64. Si la finalidad eras tú.

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-...¿Dejarás el concepto que tienes sobre mí? ¿Ya no seré un caballero, Anica?...

¿Cómo se supone que respondiera a eso? Los latidos de mi corazón no daban tregua.

"Serenate, Anica". Me repetía a mí misma una y otra vez sin éxito.

Sonrió del lado mientras sus ojos brillaban.

-Si te sientes incómoda, como en aquella ocasión, de que nos puedan ver, no te preocupes. No hay nadie más en el castillo. Se supone que nos darían nuestro espacio.- Añadió acentuando los dos últimas palabras.

-No es eso.- Faltó poco para que lo tartamudeara.

-¿Entonces vas a responderme?- Cerró más el espacio que había entre ambos.

Me miró a los ojos un momento y, sin dejar de hacerlo, llevó sus manos a mi cintura para acercarme a él con más fuerza que en otras ocasiones. Gracias a eso, finalmente mi cuerpo chocó con el suyo.

Podía sentir su respiración agitada.

Entonces llevó sus labios a los míos y me besó con lentitud. Tuve esa extraña sensación de tener mariposas en el estómago.

Correspondí a su acercamiento, llevé mis manos hasta su cuello y seguí su ritmo.

Estaba disfrutando hasta la más mínima sensación a pesar de no saber si era correcto.

El beso fue largo, sin embargo, Kilian se detuvo. Volvió a mirarme y a sacar a relucir sus hoyuelos.

Después volvió a acercarse. Esta vez comenzó besando mi mejilla derecha y de a poco bajó hasta mi cuello.

Estuve a punto de hacerlo detenerse, no porque me molestara, sino por lo nueva que fue la sensación para mí. Si bien, se había acercado a mi cuello antes, esta vez estaba besándome, muy diferente a las otras ocasiones.

Movía sus labios seductoramente, mi cuerpo entero temblaba para ese punto.

De pronto, sentí cómo mordió mi piel y bebió de mí.
Sabía que debía haberlo necesitado, probablemente a eso se debía la palidez en su rostro durante la cena de antes.

Duró menos de lo que esperaba y fue sumamente cuidadoso.

Cuando terminó miró mi rostro, sus ojos continuaban con ese brillo característico.

No lo ví venir pero, como si fuera tarea sencilla, me tomó en sus brazos para cargarme, abrió la puerta de la alcoba para luego cerrarla tras él y me recostó en la cama.

Cuando me dejó allí, ví como un par de mechones de su cabello caían en su rostro. Sin duda no mentí cuando dije que era un hombre por demás atractivo.

-¿Estás bien?- Preguntó con voz grave.

-Lo estoy.- Aseguré puesto que probablemente a propósito se apartó rápido para no debilitarme.

Yo seguía recostada en la cama mientras él se mantenía frente a mí apoyado en el colchón con sus manos.

Sus ojos recorrían mi cuerpo, me sentía ansiosa con él estudiándome de esa forma y estando en esa posición.
Luego de mirarme un rato con esa intensidad, me tendió la mano para que pudiera ponerme de pie.

No le aparté la mirada a pesar de que me incorporé y él seguía muy próximo a mí.

Dudé un poco de mi siguiente movimiento, aunque sinceramente me sentía muy tentada teniéndolo así de cerca.
Me puse de puntillas y pasando una de mis manos detrás de su nuca, lo atraje a mí para besarlo.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora