59. Malentendido.

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-¿Qué? Estás equivocado.- Me esforcé por no ser descubierta.

-¿De verdad?- Arqueó una ceja. Claramente no me creyó.

-Por supuesto.- Continué. -Bueno, si me disculpas, iré a mi habitación. Descansa.

Quité con cuidado su mano de mi antebrazo y me marché.

Otras varias semanas pasaron. Había conseguido tener algo de trabajo esos días, sin embargo nada pesado.

Logré adelantar mucho de lo que tenía que hacer, estaba satisfecha pues, ahora hacía cosas más importantes que antes, poco a poco Kilian me adentraba más en la empresa.

En cuanto a él, seguía estando ausente, de vez en vez salía del castillo a reuniones que evidentemente eran muy importantes, sin duda estaba ocupado. Continuamos encontrándonos escasamente, aunque él intentaba despedirse de mí cada noche.

El día comenzó, al parecer en esa ocasión trabajaría desde su despacho.

Aquella mañana decidí salir a caminar alrededor del centro de la ciudad para distraerme, tenía despejado el día gracias a lo que había adelantado en mis pendientes.

Había muchas áreas verdes, fuentes, bancas y demás. La verdad es que era un sitio muy bien pensado.

El tiempo se me hacía corto apreciando cada detalle y disfrutando del aire fresco.

Regresé cuando me pareció pertinente pues el sol aparentaba descender.

[NARRADOR].
El señor Barnett revisaba interminables asuntos con respecto a su patrimonio dentro del despacho.

Contrario a lo que se podía pensar, hacer dicha labor no le resultaba tan exhaustivo o desagradable, después de todo apreciaba mucho el área en la que se desempeñaba, incluso había cosas que le parecían completamente emocionantes.

Estaba demasiado atento a su trabajo, sin embargo fue interrumpido por un joven del servicio.

-¿Señor Barnett?- Se dirigió a él el joven después de tocar la puerta y solicitar entrar.

-Sí, dime.- Atendió haciendo a un lado algunos papeles.

-La mayor de las señoritas Hope vino a visitarlo. Insiste mucho en hablar con usted, ¿desea que la haga pasar?

Kilian lo dudó. Las jóvenes eran amigas de la familia, sin embargo no eran de su total agrado, en especial ella.

-De acuerdo, pídele que espere en la sala. Iré de inmediato.- Suspiró y aceptó sin más remedio.

El chico se retiró para informar su petición.

Tal como dijo, bajó sin demora.

En uno de los sillones se encontraba la señorita, quien jugaba ansiosamente con el abanico en sus manos.

-¡Kilian!- Se puso de pie en cuanto lo vio.

-Greta, ¿qué te trae por aquí?- Cuestionó una vez que estuvo frente a ella.

-Si lo dices de esa forma me haces creer que te desagrada mi visita.- Habló con tono de decepción y haciendo pucheros.

-No es eso, sólo que no esperaba verte por aquí. ¿No te acompaña Jolie?

-Mi hermana carece de carácter... La verdad es que he venido sin permiso.

-Quizá es sensata.- Añadió.

-¡Oye!- Fingió molestia.

-Bueno, supongo que tienes una razón poderosa para actuar así. ¿Hay algo importante que debas decirme?- Kilian mantenía la calma y se comportaba cortésmente aunque no estuviera del todo cómodo.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora