54. Ordenando el juego.

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Cerró la puerta detrás de él una vez que salió.

Creí que todo estaba perdido, probablemente para cuando Gabriel llegara sería muy tarde. No quería pensarlo pero, ahora sería Kilian contra esos dos hombres.

Me dolía el corazón, supliqué al cielo un poco de ayuda, no sabía qué hacer, no quería que le sucediera nada malo al señor Barnett.

De pronto la puerta se volvió a abrir. Miré con atención.

-¡Qué descortés de mi parte! ¡Olvidé despedirme de usted!- Era Elían nuevamente sonriendo.

Lo miré con fastidio.

Sin imaginarlo se acercó a mí rápidamente y me abrazó.

Lo empujé inmediatamente con todas mis fuerzas, el retrocedió sólo un poco soltándome y dejando escapar una risa sin abrir la boca.

-¡¿Cómo se atreve?! ¡Es un sinvergüenza, señor Osmond!- Me molesté mucho.

No me respondió, sólo volvió a ir hacia la puerta. Tomó la manija y sin soltarla se giró de nuevo hacia mí.

Me miró a los ojos sin dejar de sonreír, levantó una de sus manos frente a su rostro y soltó el arma dejándola caer al suelo.

-Le dije que hoy estaba bastante torpe.- Pronunció y luego me hizo un guiño.

Genuinamente hice un corto gesto de confusión con el rostro.

-Sólo espero no olvidar cerrar la habitación también.- Agregó.

"¿Qué? ¿Acaso estaba dejándome libre y con el arma a propósito?" Pensé.

Cuando creí que al fin se marcharía volvió a mirarme.

-¡Ah! Y lo de antes fue sólo en caso de que Kilian no me permita hacerlo después.

Hacía referencia al abrazo.

-Elían...- Pronuncié en voz baja.

-Sé que sabrá qué hacer, siempre ha sido una mujer inteligente, sólo recuerde tener cuidado.

Fue lo último que dijo antes de irse.

Al parecer Elían sólo había estado engañando a Dietrich y estaba ayudándonos.
Tenía toda la razón cuando dijo que podría lamentar mis palabras.

Por fortuna tenía otra oportunidad gracias a él. Me apresuré a tomar el arma que aún estaba en el suelo y luego salí de ahí.

[NARRADOR].
-¡Hey, ¿pero qué crees que haces?!- Habló Elían entrando en la sala de nueva cuenta y dirigiéndose a Dietrich quien le apuntaba a su amigo.

Este último le lanzó una mirada fulminante en cuanto entró.

El señor Osmond se posicionó al lado de Dietrich.

-Sólo regreso todo a su lugar.- Contestó con tranquilidad.

-¿Qué hiciste con Anica, Elían?- Preguntó Kilian a modo de reclamo.

-No te preocupes por eso, amigo.- Hizo énfasis en la palabra final.

-¡Hipócrita!- Se indignó.

-El tiempo se agota.- Tomó la palabra el señor Ibonét. -Escúchame, Elían. Me desharé de mi primo y después me marcharé. Quiero que me alcances más tarde con Anica, enviaré a alguien a buscarte para que sepas dónde estoy. Sé cuidadoso, ¿entiendes?

-Totalmente.- Respondió Elían con seguridad.

-¡Sin importar qué hagas conmigo, sé que te atraparán, Dietrich! Eres demasiado tonto, tal y como lo has sido siempre. Incluso con la empresa, es por eso que nadie cree en ti.- Las palabras de Kilian enfurecían a su primo.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora