Los días transcurrían con normalidad, Kilian aprovechaba cada uno de ellos haciendo detalles que alegraban mi corazón por completo.
Aquel día, estábamos de retorno a la casa en el carruaje. De pronto este se detuvo en un boscoso lugar.
-¿Sucederá algo?- Dije a Kilian quien se encontraba sentado frente a mí.
-No estoy seguro, veré qué pasa.- Contestó saliendo del carruaje para hablar con el cochero. Yo lo seguí.
-El señor desea hablar con usted, creí que era pertinente hacérselo saber, luce algo ansioso.- Explicó el hombre.
-Entiendo, no se preocupe.- Agregó el señor Barnett.
Después se dirigió a quien había causado la pausa.
Sentí que mi presión bajó cuando me di cuenta de quien era.
Nada más y nada menos que Dietrich.Montaba un caballo que se mostraba un poco salvaje.
-¿A qué se debe esta intromisión, Dietrich?- Preguntó Kilian usando un tono poco amigable.
-¿No puedo simplemente querer ver a mi querido primo?- Replicó aún sin bajar del caballo.
Inspeccionó el área como buscando algo.
-¡Señorita Wenzel! Qué sorpresa verla acompañando a nuestro querido Kilian. No esperaba encontrarla también.- Se dirigió a mí.
-No entiendo por qué no lo esperabas, sabes que siempre trabajamos juntos.- Intervino Kilian. -¿Acaso había alguna razón para que fuese distinto?- Intentaba ponerlo en evidencia.
El señor Ibonét lanzó una sonrisa que dio miedo. A continuación bajó del caballo atorando las riendas a un árbol, este se quedó tranquilo finalmente, de no ser así habría sido extremadamente fácil que huyera.
-¿Qué intentas decir?- Enfrentó al señor Barnett posicionándose frente a él. Su semblante se volvió sombrío.
-¿Acaso falló tu treta, primo?- Enfatizó esa última palabra.
La tensión se sentía en el aire, intenté aproximarme a ellos para tratar de desviar su atención.
Dietrich no lucía nada contento, verlo tan de mal humor era escalofriante.
-¿Insistirás en crear planes tan mediocres?- Kilian lo provocaba, me ponía muy nerviosa su actitud.
-¿Mediocre? ¡Ja! No puedo evitar escuchar esa palabra y no relacionarla contigo.- Se burló.
-Ya basta, por favor.- Agregué en vano.
Dietrich me miró de pies a cabeza de forma irrespetuosa.
-¿Por qué no nos vemos un día en que mi primo no esté presente, señorita Wenzel? Para ser honesto me he quedado intranquilo desde aquella vez...- Me atacó a mí.
-Lo último que deseo es verlo, señor Ibonét. Me molesta estar en presencia de un personaje tan vulgar.- Me defendí interrumpiéndolo.
-¡Qué mujer tan arrogante!- Pronunció con una de sus sonrisas de siempre.
-¡Lárgate de una vez, Dietrich! No entiendo qué buscabas viniendo aquí.- Nuevamente intervino el señor Barnett.
-¡Deja de darme órdenes!- Gritó, en esta ocasión parecía haber estallado, se veía realmente furioso.
-Ve a casa, termina con esta escena infantil.- Indicó.
Después Kilian tomó mi mano con delicadeza dispuesto a volver dentro del carruaje conmigo.
Sin embargo, en un brusco movimiento, el señor Ibonét me detuvo sosteniendo mi otra mano.
Me jaloneé de él.-¿Qué te pasa?- Reclamó Kilian con evidente molestia.
-No permitiré que vuelvas a burlarte de mí. Tampoco que te quedes con la empresa, ¿crees que mis planes han sido mediocres? Quizá tienes razón, quizá debería dejar de perder el tiempo y hacerte ver que no estoy jugando...- Cada palabra que agregaba me encendía alarmas de peligro, más aún viendo lo furioso que estaba.
Entonces pareció sacar algo de su ropa, lo hizo tan rápido que no ví con claridad.
Buscó atacarme, sin embargo en un ágil movimiento Kilian se interpuso, recibiendo la herida en mi lugar.
Estaba sangrando, sentí que se me venía el mundo encima.
Dietrich no esperó más, huyó como todo un cobarde, el cochero que presenció todo, intentó detenerlo en vano.Cabalgó a toda prisa.
-¿Señor Barnett? ¿Se encuentra bien? ¿Señor Barnett?- Sentí tanto miedo de que algo le pasara.
-¿La hirió? ¿Está bien?- Me cuestionó preocupado revisándome de arriba abajo.
No entendía cómo podía angustiarse por mí cuando era él quien se había lastimado.
Comenzaba a mostrarse cada vez más débil, mis manos temblaban y no pude detener las lágrimas en mis ojos.
-Por favor... No llore... Duele incluso más que la herida.- Hablaba en susurros y con tanta debilidad.
Entonces cayó al suelo, reaccioné para intentar detenerlo o al menos aminorar el impacto.
Puse una de mis manos sobre su herida, justo en el lado derecho de su abdomen. El sangrado comenzaba a traspasar su camisa y saco.
-Por favor, no cierre los ojos, escúcheme.- Le supliqué.
Para entonces el cochero ya se acercaba a auxiliarnos.
Acaricié su cabello y besé su fría mano. Imploré por su bienestar.
-No se preocupe... Todo estará bien.- Fue lo último que dijo antes de perder la conciencia.
Tan pronto como fue posible lo llevamos al castillo e inmediatamente el cochero fue en busca de un médico.
Una vez recostado en su cama, desabotoné su camisa para poder ver la herida. Pedí agua y tela para limpiar su sangre.
Quería dejar de llorar pero no podía, me era imposible evitarlo.
El doctor no tardó en llegar. Lo atendió y yo me mantuve allí para ayudar en lo que pudiera.
Me indicó que por fortuna no era demasiado grave, sin embargo debía monitorearse su recuperación en caso de cualquier contratiempo. Eso no me dejó muy tranquila.
Pasado un tiempo dejó algunos medicamentos para el dolor y se marchó.
Me preocupaba que Kilian no despertara así que decidí quedarme junto a él y ver su progreso.
Había sangrado mucho, la escena había sido horrible. Ni siquiera quería pensar en ello una vez más.
La situación con el señor Ibonét se había salido de control. Su intención era atacarme a mí, de no ser por Kilian probablemente lo habría logrado.
Lo miré reposando en la cama. Había un vendaje alrededor de su abdomen, su rostro estaba pálido y sus manos frías. Cerré su camisa y puse una manta sobre su cuerpo en caso de que la necesitara.
Sostuve una de sus manos y me permití mirarlo de cerca.
Pensé en todo por lo que pasamos y me di cuenta de lo mucho que lo quería si es que podía llamar así a ese sentimiento.
En ese instante nada me importaba más que se recuperara, sentía la necesidad de verlo sonreír mostrando sus característicos hoyuelos que tanto me desconcentraban.
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El Lúgubre Castillo Barnett
Romance•Año: 1850. Anica Wenzel es una chica que ha tenido una vida llena de desgracias y éstas parecen no acabar. Al nacer, sus padres la abandonaron en un orfanato donde, más tarde, fue adoptada a los 9 años por una adinerada familia. Para su desgracia...