-No, no me gusta él.- Dije convencida.
Temí que fuera a molestarse porque era muy cercana a Elían, quizá malinterpretaría todo.
Me puse tensa.
-Ya veo.- Respondió inexpresiva.- Pero ¿por qué me mira así, señorita Anica? No me malentienda, sólo lo ví interesado en usted y sentí curiosidad. De verdad lamento la intromisión.- Continuó. Parecía realmente avergonzada.
-¡Oh, no! Está bien.- Dije aliviada.
-¿Creyó que me molestaría por eso?- Me miró sonriendo.
-Sinceramente, sí.
-¡Ay, para nada! Usted es libre de sentir algo o no, nunca debe preocuparle qué piensen otros. Además, me gusta considerarme su amiga.- Volvía a ser la Hanna de siempre.
La abracé.
-Sin duda lo eres.- Luego me alejé de ella.- Hay muchas cosas que me gustaría contarte, pero ya habrá tiempo.- Casi me ruborizo al pensar en "esas cosas."
-Me encantaría escucharla. Aunque tendrá que irnos a visitar a nuestra nueva casa.- Soltó.
-¿Cómo?- Me sorprendí.
-El señor Osmond planea dejar la casa del señor Barnett. Ya le hemos dado demasiadas molestias.- Hizo una pausa.- ¿Lo ve? Por eso no tenemos maletas con nosotros.
-Pero... Voy a extrañarte.- Hablé con melancolía.
-Por favor no se ponga triste, tan sólo estaremos alejados unos minutos de camino. Además pediré permiso para visitarla.- Me sonrió con entusiasmo.
Me daba tanta alegría verla así de optimista, además tenía razón en que podríamos vernos a menudo, ese hecho me hacía sentir mucho mejor.
-De acuerdo. Por favor cuidense ambos.
-Lo haremos. Hoy tan sólo hemos pasado a saludar e informarles, debemos ir a la nueva casa de Elían. Ya vendremos con mucho más tiempo para charlar.- Me guiñó el ojo haciendo alusión a lo que le había mencionado antes.
Después de eso bajamos para incorporarnos a Kilian y Elían. El señor Barnett ya estaba enterado así que nos despedimos de ellos.
De nueva cuenta quedábamos sólo Kilian y yo en el castillo.
Al día siguiente fuimos a la empresa como ya era costumbre.
Yo me dirigía de regreso a la oficina del señor Barnett después de ir a otro departamento, tan sólo tenía que doblar un pasillo para llegar.
Sin embargo ví a Dietrich a la mitad del pasillo y decidí doblar en otro para no toparmelo de frente.Creí que lo había hecho a tiempo pero él me vio y se apresuró a alcanzarme.
-¿Está huyendo de mí, señorita Wenzel?- Se me acercó aparentemente divertido por la situación.
Ver esa reacción en su rostro me hizo sentirme cansada de tenerle miedo.
-En absoluto.- Lo confronté mirándolo a los ojos a pesar de ser una mentira.
-¡Qué alivio!- Ese hombre era un gran actor.
-¿Qué se le ofrece?- Hablé irritada por la escena.
-Parece que tiene mal carácter hoy. ¿Acaso peleó con mi primo?- Sonrió maliciosamente.
-Se equivoca, mi día iba bastante bien hasta que me encontré con usted.- No pude evitar decirlo.
Evidentemente no esperaba esa respuesta pues, en sus ojos había sorpresa y furia.
Tomó mi mano con violencia.
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El Lúgubre Castillo Barnett
Romantizm•Año: 1850. Anica Wenzel es una chica que ha tenido una vida llena de desgracias y éstas parecen no acabar. Al nacer, sus padres la abandonaron en un orfanato donde, más tarde, fue adoptada a los 9 años por una adinerada familia. Para su desgracia...