Las personas comenzaron a marcharse de a poco.
Todos fueron muy amables e hicieron de la cena algo memorable. Estaba sumamente agradecida.Bailé con Kilian hasta el cansancio, durante toda la noche lo ví sonreír. Fue uno de los mejores días que pude pasar.
-¿Estás cansado?- Le pregunté mientras cerraba la puerta de la habitación tras despedir al último invitado. Él se encontraba sentado en un sillón de la alcoba.
-¿Me creerías si te digo que para nada?
-No estoy segura.- Sonreí recargándome en la puerta.
Se levantó y estiró su mano indicándome que me acercara. Así lo hice.
Me abrazó y suspiró relajadamente.
-Casi olvido mi cumpleaños.- Su voz era baja. -Te lo agradezco sinceramente.
-No hace falta.
Sin soltarlo, retrocedí y lo miré a los ojos.
Su mirada color jade, ese semblante serio pero que me llenaba de paz... Todo en él me tentaba.
Sin darme cuenta inicié un constante recorrido de sus ojos a sus labios.
Me decidí y lo besé muy lentamente pasando mis manos por su cuello, algo me decía que debía disfrutar el momento. Me sentía emocionada cada vez que lo hacía pero, la forma en que me correspondió en esa ocasión, me erizó la piel por completo.
Dio pasos pequeños retrocediendo poco a poco, sujetando mi cintura. Caí en la cama y él sobre mí.
Fue entonces que el beso terminó.Puse mis manos sobre su pecho y la escena me hizo recordar aquel día que entré en su habitación en busca de la carta de Elían y él me besó luego de terminar justo como ahora.
Un mechón de su cabello cubrió ligeramente su ojo izquierdo. Acerqué mi mano hasta él para llevarlo hacia atrás y poder mirar su cara con claridad.
Estaba agitado, se ayudaba respirando por la boca.
-¿No te asusta hacerme sentir de esta manera?- Me cuestionó arqueando una ceja.
-En absoluto.- Respondí con seguridad.
Sonrió como si yo le estuviera provocando.
Entonces tomó mis muñecas y las colocó al lado de mi rostro sosteniéndolas con sus manos suavemente.
Pude sentir su piel caliente.
-Eres todo lo que necesito para un cumpleaños memorable.- Se acercó a mi oído para susurrar con voz grave.
Luego, comenzó a dejar besos por todo mi cuello hasta que nuevamente mordió mi piel. Ladeé la cabeza para que continuara. De mi voz escapó un sonido bajo.
Mientras hacía eso, dejo en libertad una de mis muñecas para bajar su mano y acariciar mis piernas con mucha delicadeza, enviando una sensación de placenteras descargas eléctricas por todo mi cuerpo.Finalmente liberó ambas de su agarre una vez que terminó.
Después bajó la tela de mi vestido para descubrir mis hombros y besarlos.Yo pasé mis manos por debajo de su saco poniéndolas en su cintura y lo atraje hacia mí, sentía que necesitaba tenerlo más cerca y percibir su aroma.
Respiré más rápido de lo normal.
Comencé a desabotonar su camisa, sin duda estaba disfrutándolo.
Él deshizo el nudo de mi corsé y quitó los cordones.
Ésta era la segunda vez que teníamos intimidad pero me sentía tanto o más ansiosa que la primera.
Besé su torso y me permití recorrerlo con las manos, su cuerpo me hacía perder la cordura. Era por demás atractivo.
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El Lúgubre Castillo Barnett
Romance•Año: 1850. Anica Wenzel es una chica que ha tenido una vida llena de desgracias y éstas parecen no acabar. Al nacer, sus padres la abandonaron en un orfanato donde, más tarde, fue adoptada a los 9 años por una adinerada familia. Para su desgracia...