25. Decayendo.

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Llegamos hasta un balcón enorme. La vista era increíble, parecía unirse el cielo con un lago cercano. A pesar de ello, no pude concentrarme en ese hecho.

Sin darme cuenta, la señora que me acompañaba se marchó dejándome sola allí. No entendí cómo es que parecía estar tan angustiada por Kilian y desapareció de la nada.

No me quedó más que buscar con la mirada al señor Barnett.

Lo hallé. Se encontraba de espaldas a la entrada del balcón, donde estaba parada yo.

-¿Señor Barnett?- Hablé sintiendo que se me saldría el corazón.

Él se giró para verme de frente.

-Buenas noches, señorita.- Respondió.

Se veía tan sano y normal que empecé a dudar de lo que dijo la señora.

-¿Se encuentra bien?- Pregunté claramente confundida.

-Totalmente.- Contestó sonriendo complacido.- ¿Acaso estaba buscándome? No me diga que empezaba a hecharme de menos.- Su sonrisa era amplia.

-¿Perdón?- Pronuncié en mi incredulidad.- Por supuesto que no.- Afirmé mintiendo, cuando en muchas ocasiones lo había reconocido para mí misma.

-Mírese, tratando de convencerme.- Rió con ganas.

-Veo que se encuentra bien, de hecho lo suficientemente bien como para bromear y reír de esa manera, así que debería retirarme.- Decreté con seriedad.

Giré para volver por donde llegué, sin embargo me detuve cuando una teoría llenó mi mente.

-¿No será acaso que fue usted quien le pidió a esa mujer traerme hasta aquí?- Lo cuestioné casi completamente convencida de mis palabras.

-No diré nada al respecto, sólo debe saber que tengo aliados en esta casa.- Su sonrisa y tono de voz eran como la de alguien que había ganado.

Creí que lo negaría, pero claramente yo tenía razón y todo fue planeado.

-¿Puede decirme ya por qué lo hizo? ¿Me necesita para algo?- Continué indagando.

Él no respondió y en su lugar volvió a darme la espalda. Fue entonces que habló.

-Me sentí mal por hacerla salir del castillo de esa manera así que quería disculparme. Sólo eso.- Dijo recargándose en la barda para mirar el paisaje frente al balcón.

Caminé hasta él y me puse a su lado imitando su posición.

Era indescriptible lo cómoda que me sentía junto a él a pesar de nuestro último encuentro a solas.

-¿Usted disculpándose? Éste sí que es un día extraño.- Empecé a jugar con él.

-¿Está dudando de mí?- Contestó aún mirando el paisaje.

-Por supuesto.- No titubeé.

Mi respuesta le causó gracia y lanzó una corta risa. No pude evitar sonreír.

-¿Entonces por qué cree que fue traída hasta aquí? ¿Acaso hay "algo" de lo que deba hablarle?- Dijo sarcásticamente. Era claro a lo que se refería.

-No, en absoluto.- Fingí locura al mismo tiempo en que desaparecía mi sonrisa.

Me atrevería a decir que pareció decepcionado por mi respuesta.

Un breve silencio llenó el lugar.

-¿Y a qué se debe tan repentina mudanza?- Me animé a preguntar.

-Surgieron una serie de asuntos importantes aquí. Digamos que oportunidades que no se pueden dejar escapar.- Explicó finalmente volteando a mirarme.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora