12.Otro pretendiente.

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Varios días pasaron desde aquél encuentro en la biblioteca. El trato con Kilian era mejor. Él seguía siendo distante a veces pero en menor proporción.

Ahora que tenía acceso total a la biblioteca no desaprovechaba la oportunidad, llevaba conmigo algunos libros al jardín y me sentaba en una banca que se estaba volviendo mi lugar favorito.
El aroma a tierra mojada y los cálidos rayos del sol, eran encantadores allí.

Estaba en ese lugar leyendo una historia sobre vampiros, cuidando que nadie me descubriera, en especial el señor Barnett.

-Buen día, señorita.- Dijo una voz grave haciéndome sobresaltar. Escondí el título en la portada.

-Buen día, señor Osmond.- Sonreí nerviosamente.

-Leyendo como siempre, ¿cierto?- Se sentó al lado mío.

-Así es.

-Me alegra.

-Y dígame, ¿cómo le fue aquél día que salió con Hanna?- Indagué en el tema.

-Bastante bien por fortuna. Creo que todo va viento en popa.

-¡Qué agradable noticia! Debe ser por eso que se le ve tan sonriente a la señorita Hudson últimamente.

-¿Es así? No lo había notado del todo, ella suele ser de esa forma.- Dijo mirando al horizonte.

-Supongo que es agradable trabajar al lado de alguien como ella ¿o no?- Lo miré inclinando mi cabeza para que notara que esperaba una respuesta.

-Lo es. Es una chica encantadora, espero poder ayudarla a superarse.

-"A superarse."- Repetí su última frase.

-La señorita Hudson no ha vivido como lo merece. Usted seguramente se dio cuenta de que aparenta ser alegre y feliz, pero, aunque no lo crea a veces dudo que sea así.

Hice un gesto para que entendiera que quería escuchar más. Él entendió.

-Como usted sabe, en estos tiempos los padres de las jóvenes pobres sólo buscan explotarlas con arduos trabajos y al final casarlas con el campesino que más les convenga, aún en contra de su voluntad.- Había indignación en sus palabras, lo que dijo me hizo recordar la plática que tuve con Kilian, él dijo algo similar.

-Entiendo. Pero por suerte se encontró con alguien como usted.

-No crea, señorita Wenzel, no todo es lo que aparenta ser.

-Tampoco hay que negar lo evidente, señor Osmond. Hanna se ve muy cómoda al lado suyo, ha aprendido mucho y está dispuesta a seguirlo haciendo.

-Veo que se han hecho buenas amigas.

-Bueno, digamos que sí, y gracias a ello puedo decirle todo esto. Usted parece una buena persona, por favor siga tratándola como hasta ahora.

Elían me miró con un semblante de sorpresa por mis palabras.

-Me alegra que le dé la oportunidad de ser su amiga, Anica.- Dijo.

-Para mí es un placer.- Sonreí.

-¿Me permitirá acercarme a usted también?- Pronunció, yo estaba perpleja.

-Sí... Claro.- Hablé casi tartamudeando.

-No la conozco mucho, Anica, pero habría que estar ciego para no darse cuenta de que la historia de cómo llegó aquí es sumamente interesante. Pero no se preocupe, no haré preguntas al respecto, entiendo que debe ser difícil responder.

-Le agradezco, señor...- Me interrumpió.

-Sólo llámeme Elían.

-De acuerdo.

-La noche de la fiesta usted lucía encantadora, sé que no viene al tema pero necesitaba decírselo.- Sonrió ampliamente.

-¡Oh! ¿De verdad? Se lo agradezco mucho.

Elían era muy propio, se notaba su educación y delicadeza en cada acción y palabra suya. Contrario a lo que esperaba, me hacia sentir en confianza junto a él. Aparentaba ser respetuoso y todo un caballero, aunque aún no estaba en posición de hacer un juicio sobre su persona.

Hablamos por varias horas, reímos juntos e intercambiamos formas de ver la vida, fue un momento realmente alentador.

-Ha sido todo un placer para mí que usted me dedique su tiempo, Anica.- Se levantó dispuesto a marcharse. Besó mi mano con elegancia, me hizo sonrojar.

-El honor es mío, Elían. Su compañía y la de Hanna hacen mi vida más interesante.

-Me alegra mucho escucharlo. Con permiso, espero poder conversar con usted muy pronto.

Se marchó mientras yo lo seguía con la mirada.

"Personas como estos dos son los que necesito en mi vida, irradian luz sin darse cuenta." Me invadió ese pensamiento.
"¿Y el señor Barnett? ¿Qué hay de él? Supongo que es un caso especial, a veces me hace sentir tan en casa y otras me confunde. Lo que sí sé es que no hay manera de aburrirme cuando estoy con él." Me sorprendí sonriendo y me obligué a concentrarme en mi lectura.

Cuando el frío empezaba a ser más y más fuerte decidí subir a mi habitación. Por alguna razón sentí la necesidad de dormir así que me dispuse a hacerlo.

Estaba por lograrlo cuando unos gritos y ruido llamaron mi atención con preocupación.

"¡Dios mío pero qué es ese alboroto!" Mi mente se hizo mil ideas, bajé a la sala principal tan rápido como pude.

Corrí por las escaleras sosteniendo mi largo vestido que hacía esa acción más difícil.

Me sorprendió lo que ví. Kilian estaba peleando brutalmente con un tipo un poco mayor que él, su cara me pareció conocida pero, ¿quién era?

Eso no importaba en ese momento, lo verdaderamente importante era detener esa pelea.

-¡Señor Barnett! ¡Detengase!- Le grité a él por ser él quien llevaba una evidente ventaja.

No atendieron a mi súplica.

-¡Por favor, basta!- Volví a rogar. Esta vez me acerqué dispuesta a intervenir.

Sostuve a Kilian por la espalda intentando separarlo de aquel hombre.

En ese instante Elían y Hanna salieron. El señor Osmond me ayudó con Kilian mientras hechaba con palabras al otro tipo.

Ese hombre me miró poniéndose su sombrero.

-Señorita.- Pronunció levantando levemente el sombrero sobre su cabeza y dirigiéndome una mirada un tanto extraña. Luego se marchó.

El señor Barnett estaba herido y evidentemente molesto, muy molesto en realidad.

Lo miré con desaprobación. Su mirada se centró en mí.

Intervine para ayudar a curar sus heridas, Hanna parecía muy afectada, debió impresionarse mucho.

-Señor Osmond, por favor llévese a Hanna, ayúdela a tranquilizarse, yo me ocuparé del señor Barnett.- Le pedí. Él accedió y se alejó con Hanna.

"¿Qué rayos pasó? ¿Qué hizo que Kilian respondiera tan violentamente y por qué ese tipo se dirigió sólo a mí?"...

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora