45. Tomando el control.

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Salí del castillo a toda prisa luego de la conversación que tuve con Hanna.
Me sorprendió un poco lo contenta que se veía con lo que le conté aunque ciertamente también lucía muy sorprendida.

En cuanto a Elían, no pude quitar de mi mente la sensación que me transmitió al principio, sin embargo cuando se despidió parecía el mismo chico de siempre.

Revisé la nota para asegurarme de ir en la dirección correcta.

Cuando llegué me sorprendió el sitio, era mucho más grande de lo que imaginaba.

Entré suplicando internamente que no hubiera contratiempos y que Dietrich no fuera tan molesto como de costumbre.

Una persona a su servicio me anunció e ingresé en una sala por demás elegante.

-¡Señorita Wenzel, qué agradable sorpresa!- Habló fingiendo amabilidad.

-No hace falta el teatro, Dietrich.- Sentencié.

-Nada de eso, señorita. Soy totalmente serio.- Continuó.

-No deja de sorprenderme, creí que al ser un prófugo tendría un poco más de cautela y mantendría un bajo perfil, sin embargo este lugar es todo lo contrario.- Esta vez lo ignoré.

Sonrió complacido.

-No hay necesidad alguna de esconderse. Pronto todos sabrán que mi primo cometió un error al acusarme y que incluso está arrepentido, ¿o me equivocó, señorita?- Pronunció recordándome el acuerdo al que habíamos llegado.

-Mírese, tan seguro de sí mismo. ¿No está aunque sea un poco asustado?

-¿Tendría que estarlo?- Casi sonó a amenaza. -Yo creo que no.

Intercambiamos miradas desafiantes.
Yo permanecía parada en medio de la sala mientras él se paseaba con calma alrededor de ella.

-Si está aquí es porque hizo lo que pedí ¿no es así? Y por supuesto no vino acompañada debo asimilar.

No respondí.

-Tal como pensé, es una chica inteligente.- Finalmente se detuvo frente a mí.

-¿Por qué pidió dinero de la nada? No parece necesitarlo.- Indagué.

-Como ve me gusta la excentricidad, no me culpe, cada uno tiene sus propios ideales. Quizá para usted esto es demasiado, pero para alguien como yo es casi nada.

No podía creer lo que decía.

-Como sea, ese dinero es para algo más, los hombres distinguidos como yo de vez en cuando decidimos darnos ciertos gustos, sin embargo debido a lo limitado que me tenía mi primo, me ví obligado a aceptar algunos préstamos. Así que no vea esto como un robo, más bien tómelo como algo justo. Kilian guardaba esto para mí, ¿qué le parece?

-Usted es...- Suspiré con fuerza. -No tiene caso, sólo no vuelva a pedirme algo como esto.

-Qué pena, creo que podré cumplir su petición sólo hasta la próxima vez... Al menos eso creo, no lo sé.- Rió.

-¿Qué quiere decir con eso?- Lo miré con ira.

Se sentó sin preocupación alguna en un sillón.

-Necesitaré un poco más de ayuda.- Hizo un gesto con la mano. -Ya se lo dije, ese dinero casi es mío también, no lo tome a mal.

-¡De ninguna manera! No puedo hacer eso.- Estallé.

Se levantó nuevamente, posicionándose frente a mí.

-Claro que puede, si lo hizo una vez la segunda será más sencilla.
Aunque si le soy sincero, tengo un poco de curiosidad, ¿de qué recursos se valió para entrar en la habitación de mi primo?- Me recorrió de arriba abajo con una sucia mirada.

No me contuve más y lo abofeteé.
Se rió escandalosamente.

-De acuerdo, está bien, la perdonaré esta vez, sólo no dejemos que esto se haga costumbre entre nosotros.

Tomé el dinero y lo azoté contra su pecho con ira. Él tomó mi mano antes de que pudiera soltarlo.

-Lo que daría por ver la cara de Kilian viéndola en este momento, en mi casa y entregándome su dinero... Debe valer millones.

-Le he dicho mil veces que odio que me toque.

Me soltó luego de decir eso, quedándose con el dinero.

-Como le dije, necesitaré otra cantidad.- Contaba los billetes despreocupado.

-Por favor, no me pida que haga...

-¿Por favor? Casi la desconozco.- Me interrumpió. -Estoy tan de buen humor que si fuera por mí no lo haría, sin embargo está fuera de mis manos, lo necesito, y la cuestión es que el plazo que me han dado es algo corto.

-¿En cuánto tiempo?

-Dos semanas.

-¡¿Qué?! No es posible, al menos debería...

-La espero aquí en dos semanas, señorita Wenzel... Sea tan inteligente como en esta ocasión.
Sé que no debería decírselo, pero últimamente mucha más gente de la que esperaba decidió ayudarme, ya sabe como son algunos, ven una mínima oportunidad de obtener migajas de poder o dinero y no lo dudan, así que hay personas que ni se imagina vigilando cada paso, no sólo de usted sino de Kilian más que nadie. Lamento decirlo después de que se portó tan bien esta vez pero es necesario que sepa que no permito errores.

Me dio indicaciones así como la cantidad que quería, el temor me invadió, ¿será cierto lo que dice o sólo lo inventa para que haga lo que quiere? Como sea, debía ser mucho más cautelosa.

-¡Ah, por cierto! Tampoco descuide a sus amigos. Oí que un patán lastimaría a alguien llamada ¿Hanna? Creo que ese era el nombre.- Dijo con sarcasmo y diversión.

-¡¿Qué?! ¡¿De qué habla?! ¿Le hizo algo a Hanna?- Entré en profunda desesperación.

-¿Yo? Claro que no, fue una casualidad que lo escuchara, sólo digo que aveces la vida te da pistas acerca de lo que debes hacer y lo que no.
Pero ¿por qué sigue aquí? Vaya a asegurarse de que esté bien.

-Es un patán... ¡Lo odio!- Le grité y golpeé con fuerza su pecho. Luego salí a toda prisa en busca de Hanna.

-Sólo era por si creía que miento...- Gritó cuando yo ya corría para salir de allí.

Mis ojos se nublaron por las lágrimas, el camino se me hacía eterno, suplicaba con todas mis fuerzas que estuviera bien, ella, Elían y Kilian. Todos eran importantes para mí.

Corrí sin dudar, no pensé en ir al castillo en principio, tenía el presentimiento de que Dietrich no mentía esta vez, así que me dirigí directamente a la casa de Elían.

Toqué y me permitieron entrar, la busqué con la mirada por todas partes.

-¡Hanna! ¡Hanna!...

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora