39. Una aflicción disfrazada.

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-Si supiera todo lo que quisiera hacerle...- Me dijo, una vez más con esa mirada que tanto me gustaba.

-¡Kilian!- Fingí regañarlo.

A él le hizo mucha gracia ese gesto.

-De acuerdo, te dejaré escapar por hoy.- Volvió a reír.

Lo abracé con fuerza, aún podía escuchar su corazón latiendo agitado.

-Perdóname, no quise que malinterpretaras lo que dije aquella vez.- Susurró aún en el abrazo.

Entonces me separé de él para poder verlo a los ojos.

-No quería pedirte que te apartaras de mí, simplemente me angustió mucho la idea de que Dietrich pudiera haberte lastimado. Como ya te lo he dicho, me siento responsable de sus acciones hacia ti, porque fue por mí que tuviste que venir aquí.- Levantó mi mano derecha y depositó un cálido beso en ella.

-Yo también lo lamento. Me comporté de manera inmadura. Estoy apenada por ello, debí dejarte hablar.- Últimamente me era muy fácil ser sincera con él. Podía expresarle casi todo lo que pensaba.- Sólo quiero que sepas que no debes sentirte así. Nada de lo que me pueda suceder es culpa tuya. Déjame ser responsable de mí misma, te prometo que no habrá nada de qué preocuparse.

Cuando terminé de hablar, él volvió a abrazarme. Podía sentir que algo le preocupaba y odiaba que fuera así.

-Me alegra que podamos hablar así. Me desagrada completamente la idea de distanciarnos cuando hay discusiones. Así que, espero que tengas la confianza suficiente para acercarte a mí. No quiero que te escondas.- Kilian en muchos casos solía ser muy maduro, había pocas cosas de él que no me gustaran.

-Concuerdo totalmente.- Agregué.

Muy a mi pesar, volví a soltarlo.

-Es tarde, quizá debería ir a mi habitación.- Indiqué.

Él hizo un gesto de desagrado por lo que dije.

-Además, necesita descansar, señor Barnett. Aunque tengas capacidades que yo no conozco, acabas de lastimarte, será mejor que descanses.- Hablé simulando seriedad.

-Al menos déjame acompañarte.- Me ofreció su brazo. Lo miré unos segundos y después lo acepté con una gran sonrisa en los labios.

Cuando llegamos a la puerta de mi alcoba, nos separamos.

-Bien, señorita, vaya a dormir ya que hoy consiguió huir de mí una vez más.

-¡Qué suerte la mía!- Dije con sarcasmo.

-Quizá mañana no sea tan benevolente.- Agregó y me guiñó un ojo de forma coqueta. El señor Barnett tenía un encanto natural, además de lo atractivo que era.

Estaba apunto de marcharse, así que abrí la puerta del cuarto para irme también, sin embargo, sentí que me miraba y me giré hacia él. Tal como pensé, tenía su atención en mí.

-Te quiero mucho, Anica, o quizá es más que eso...- Iba a preguntarle a qué se refería exactamente pero no me dio tiempo para hacerlo, únicamente sonrió de una manera diferente y luego continuó su camino.

Cuando entré en mi alcoba me sentía muy emocionada, no sabía qué me había gustado más; si el hecho de que me haya dicho eso o la forma en que se escuchó mi nombre en su voz.
Estuve tan feliz esa noche, que me costó conciliar el sueño.

Las siguientes semanas se tornaron un poco duras. Dietrich escapó de su casa para que no lo pudieran encontrar.

El señor Barnett cada día parecía más dolorido, a veces incluso palidecía de más.
Como hasta ahora, continuaba intentando fingir en mi presencia que se sentía bien.

-¿Te encuentras bien, Kilian?- Pregunté entrando en la cocina donde se encontraba él bebiendo agua.

Antes de que yo entrara al lugar, me había parecido verlo poniendo su mano sobre la herida que su primo había causado, aunque, era extraño, tenía entendido que podía sanar rápidamente y, de hecho, lo ví hacerlo con mis propios ojos. No tenía sentido que sintiera tanto dolor después de varias semanas.

-Totalmente bien.- Respondió con una sonrisa, como de costumbre.

Me acerqué a él y sin dudarlo lo abracé rodeando su cintura.

El repentino acto provocó un breve quejido en él.

-¿Qué pasa? ¿Te lastimé?- Pregunté. En realidad lo abracé así un poco a propósito, necesitaba saber si lo que ví era cierto.

-¿Lastimarme? ¿Por qué lo harías? Estoy bien.- Se esforzó por convencerme.

-Sé que no lo estás.

-¿Cómo? Por supuesto que es así.

-¿Podría entonces ver el sitio donde te hirió Dietrich?- Cuestioné.

-¿Qué?- Pude notar que se puso algo nervioso, lo cual no era propio de él. -Creí que te incomodaba. Mejor vamos, salgamos de aquí por el momento...- Buscó desviar la atención, y salir de allí.

Di un paso frente a él para obstruir su camino.
Me miró sorprendido.

-Sé que algo sucede, por favor déjame saberlo.- Lo miré suplicante.

Entonces comenzó a abrir sólo los botones necesarios en su camisa para ver la herida.

Me sorprendí mucho por lo que ví. Parecía no haber mejorado casi nada. Era como si hubiera retrocedido en su proceso de cicatrización.

-Pero, aquél día yo misma ví...

-¿Cómo sanaba?- Me interrumpió.

-Así es. ¿Cómo es que...?

-Tampoco lo entiendo, aunque quizá la razón no sea tan abstracta.

-¿Qué quieres decir, Kilian?

-Tranquila, no te angusties, ¿de acuerdo? Ya veré qué hacer.- Sonrió.

-Pero...

-Ahora que lo recuerdo... ¿Le agradan los bailes, señorita Wenzel?- Esta vez no me permitió volver al tema.

-¿Perdón?... Oh, claro.- Me forcé a dejar esa conversación.

-¿Le molestaría ser mi pareja en uno?- Lucía feliz.

-¿De verdad? Si usted está de acuerdo, me encantaría.- No pude evitar emocionarme.

-Perfecto.

Kilian me explicó que varios proyectos se habían concretado en la empresa y sus socios habían propuesto celebrarlo con un baile, así que él no se opuso.

La verdad es que no todo era caos, había muchas cosas que marchaban viento en popa también.

Lo que más me preocupaba eran esos episodios de malestar del señor Barnett y la desaparición repentina de Dietrich... De nuevo.

El Lúgubre Castillo BarnettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora