Mi vida ha sido complicada en muchos sentidos, lo sé. Sin embargo tal parece que algo quiso compensarme llevándome hasta ti.
Conozco también mucho por lo que has pasado tú. Cualquiera podría decir que has sido un hombre afortunado, no obstante sé cuánto te has esforzado y lo mucho que te ha costado todo.
Ese día me trataste como si fuera una reina. Siempre me habías hecho sentir especial, sin embargo notaba algo más en cada una de tus palabras y actos.
Lo sé, yo también podía sentirlo.Sentados en aquella banca en la que tanto disfrutaba pasar el tiempo, descansé mi cabeza en tu hombro mientras veía junto a ti el ocaso y tomabas mis manos acariciándolas cálidamente con tu pulgar.
Incluso eso, aún hacia latir mi corazón como un loco. Siempre fue así.
Tenías razón aquella noche en la biblioteca cuando por curiosidad pregunté acerca de ti. Mencionaste que algún día yo me vería más envejecida que tú.
Ante mis ojos continuabas siendo tan atractivo como el primer día que te ví.Podía escuchar tu corazón, era justo la sensación que necesitaba en ese momento.
Mi respiración era lenta, mi cuerpo se sentía cansado pero estaba en paz.
-¿Piensas en algo? ¿Por qué estás tan callado?- Hablé sin moverme de la posición en la que estaba.
-Todo está bien. No sucede nada, ¿cierto?- Sonó más como si estuviera tratando de autoconvencerse.
-Así es.- Suspiré mirando sus manos y luego de un largo silencio, hablé. -¿Cómo es que sigue siendo tan atractivo, señor Barnett?
-Me siento halagado por el cumplido a pesar de saber que no es así.- Se le escapó una risa corta.
-Por supuesto que es el caso.
-Tú nunca me has creído cuando te digo lo hermosa que continuas siendo, ¿por qué yo habría de hacerlo?
-Mírame, es complicado creerlo.- Bromeé entre risas.
-Eres preciosa.- Afirmó con total seriedad.
Sonreí aunque él no podía verme.
Por un largo rato el ambiente se inundó de silencio.
Un pesado suspiro provino de él.
-¿Puedes quedarte un poco más?- Soltó de pronto.
El corazón entero me dolió como nunca mientras el nudo en mi garganta se volvía más incómodo.
-Kilian Barnett, siempre siendo tan ambicioso. Ni siquiera el paso de los años han podido con esa manía, ¿cierto?- Dejé un largo espacio para recuperarme antes de continuar. Él tampoco intervino. -Si te soy sincera no creo que sea posible...
Sabía que estabas adolorido aunque no querías que lo notara, te delató esa lágrima que rodó por tu mejilla hasta caer en nuestras manos.
No quería eso, no me gustaba para nada que te sintieras así. Ojalá pudiéramos detener el paso del tiempo.
-Lo lamento.- Fue lo único que pude decir.
-¿Recuerdas cuando dije que uno sólo podría saber si realmente amó a alguien cuando fuera el fin de su vida?- Mencionó.
-Jamás pude olvidarlo. Dijiste que sólo en ese momento se daría cuenta si sus sentimientos cambiaron.- Aporté.
Guardó silencio por un instante.
-Ahora puedo estar seguro... No tengo duda alguna de lo mucho que te amo, Anica...
Los esfuerzos que hice durante tanto tiempo para contener las lágrimas, se vieron saboteados en cuanto dijo eso.
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El Lúgubre Castillo Barnett
Romantiek•Año: 1850. Anica Wenzel es una chica que ha tenido una vida llena de desgracias y éstas parecen no acabar. Al nacer, sus padres la abandonaron en un orfanato donde, más tarde, fue adoptada a los 9 años por una adinerada familia. Para su desgracia...