19. ¿Qué pasa con el señor Barnett?

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El día siguiente fuí a trabajar al lado de Kilian. Todo transcurrió perfectamente, excepto porque Greta volvió a visitarlo. Ésta vez iba sólo ella, y dijo que trabajaría con él también. Creo que sintió algo de envidia de que estuviera con el chico que evidentemente le gustaba.

En esa ocasión, Kilian me permitió inmiscuirme un poco más en los procesos de la empresa. Fue increíble, tenía la impresión de que confiaba en mí.

Cuando el día laboral terminó, fuimos a casa y el cocinero había preparado un platillo delicioso. Todos nos sentamos a degustarlo, la conversación fue muy amena.
Confieso que todo parecía ir a la perfección.

Por la tarde, bajé a la sala de estar. Tenía ganas de leer allí, por lo tanto fuí con el libro que Elían me regaló.

Pasé alrededor de 30 minutos ahí sin interrupción. Sin embargo eso terminó cuando Elían entró en escena.

-¡Qué placer el mío al verla con el obsequio que le di!- Fueron sus palabras al entrar.

-¡Oh! Sí, tenía algo de tiempo y decidí hojearlo. Es precioso.- Le dije.

-Me alegra tanto oír eso.- Se sentó al lado de mí.

-También decidí bajar porque mi habitación es helada, parece que el clima no mejora, y aquí el aire es más cálido.- Seguí la conversación.

-Sí, noté la calidez de este sitio.- Confirmó. -En cuanto al clima, casi parece que está por nevar.

-Lo sé.- Sonreí. Él me miró intensamente.-¿Sucede algo?- Me inquietó su actitud.

-No, nada. Supongo que aún no caigo en cuenta de su belleza.- Agregó.

Me empecé a sentir incómoda por su comentario.

-Bueno, si me permite, voy al jardín.- Dije evadiéndolo.

Me puse de pie, él hizo lo mismo.

-Con permiso.- Terminé diciendo.

Me volteé para dirigirme hacia afuera.

De repente sentí una fuerza que me atraía de regreso a mi sitio.
Era Elían. Había tomado mi mano y me había hecho girar de nuevo hacia él.

-¿Sucede algo?- Pregunté estupefacta. No entendía por qué se comportaba así. En mi rostro se reflejó confusión pura.

Él no me respondió, seguía mirándome pesadamente, sus ojos brillaban y había intensidad en ellos.

Hizo un rápido movimiento. En cuestión de segundos estaba besándome, no en los labios sino justo al lado de ellos.

Por milímetros no tocó mis labios. El beso fue en la mejilla pero extremadamente próximo a éstos.
Parece que esa era su intención y no se trataba de un error suyo.

Lo empujé y sin meditarlo siquiera terminé abofeteándolo.

-¿Cómo se atreve?- Le reclamé mientras ponía mi mano en donde me besó. Sentí que lloraría.

-Señorita, disculpe... Yo...- Iba a dar explicaciones pero no lo permití. Me fuí tan rápido como pude hacia el jardín.

Por fortuna no me siguió. Estaba hecha una furia por su atrevimiento.
Me senté en una banca e intenté tranquilizarme.

[NARRADOR.]
Anica y Elían estaban tan sumidos en lo que ocurría que ni siquiera se percataron de que en la escalera se encontraba Kilian mirando todo hasta el momento en que Osmond besó a la señorita Wenzel.
Fue allí donde decidió darles "privacidad".

Se marchó a su despacho muriendo de celos. Había prometido no entrometerse, pero ¿por qué se sentía incapaz de controlar sus sentimientos?

Quizá Anica Wenzel le importaba más de lo que suponía.

Bebió una copa de vino e hizo su mejor esfuerzo por no pensar más en esos dos.
Se sentía algo decepcionado, no se había permitido mirar la reacción que tuvo Anica, así que la desconocía.

No podía controlar la pesadez que sintió en el pecho al ver a su mejor amigo besando a la dama que solía sonreírle tan especialmente, parecía que también mostraba esa sonrisa única para el señor Osmond.

[NARRA ANICA.]
Aparentemente pasé el resto del día en el jardín. La noche había caído, no soportaba el helado viento afuera; decidí entrar. Esperaba fervientemente no encontrarme a Elían.

Por suerte fue así. Caminé por los pasillos.
"Eso no es un primer beso, ¿cierto? En realidad él no besó mis labios sino justo al lado de ellos." Me repetí esa afirmación una y otra vez intentando autoconvencerme.

Iba pasando frente al despacho del señor Barnett, justo en ese momento él salió.

-Buenas noches.- Lo saludé.

Él no respondió, parecía extraño. En cambio siguió su camino, se dirigía a la biblioteca.

Me pareció grosero su gesto y me sorprendió por completo.
"¿Qué pasa? ¿Se sentirá mal?" Intenté excusarlo.

Lo seguí para aclararlo.

-Señor Barnett, ¿no me escuchó?- Le reclamé intentando alcanzarlo.

Seguía sin responder.
Me le adelanté y me puse frente a la puerta de la biblioteca, donde pretendía entrar.

-¿Qué pasa? ¿Está enojado conmigo?- Le pregunté claramente.

-No imagine cosas.- Dijo con muchísima seriedad.

-Acabo de hablarle varias veces y sólo me ignora, ¿eso lo imaginé?- Me molestó su suposición.

-Sólo hágase a un lado, está bloqueando la entrada.- Parecía irritado.

-No lo haré, sé que le ocurre algo, por lo tanto hable ahora.- Exigí sin moverme.

-¿Por qué tanto interés de repente?

-Usted también es así de impredecible, no entiendo por qué se sorprende.

-No tengo tiempo ahora, por favor déjeme entrar.- Pidió fastidiado.

-¿Pasó algo con la empresa?- Me preocupé.

-Le he dicho que no sucede nada.- Dijo sin alterarse.

-¿Entonces sólo es grosero porque quiere?- Empezaba a desesperarme.

-Usted ya me conoce.- Pareció darme la razón.

-Eso supongo a veces, pero usted sigue desconcertándome.

-Suficiente charla... Déjeme entrar ahora.- Exigió.

-He dicho que no, deme una explicación.- Lo desafié.

-¿Está segura de que no se hará a un lado?- Preguntó como desafiándome también.

-Completamente segura.- No me dejé intimidar.

-De acuerdo, lo que pase a continuación será únicamente su responsabilidad, ¿entiende?- Me miró sonriendo con malicia.

Lo miré completamente atónita. ¿A qué se refería?

Sin darme tiempo de reaccionar, tomó mi mano y abrió la biblioteca.

Me hizo entrar con él. Después cerró la puerta, lo ví hacer algo extraño en la manija... Estaba encerrándonos.

-¡¿Qué hace?! ¿Se ha vuelto loco?- Intenté detenerlo pero me acorraló en la puerta.

Mi respiración se aceleró de repente. Estaba tan cerca de mí.

-Le advertí que sería su responsabilidad.- Pronunció. Su aliento recorrió mi rostro.

Puse el libro, que aún tenía, sobre mi pecho para intentar estabilizarme.

-¿Qué va a hacerme?- Le pregunté con la poca voz que pude emitir.

Estábamos en esa inmensa biblioteca completamente solos, sentía frío... Pero eso era lo de menos. Kilian estaba frente a mí, muy cerca, y no tenía idea de qué pasaba por su mente...

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora