Desperté en una habitación ajena pero conocida.
Estaba dormida en la cama del señor Barnett y únicamente era yo quien se encontraba en la alcoba.
Me levanté confundida y poco a poco fuí recapitulando lo sucedido. Al parecer, después de desmayarme terminé dormida hasta el día siguiente. Supongo que fue Kilian quien me trajo hasta aquí.
Me llamó la atención que sobre una silla se encontraba a la vista un vestido precioso, parecía muy fino y de buen gusto.
Toqué la tela que mostraba una calidad increíble. Entonces escuché la puerta abriéndose.-Buen día, ¿cómo te sientes?- Preguntó Kilian entrando en la alcoba.
-Buen día, estoy bien muchas gracias.- Dije intentando sonreír. -Ayer en el baile yo...- Iba a empezar a explicar lo sucedido.
-No se angustie ahora.- Intervino.
Lo miré confundida pero asentí. Luego ví otra vez el vestido frente a nosotros.
-Es de mi madre.- Habló él. -Mi abuela lo hizo con sus propias manos como obsequio para ella por su vigésimo cumpleaños. Lo amaba tanto por esa razón, sin embargo dejó de quedarle, y un día de la nada me pidió conservarlo para que alguna vez pudiera ponerlo en las manos de la chica correcta.- Lo tomó y lo miró. -Me gustaría que usted me acompañara a caminar por la ciudad con este vestido puesto y olvidándonos de todo al menos por un día.- Extendió sus manos hacia mí para darmelo.
-No podría tener más grande honor.- Sonreí completamente conmovida, por alguna razón sentía un extraño aura de melancolía en Kilian.
Fuí a mi habitación para tomar un baño y arreglarme tan bonita como me fuera posible. Usé mi perfume y zapatos favoritos y bajé inmediatamente.
Llegamos al centro de la ciudad. El lugar tenía una preciosa fuente y jardines encantadores. Había algunas personas allí distrayéndose aprovechando la belleza del paisaje.
-Luce tan hermosa como de costumbre.- Me dijo de la nada mientras caminábamos juntos.
-¿Cómo? ¡Oh, muchas gracias!- Me sonrojé.
-No tiene nada que agradecer, ese vestido no podría verse mejor en nadie.
Volví a agradecer y sentirme algo apenada.
-Kilian, espero equivocarme pero, ¿hay algo que te preocupa?- Cuestioné decidida al seguir sintiendo eso en él, además de la repentina invitación a salir.
-¿Qué? ¡En absoluto!- Lo miré poco convencida. -No me mire así, ¿acaso quiere robarme un beso justo ahora?- Bromeó.
Abrí los ojos por la sorpresa de su atrevida broma.
-¡¿Perdón?!
-Mírese, tan nerviosa.- Rió con fuerza.
Caminamos y charlamos por varias horas, aunque me parecieron minutos. De pronto me miró como si estuviera recordando algo.
-¿Recuerda aquella vez en el comedor cuando mencionó que nunca había recibido rosas como obsequio?- Preguntó.
-Oh, claro que lo recuerdo. Acababa de conocerlo, señor Barnett.- Dije melancólica.
-¿Podría esperar aquí por un minuto?- Pidió.
Yo accedí para luego ver cómo se alejaba.
Los paisajes eran tan bellos que decidí moverme nada más que unos cuantos pasos para poder visualizar mejor un lago que pasaba cerca de allí.-¡Qué encantador es mi primo, ¿no es así?!- Reconocí esa voz.
-¿Qué hace aquí? ¿Acaso no quería que Kilian no se enterara de nada? ¡Vayase!- Le supliqué a Dietrich, nerviosa por la situación.
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El Lúgubre Castillo Barnett
Romantik•Año: 1850. Anica Wenzel es una chica que ha tenido una vida llena de desgracias y éstas parecen no acabar. Al nacer, sus padres la abandonaron en un orfanato donde, más tarde, fue adoptada a los 9 años por una adinerada familia. Para su desgracia...