49. Plan en marcha.

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La semana transcurrió, no había momento en que no pensara en la reunión que tendría con Dietrich y finalmente llegó el día.

Iría a verlo por la tarde, las horas parecían volar no podía estar más ansiosa. Lo único que deseaba era que al finalizar el día ese cretino estuviera preso finalmente.

La hora llegó así que me armé de valor y me dirigí a la misma residencia de antes.
Al estar frente a ella sentí como si mi corazón fuera a estallar de nervios. Suspiré y rogué al cielo que todo estuviera bien.

-Adelante, señorita. El señor Ibonét está ansioso por verla.

-Gracias, permiso.- Entré en una sala bastante grande.

-¿Me esperaba ya, señor Ibonét?- Pregunté llamando su atención. Él sostenía un vaso con, aparentemente algo de alcohol.

-Estaba tan ansioso que decidí tomar una copa, ¿me acompañaría?- Evidentemente fue sarcástico.

-No, se lo agradezco, sinceramente no suelo beber.

Cualquiera que me viera diría que estaba totalmente tranquila, y eso es lo que quería aparentar, aunque mis manos estuvieran temblando. Sólo esperaba que él no lo notara.

-¡Con qué propiedad me ha evadido! No sé si debería sentirme ofendido o agradecido por finalmente dejar a un lado su agresividad.- Bebió de su vaso.

-Ninguna de las dos. No lo he ofendido y tampoco tengo por qué comportarme agresiva si usted no me da motivos.

Sonrió desafiantemente.

-¿Qué dice si en esta ocasión le robo más tiempo del necesario?- Caminó hacia mí.

-Se aburriría con mi compañía, así que preferiría que no.

¿Era mi imaginación o estaba tratando de galantear conmigo?

Caminé en sentido contrario para evitar que se acercara más.

-No lo creo.- Afirmó con un tono de voz extraño.

-Señor Ibonét, ¿ha estado bebiendo durante mucho tiempo?- Cuestioné.

-¿Acaso piensa que digo esto porque no estoy sobrio? Tranquila, no se angustie, estoy completamente consciente.

Volvió a moverse hacia mí.

De pronto un toque en la puerta lo detuvo. Agradecí por un momento hasta que escuché la voz del otro lado.

-¡Señor Ibonét! ¡Señor Ibonét! ¿Se encuentra ahí?- Dijo con evidente prisa.

Reconocí esa voz, era la misma del chico que me seguía, ¿y si buscaba hablar con Dietrich para contarle lo de aquella vez? No podía dejar que eso pasara.

-Aquí estoy, ¿qué sucede?- Respondió él sin moverse de su lugar.

Lo miré con temor. Los nervios aumentaron.

-Me gustaría hablar con usted...es urgente.- Aseguró.

Los latidos de mi corazón se dispararon cuando lo ví acercarse a la puerta para abrir.

-Creí que era un caballero, Dietrich.- Se detuvo y me miró con confusión. -¿Va a atender a alguien más, justo cuando estamos hablando?- Fingí sentirme ofendida. Eso fue todo lo que se me ocurrió.

-¿Disculpe?- Respondió.

-Lo lamento, supongo que tendré que esperar.

Pareció meditarlo unos segundos.

-Vuelve después, ahora estoy ocupado.- Objetó.

-Pero, señor...

-¡He dicho que más tarde!- Lo regañó.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora