Después de eso fuí a reunirme con Kilian de nuevo.
-¿Sucedió algo? Estaba a punto de ir a buscarte.- Lucía preocupado.
-Lamento la demora, estoy bien, sólo tuve que... Hacer algo.
-Entiendo.- Aceptó poco convencido.
-¿Recuerdas la noche en que nos reunimos en la biblioteca y te pedí que me hablaras de ti?- Le pregunté.
-Sí, lo recuerdo.
-Supongo que tampoco olvidaste que te mencioné a un chico del servicio de los Wenzel, el joven que me traía libros sin que nadie se enterara.
-Claro.
-Él es la persona que fuí a ver. Su nombre es Gabriel.
-Ya veo, así que era él.
Hubo un silencio entre ambos.
-Anica, ¿estás segura de que todo está en orden?- Insistió. Probablemente yo me veía tensa en ese momento.
-Sí, totalmente segura. Sólo fuí a saludarlo.- Hice mi mejor intento por sonreír. -Lamento no habértelo presentado, prometo que lo haré pronto.
Luego de eso nos fuimos, me daba miedo que Kilian no confiara en mí.
Pasaron los días, sólo faltaba una semana para la reunión que tendría con Dietrich.
Había pasado mucho tiempo en mi habitación pensando y dando mil vueltas al asunto intentando encontrar una salida rápida a todo esto.
El señor Barnett parecía preocupado por mí, pero, como podía, trataba de calmarlo. Me dolía estar tan distanciada de él, pero ya no era secreto para mí que Dietrich me vigilaba, no estaba segura de si a él también pero de no ser así intentaría que pasara lo más desapercibido posible.
Una tarde decidí salir a sentarme en una de las bancas del jardín del castillo y leer un poco. Quizá eso me daría algo de paz.
El lugar en el que estaba se encontraba detrás de la casa así que la puerta principal no podía verse.
Cuando comenzaba a llegar el frío que anunciaba a la noche, pensé en volver adentro.
Cerré mi libro y entré, sin embargo casi me quedo helada al ver con quien se encontraba Kilian.
En su mirada había una clara molestia.
-¡Anica, mi querida hija!- Habló el señor Wenzel con un entusiasmo poco creíble.
-Pa... ¿Papá?...- Pronuncié con inseguridad, no me sentía cómoda llamándolo así.
Sin pensarlo dos veces el señor Barnett se posicionó frente a mí como si buscara protegerme.
- Por favor retírese, señor.- Su tono de voz era demasiado serio.
-¿Sucede algo, Kilian?- Lo miré y hablé de forma que sólo él pudiera escucharme.
-¿Pero qué dices, Kilian? Es mi hija, quiero hablar con ella.- Sonreía tanto que sus ojos casi se cerraban por el gesto.
Puse mi mano sobre el brazo del señor Barnett y me puse a su lado dejando de estar detrás de él.
-¿Necesita algo?- Cuestioné a mi padre.
-Oye, Kilian, ¿nos darías algo de espacio? Si sigues protegiéndola de esa forma creeré que tienes otro tipo de interés en mi hija, además me haces sentir como un villano.
-Kilian...- Lo miré indicándole que estaría bien. Él entendió.
-Por favor llámame si me necesitas.- Pronunció esa frase y se retiró.
Me dio escalofríos ver la forma en que miró a mi padre antes de irse.
-¿Qué lo trae por aquí después de tanto tiempo? Creí que ya se había olvidado de mí.- Hablé al mismo tiempo que le hacía una seña para que se sentara. -¿Acaso viene a asegurarse de que su trato allá sido cumplido?
-¡Esta niña! Al parecer sigues siendo tan rebelde como antes. Pensé que habrías cambiado y serías más sensata.
-Claramente no. Pero mejor dígame, ¿por qué de pronto recordó que tenía una "hija"?
-Esas no son formas de hablarle a tu padre. No entiendo por qué estás tan molesta conmigo, cualquiera con un mínimo de sentido común estaría agradecido de ser enviado aquí.- Sus ojos recorrieron el lugar. -Vaya que al señor Barnett no le gusta lo simple ¿eh? Mira todo este lujo. Deberías agradecerme.
-¿Agradecer qué? Padre, sé muy bien por qué me envió aquí.
Palideció.
-¿Acaso buscaba deshacerse de mí por unos cuantos pesos a cambio?
-¿De qué hablas, querida?- Fingió locura.
-Usted sabe muy bien a qué me refiero. Por fortuna el señor Barnett es un hombre decente, no un monstruo como usted imaginaba pero, ¿qué habría sucedido de no ser así? ¿Habría podido vivir tranquilo luego de que él me asesinara para saciar sus instintos? ¿Lo hubiera logrado por limosnas a cambio?- Enfurecí.
-¿Un hombre decente dices? ¡Por favor! Si lo fuera no habría aceptado en primer lugar.- Se exaltó pero luego pareció recapacitar. Suspiró y continuó. -Ví la forma en que te protegió, dime ¿hay algo entre ustedes?
-¿Qué?
-Mi querida hija, puedes pretender ser muy dura conmigo, pero soy tu padre, evidentemente te conozco y eres completamente transparente para mí en ocasiones.
Hice un gesto de desagrado.
-Está más que claro que le correspondes.
Sonrió y me abrazó con emoción, yo no me moví. Para entonces ambos estábamos de pie de nuevo.
-¡Felicidades, hija! Debes saber que tienen mi apoyo incondicional. ¡Dios, tu madre se pondrá tan contenta con la noticia! Deberíamos fijar una fecha para su boda, eres una chica preciosa, Kilian jamás se negaría.
-¿De qué habla? ¿Boda?- No podía creer todo su alardeo.
-¡Pues claro! Mi niña, ¿te imaginas el imperio que formaremos yo y mi yerno? Podremos finalmente...
-¡Así que de eso se trata todo! ¡Ya entiendo, su visita, su supuesto apoyo, claro!
-¿Pero qué dices, cariño?
-¡Dinero, eso es todo!
-Bueno, innegablemente estoy feliz por ustedes, pero ya eres toda una mujer, debes saber que los negocios son importantes para cualquiera.
Llevé la mano a mi frente con frustración.
-Usted no vino hasta aquí para verme o como una simple casualidad, ¿cierto?
-Bueno, en realidad, supe que de vez en vez te veían del brazo de Kilian así que...
-No hace falta que diga más, ya entendí.
-Las cosas con el patrimonio Wenzel no están del todo bien, la verdad es que nada bien. Por eso creo que una boda, sería... Conveniente.
-No puedo creer que diga eso. ¿Entonces está aquí porque, ya que no estoy muerta, se le ocurrió otro negocio conmigo?- Lo miré con decepción.
-Si lo dices así suena terrible.- Actuó como si lo hubiera herido.
-¡Porque lo es! ¡Es denigrante la manera en que los Wenzel me han tratado! Manejándome como mercancía.- Exploté. -¿Es para estos fines tan ruines que buscaban adoptar una hija?- No pude soportar más la ira.
-¡Ya basta, Anica! A nadie le he permitido jamás que me levante la voz de esa manera, tú no serás la primera.
Claramente te he subestimado, no eres tan ingenua como creí, todo el tiempo que viviste con nosotros has sido un verdadero dolor de cabeza, así que no debo tener ninguna contemplación contigo, ya fue suficiente.- Levantó la voz.Temblaba de ira. No sabía hasta dónde era capaz de llegar ese señor, sin embargo estaba segura de que estaba a nada de hacer que saliera a relucir una de las peores facetas de "mi padre"...
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El Lúgubre Castillo Barnett
Romance•Año: 1850. Anica Wenzel es una chica que ha tenido una vida llena de desgracias y éstas parecen no acabar. Al nacer, sus padres la abandonaron en un orfanato donde, más tarde, fue adoptada a los 9 años por una adinerada familia. Para su desgracia...