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-¡La crema quedó muy dulce! -grita papá, enojado al de dejar caer el bol sobre la encimera y llevarse una mano a la frente.
Parpadeo aturdida.
¿Dije que estoy embarazada y eso es lo primero en que piensa?
-Te acabo de decir... -susurro.
Baja la mano.
-Lo sé. Te escuché. Todavía intento procesarlo. -Suspira, sus ojos se suavizan cuando me enfrenta y descansa las manos en mis hombros-. Pero quería que vieras que puedo enojarme hasta con la crema, pero no contigo. Jamás contigo, cariño. No por eso ni por cualquier cosa que pueda cruzar por tu cabeza.
Mis lágrimas caen sin control cuando se inclina para mirarme con fijeza. Su amor por mí lo desborda y mi amor por él me desborda.
-De nada sirve reprocharte lo que seguramente ya te reprochaste un millón de veces en todo el tiempo que juntaste valentía para contarme. -Atrapa una lágrima con su pulgar y veo el dolor que le causa pensar que lidié sola con eso hasta ahora-. Así que ayúdame a preparar la crema otra vez, que eres mejor cocinera que yo... Cocinamos y... Cocinamos y hablamos, ¿sí?
Asiento. Se va por un segundo y al otro regresa con un delantal. Me ayuda a ponérmelo en silencio. Cuando está atando el moño a la espalda, añade con la voz quebrada peor aún así transmitiendo firmeza:
-Somos nosotros contra el problema, no tú contra mí ni yo contra ti. Siempre será así, recuérdalo. -Deposita un beso en la cima de mi cabeza con dulzura.
Cierro los ojos.
Espero ser la mitad de padre que es él. Eso sería más que suficiente.
