviosa.
-Al parecer ninguno de los dos nos conocemos - se encogió de hombros - Deja que la policía se encargue de ellos y cumplan con lo que cometieron.
-Tengo una condición - tomó un respiro sin tener otra opción.
Pete asintió dándole a entender que estaba listo para escuchar y llegar a un acuerdo.
-Cumplirán su sentencia en prisión. No quiero que vayas a visitarlos a ninguno de ellos. Y cuando sean libres no quiero que los busques - enumero.
-No creo que estés en posición para pedir algo así - se cruzo de brazos - Cumplirán su sentencia en prisión, pero lo demás no creo que esté a discusión.
-Mientras vivas en mi casa seguirás mis órdenes - gruño.
-Con eso estoy de acuerdo - asintió - No me quedaré mucho tiempo. Me costará volver a querer mirarte a la cara después de haberme mentido durante tantos años.
El señor Pichaya apretó los puños.
-Llamen a la policía - ordenó a los hombres en el umbral de la puerta.
El padre de Pete salió del lugar acompañado de los sujetos que los habían llevado hasta el lugar. El chico de piel porcelana camino hasta sus secuestradores abrazando a cada uno de ellos hasta detenerse delante de Ae.
-Tu madre estará bien - acarició sus mejillas con ambas manos - Cuidaré de ella por ti hasta que salgas.
-Gracias - susurró cerrando sus ojos cuando el castaño acercó sus rostros - Te amo.
-Lo sé - las esquinas de su boca se estiraron en una sonrisa - Porque te amo con la misma intensidad.
Junto sus labios a los del hombre bronceado dejando que sus bocas fueran las que mandaran en ese momento, hasta que tuvieron que separarse por falta de aire.
-Iré a visitarlos siempre que pueda - miró a las personas que sonreían.
-Siempre puedes hacerle visitas con final feliz a mi hermano - no podía faltar una broma de Pond.
Compartieron las últimas risas hasta que llegó la policía.
~Sun&Moon 🍂🥀
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[Captive By Love] ➳ AePete © ✔
Fanfiction"Al amor y a ti los conocí el mismo día" En la guerra y en el amor todo se vale, y las cosas no siempre son como uno quiere. Sin ser conscientes de tener algo en común y de que la vida puede cambiar de un momento a otro. Que el destino es la fuerza...