55. Dama de negocios.

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Después de dejar a Elían en su casa, finalmente regresamos al castillo.

Hanna se había mostrado preocupada por lo sucedido luego de contarle todo.

Resultó que el chico al que intenté convencer para que no hablara con Dietrich sobre mi conversación con Gabriel, era el mismo que atacó a Hanna. Al parecer el señor Osmond pudo reconocerlo.

Por fortuna él también había sido detenido.

Antes de ir a dormir quería hablar con Kilian. Me había dejado sumamente inquieta lo que su primo había dicho sobre mí.

-Mañana debo ir a la empresa para arreglar algunos asuntos, sin embargo tú puedes quedarte y despejarte de toda esta situación.- Sugirió.

-No hace falta. Me gustaría ir si no tienes inconveniente.

-Yo estaré de acuerdo con lo que decidas.- Objetó.

-Te lo agradezco.

-Descansa entonces, Anica.- Dijo él, despidiéndose luego del breve silencio que abundó.

-Kilian, me gustaría hablar contigo.- Me animé a decirle.

-Sé que debes estar exhausta por todo lo que ocurrió. Quizá sea mejor que descanses por hoy.- Sugirió acomodando el saco en mis hombros, luego se alejó.

Tenía razón, estaba realmente cansada, sin embargo eso no me importaba mucho.
No obstante lo pensé mejor antes de insistir, él también lucía bastante agotado.

-De acuerdo.- Acepté.

Comencé a quitarme su saco para devolvérselo.

-No hace falta, por favor quédatelo.- Pidió.

Lo dejé en mis hombros y agradecí con una corta sonrisa.

Di media vuelta para ir a mi alcoba, sin embargo Kilian me llamó.

-Anica... No te preocupes.- Agregó y luego se marchó.

¿Se refería a lo del dinero? ¿A lo que pasó hoy? No entendía muy bien. Su rostro me hacía pensar que no estaba molesto pero había algo en el ambiente que no me agradaba del todo.

Estaba tan cansada en todos los sentidos que en un par de minutos me quedé dormida. Puse a mi lado el saco del señor Barnett, tenía un aroma único que me resultaba adictivo.

Cuando llegamos a la empresa, al día siguiente, me quedé en la oficina de Kilian trabajando con algunos papeles.

De pronto un hombre llamó a la puerta y entró después de que su jefe se lo permitiera.

-Buen día, señor Barnett. ¿Podría hablar con usted?- Se dirigía a él muy respetuosamente.

-Por supuesto, adelante.- Kilian era amable también.

Estando en la misma habitación que ellos, no pude evitar escuchar su conversación.

Al parecer el hombre le informaba que había algunos productos defectuosos en la producción de la empresa donde había trabajado con él por primera vez.

El empleado mencionaba desde defectos no tan alarmantes hasta otros que definitivamente eran una pérdida.
El señor Barnett parecía no estar dispuesto a aceptar el más mínimo de ellos, claramente la calidad de sus productos era fundamental para él.

-Es una lástima ya que será una pérdida significativa de capital.- Kilian lucía muy pensativo al respecto.

-Totalmente, señor. Al parecer todo tendrá que desecharse.- Segundó el hombre.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora