13. La verdadera razón.

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Acompañé al señor Barnett hasta su habitación para que se recostara.

Una vez en la cama le solicité a una señora de la servidumbre que me proporcionara lo esencial para tratar a Kilian. Ella bajó presurosa y me quedé sola con él.

-¿Qué rayos pasaba por su mente, señor Barnett?- Lo regañé.- ¿Por qué golpearía a un hombre mayor a usted?

-No necesita saberlo.- Evadió.

-¡Claro! Son asuntos suyos, ¿no es así?... Es sólo que creí que en usted cabría algo de prudencia.- Reclamé.

-¿No le parece demasiado defender a ese tipo cuando ni siquiera está enterada de la situación?- Se defendió irritado.

-No lo defiendo, pero tampoco le doy la razón a usted. Dudo que tenga una causa válida para tratarlo de esa manera.

-No lo entendería...

-Nada lo justifica, usted debió...- Me exalté tanto que dejé de medir mis palabras. Por fortuna me interrumpió la señora con las cosas que pedí.
Se lo agradecí y se retiró.

-Déjeme ayudarlo.- Dije acercándome a Kilian para limpiar sus heridas.

-No tiene que ayudarme si está tan molesta, ¿por qué no va a atender mejor a ese hombre?- Reprochó.

No dije nada, sólo puse un trapo húmedo en su mejilla sobre una de sus heridas. Lo presioné levemente para desquitar mi ira.

-¡Oiga!- Se quejó.

-Lo siento.- Dije falsamente.

Desinfecté también las lesiones en sus manos, causadas por la fuerza con la que se defendió.

-Creo que es todo lo que puedo hacer por usted. Ahora debería descansar.- Recogí los utensilios que usé.

-Gracias, señorita.- Dijo cuando ya le había dado la espalda para alejarme.

-Descanse y aproveche el tiempo para reflexionar su comportamiento.- Respondí sin voltear a verlo. Seguí mi camino.

[NARRADOR.]
Luego de ser atendido, Kilian recibió una visita en su habitación.

"¡Toc, toc!"

-Adelante.- Respondió el señor Barnett desde su cama.

-¿Cómo sigues?- Preguntó Elían cerrando la puerta detrás suyo.

-Estoy bien, aunque debo admitir que sabe pelear, me duele todo el cuerpo.

-¿Me contarás qué fue lo que pasó? No eres de la clase de los que iniciarían una riña por pequeñeces, así que realmente estoy intrigado.- Inmiscuyó Osmond.

-No te lo diré. Tal parece que has entablado amistad con la señorita Wenzel y es la última persona que debe saberlo.- Sentenció Kilian.

-Ya veo. Así que tiene qué ver con ella, ¿eh? ¡Excelente pista!

-Basta, Elían. Deja ya esa curiosidad.

-¡Oh, vamos! No hablaré al respecto.

Luego de varios minutos Kilian finalmente accedió a hablarle sobre cada detalle.
La indignación de Elían creció estrepitosamente.

El día finalizó. La mañana siguiente Hanna y Anica salieron a dar un paseo a la plaza, lo hicieron tan temprano que ni siquiera tomaron el desayuno junto a Elían y Kilian.
Este último, ese día estaría ocupado fuera del pueblo, tratando asuntos referentes a su patrimonio.

Por la tarde, las jóvenes regresaron a la mansión y únicamente se encontraron con el señor Osmond.

-Buenas tardes, señor Osmond.- Dijeron al unísono las chicas.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora