63. "¿Dejarás el concepto que tienes sobre mí?"

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Después de una larga semana de trabajar en el asunto del socio de Kilian, finalmente quedó arreglado.

Esa noche fuimos a la casa del hombre para presentar los últimos datos del tema. Cenamos con él y su esposa, una dama evidentemente mucho más joven que su marido.

Luego de la cena pasamos un rato hablando tanto de trabajo como otras cosas banales. Para ello, pasamos a la sala.

La mujer era especialmente atenta y servicial con Kilian, a quien no le quitaba la mirada de encima. Por otro lado, claramente mi presencia no le parecía del todo grata.

Hacían ya muchas ocasiones en que lo notaba. Realmente me sentía incómoda por eso, aunque a ella no parecía importarle que me diera cuenta, mucho menos que estuviera presente su esposo.

El señor por su parte, se portó siempre amable con ambos y lucía muy satisfecho con el trato que había hecho con Kilian.

Inevitablemente me sentí molesta por el descaro de la mujer, no podía evitarlo, aunque me mantuve serena y no hice nada para evidenciarlo.

Durante el tiempo que estuvimos allí, pude notar de vez en vez una extraña palidez en Kilian, además de parecer ansioso por marcharse, lo cual me preocupaba.

Por fortuna la hora de irnos llegó.

-Les agradezco la oportunidad de hacer negocios juntos.- Agregó el señor despidiéndose en la puerta.

-No hay nada que agradecer.- Segundó Kilian estrechando su mano con una sonrisa.

-Esperamos que hayan pasado una velada agradable.- Esta vez intervino la mujer.

-Lo fue, gracias.- No me quedó opción más que decirlo.

-Bueno, espero que no sea la última vez que hablemos de trabajo. La verdad es que se ha ganado un gran prestigio con sus empresas y es un honor trabajar con usted, ¿qué opina, señor Barnett?- Nuevamente habló el hombre.

-Estoy de acuerdo, la verdad es que fue usted muy afortunada de encontrar a alguien como su esposo.- Habló la chica dirigiéndose a mí antes de que Kilian pudiera responder siquiera.

Su marido la miró dándose cuenta de lo fuera de lugar que estuvo su comentario. Luego me sonrió incómodamente como si hubiera querido disculparse.

-...Y yo también lo he sido con mi marido.- Objetó una vez más tratando de reparar el error.

-Tiene razón, probablemente fuí afortunada.- Pronuncié sarcásticamente pasando mi brazo alrededor del de Kilian.
Él correspondió acercándose más a mí.

-Bueno, si nos disculpan iremos a casa. Pasen buena noche. Con permiso.- Dijo con elegancia el señor Barnett.

Él me cubrió hasta llegar al carruaje pues esa noche era sumamente lluviosa y helada.

En poco tiempo llegamos a casa.

-Guardaré esto en el despacho.- Mencionó Kilian en cuanto entramos, señalando un par de papeles que llevaba con él.

-De acuerdo, entonces subiré a la alcoba.- Respondí.

Iba terminando de subir las escaleras cuando escuché unos pasos apresurados detrás de mí.

-Anica.

-¿Qué sucede? ¿No ibas a guardar los papeles?- Pregunté por lo rápido que volvió a pesar de ya no llevar nada con él, probablemente sólo los dejó en algún lugar de la sala.

-¿Está todo bien?- No respondió a mis cuestionamientos.

-¿A qué te refieres?- No entendí por qué lo decía, aunque rápidamente pude suponerlo.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora