60. "Mi prometida".

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Últimamente la lluvia no cesaba y esa noche no era la excepción.

Había estado revisando unos papeles para poner en orden ciertas fallas que, de no arreglarse, podrían afectar la información en la empresa.

Debido a lo importante que era puse toda mi atención en ello.

Bajé a la sala para realizarlo pues, la mesa era más amplia que el escritorio de mi habitación, así sería más cómodo y ordenado trabajar. Además podría aprovechar la chimenea para no sentir tanto frío.

El tiempo pasó demasiado rápido. Para cuando me percaté, hacía ya un buen rato que había oscurecido.

Había un pequeño mueble a modo de estante en la sala, así que decidí guardar allí el trabajo ya terminado. Estaba feliz de haber concluido ese asunto.

Fue entonces que me propuse ir a descansar, sin embargo me quedé hipnotizada por la forma en que la lluvia golpeaba los enormes ventanales de la sala.

Admito que ver eso, al mismo tiempo que escuchaba la chimenea, fue una sensación extremadamente relajante.

Me acerqué más a una de las ventanas para apreciarlo más de cerca pues, así incluso se podía ver parte del jardín.

De pronto sentí cómo alguien me abrazó por detrás, me sobresalté por la forma tan inesperada de presentarse.

El aroma era inconfundible, sabía muy bien de quien se trataba.

-¡Kilian!- Me separé asustada.

-Tranquila... Lamento haberte sorprendido.- Sonreía como si lo que acababa de decir fuera mentira.

-Veo que de nuevo dejas el trabajo tarde.- Agregué.

-Suele ser así, pero estoy acostumbrado.

-Deberías descansar.

-Y quizá tú deberías escuchar tus propios consejos también.- Habló juguetonamente haciendo alusión a que yo seguía despierta al igual que él.

-Tienes razón, debería hacerlo... ¿Te veo mañana?- Estaba por despedirme.

-Tal vez no justo ahora.- Se dio cuenta de que había usado el argumento incorrecto.

-Pero, es tarde.- Fue la mejor excusa que pasó por mi cabeza.

Alcanzó mi mano y tirando suavemente de ella me acercó hacía él.

-¡Señor Barnett!- Me sorprendió encontrarme así con él. Mi forma de decirlo sonó, erróneamente, como si lo hubiera reprendido.

-¿Señor Barnett?- Rodeó mi cintura con uno de sus brazos. Con su otra mano tomó mi barbilla para que levantara mi rostro y lo mirara. -¿Acaso está enojada conmigo, señorita Wenzel?- Trató de imitarme llamándome así.

Mi respiración se agitó en el momento en que terminé así frente a él.

-¿Debería estarlo?- Lo hice retroceder para que me soltara. -Dígamelo usted, ¿su comportamiento ha sido inapropiado como para tener una razón?- Lo ataqué también.

Kilian conocía muy bien la situación en la que me ponía, sus ojos y la forma en que actuaba me decían que era consciente de cuán nerviosa estaba, y evidentemente se aprovechaba de eso. Así que lo mínimo que podía hacer era tratar de confundirlo.

Casi me declaro triunfadora cuando ví la expresión en su rostro, claramente le preocupaba que yo hubiera malentendido el encuentro con Greta.

-Por supuesto que no.- Lo dijo completamente seguro de sí mismo.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora