Kilian recorría los pasillos y escaleras de la compañía como si tuviera tiempo limitado.
Rogaba que todo estuviera bien, sin embargo no podía calmar su mente.
[NARRA ANICA.]
Allí estaba yo, confundida por la situación, algo me dio mala espina.De repente, sobresaltándome, llegó Kilian a la azotea. Se veía agitado y preocupado por algo.
-¿Señor Barnett?- Pronuncié sin pensar.
Él se detuvo manteniéndose alejado de mí.
Me desconcertó que no me respondiera y sólo se quedara parado mirándome con ese extraño semblante.
Sin previo aviso, se apresuró a acercarse a mí y me aprisionó en sus brazos.
Aunque en un principio me desorientó su inesperada acción, la sensación fue demasiado cálida y agradable.
Kilian me abrazaba protectoramente, no obstante era evidente que algo le inquietaba. Aún podía sentir y escuchar su agitada respiración.
-¿Está todo bien?- Me animé a preguntarle.
-Por fortuna así parece.- Respondió aún sin soltarme.
Su abrazo se hizo más cerrado, entonces rodeé su cuerpo con mis manos.
No entendía nada de lo que estaba pasando, ni porqué Kilian actuaba de esa forma, pero a pesar de ello, estaba disfrutando cada segundo.
El señor Barnett besó con delicadeza mi frente.
Finalmente me soltó poco a poco.
-¿Qué hace aquí?- Preguntó.
-Bueno, un trabajador dijo que debía venir para ayudarlo con un asunto, pero evidentemente nadie está laborando aquí.- Expliqué señalando el vacío lugar.
-Apuesto a que no era un trabajador de la empresa.- Aseguró Kilian.
-¿Qué quiere decir?- Indagué.
-Ya le explicaré.- Agregó.
-Tiene algo qué ver con el señor Ibonét, ¿cierto?
-Definitivamente. Aunque presiento que hará algo más.
A pesar de estar hablando de un tema desagradable, Kilian lucía mucho más relajado, me gustaba mucho cómo me miraba.
Durante las pocas horas que restaban de trabajo, el señor Barnett me explicó todo lo que había sucedido. Debo admitir que Dietrich comenzaba a asustarme en serio.
No pude evitar sentirme intranquila todo el tiempo hasta que al fin fuimos a casa.
Cuando llegamos nos encontramos con un precioso ramo de rosas sobre la mesa de centro.
-¿Cómo llegó esto aquí?- Kilian parecía desconcertado.
-No lo sé.- Respondí igual de confundida que él.
Él se acercó y las revisó.
Luego me tendió la mano para darme una nota, me miró con seriedad.
Dudé en tomarla, pero finalmente lo hice y la leí.
"Para la dama más bella que han visto mis ojos: Anica Wenzel."
Ese era el escrito en ellas.
-¿Para mí?- Me pregunté sorprendida.
-Así parece.- Contestó Kilian con tono serio.
-Pero, ¿quién podría enviarlas?- Volví a cuestionarme.
-Sé que debe tener muchos admiradores, por desgracia ese obsequio no proviene de otro más que un humilde servidor.- Se dirigió a nosotros una voz conocida.
Era Elían. Bajaba las escaleras llamando nuestra atención y sonriendo deslumbrantemente.
-¡Señor Osmond!- Dije por la sorpresa.
-¿Creyeron que se habían deshecho de mí?-Bromeó situándose al lado de nosotros.
Tomó las rosas y me las entregó.
-De verdad espero que le gusten, la extrañé.- Pronunció eso último en un juguetón susurro fingiendo decir un secreto.
-Demoraron más de lo esperado.- Agregó Kilian haciéndolo voltear hacia él.
-Así fue. No contábamos con tantos percances.
-¿Se encuentran bien ambos? Nos informaron del accidente.- Intervine.
-Absolutamente bien. Me halaga su preocupación.- Dijo Elían.
-Sabes que pueden disponer de lo que necesiten en esta casa.- Ofreció Kilian. Al parecer se preocupaba por su bienestar. Y cómo no, si eran amigos después de todo.
-Te lo agradezco.- Habló Osmond con sinceridad.
-Muchas gracias por el regalo, son preciosas.- Agradecí. -¿Puedo preguntar dónde se encuentra Hanna? Me gustaría verla.- Pedí.
-Por supuesto, ella está arriba. Le encantará saludarla.- Afirmó Elían.
-Se lo agradezco mucho, entonces... Con permiso.- Sonreí.
-¿No va a saludarme antes?- Me detuvo abriendo sus brazos.
Miré a Kilian por unos segundos. No parecía disgustado.
Suspiré y acepté el abrazo.
No pude evitar comparar la sensación con lo que sentí cuando era el señor Barnett quien me abrazaba. Kilian lo superaba por mucho desde mi punto de vista.
En cuestión de segundos nos alejamos, y me dirigí a otro piso, donde su suponía estaría Hanna. Antes de irme noté un gesto de inconformidad en el rostro de Kilian.
Llegué a la planta alta pero no ví a la señorita Hudson.
-¡Anica!- Habló una emocionada voz.
-¡Hanna!- Me aproximé a ella para abrazarla.
-¿Cómo ha estado?- Me preguntó cuando nos separamos.
Lucía tan alegre y entusiasta como siempre.
-Todo ha ido muy bien aquí.- Respondí. -Pero dime, ¿qué sucedió? ¿Están bien ambos?- No pude evitar preocuparme un poco al recordar lo que había pasado.
-No se preocupe, estamos bien.
-¿Elían estuvo grave?- Decidí indagar.
-Un poco adolorido, y algo triste.- Confesó.
-¿Triste? ¿Por qué?
-Él sabía que no debían ir a verlo porque sería arriesgado debido al clima, sin embargo conservaba la esperanza de verlos a ambos...- Su voz sonó extraña como si estuviera procesando algo.
-¿Sucede algo?
-Sólo vino un recuerdo a mi mente.
-¿Ah, sí? ¿Cuál?- Cuestioné confundida.
-El señor Osmond se mostraba particularmente interesado en verla. Admito que eso me causó intriga, así que le pregunté directamente...
-¿Acerca de qué?- No lograba entender a dónde iba Hanna con todo eso.
-De si estaba interesado en usted.- Soltó de repente.
-¿Perdón?- Me desubicó su cometario.
-Él lo afirmó. Dijo que usted le interesaba.- Ella sonaba bastante seria, no era común verla así. Me sentí extraña.
-Hanna, no entiendo por qué...
-¿Usted le corresponde?- No titubeó en preguntarlo, incluso me interrumpió.
-¿Cómo?
-Por favor, sea sincera. ¿A usted le gusta el señor Elían? ¿O quizá está interesada en alguien más?
Hanna tomó una postura que nunca antes había visto en ella, todo parecía un interrogatorio y me ponía nerviosa.
Ella estaba decidida a obtener mi respuesta...
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El Lúgubre Castillo Barnett
Storie d'amore•Año: 1850. Anica Wenzel es una chica que ha tenido una vida llena de desgracias y éstas parecen no acabar. Al nacer, sus padres la abandonaron en un orfanato donde, más tarde, fue adoptada a los 9 años por una adinerada familia. Para su desgracia...