5. Kassian

10.2K 2.6K 680
                                    

Ella ladea la cabeza entre desconcertada y un poco molesta mientras me mira con acusación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ella ladea la cabeza entre desconcertada y un poco molesta mientras me mira con acusación.

-Hola -digo agarrando mi nariz con una mano y saludándola con la otra-. Lo siento, estaba intentando escuchar detrás de la puerta -confieso con rapidez, retrocediendo para permitirle salir al corredor.

Mentir nunca me había salido bien, mucho menos bajo presión.

Prefiero perder la dignidad siendo sincero antes que decir una cadena de mentiras que no podría sostener después. Cuando estoy nervioso tiendo a hablar mucho, y quien me conoce en el ámbito escolar -o sea Ramón, porque no tengo más amigos-, sabe que en mi estado habitual digo poco y nada. Detesto padecer de los nervios porque saco a lucir el lado parlanchín.

La molestia en sus ojos se suaviza hasta desaparecer, al igual que su ceño fruncido. Sus cejas se arquean con sorpresa.

-Pues... -vacila-, gracias por la honestidad. ¿Por qué estabas intentando escuchar?

-Parecías triste. Creí que estarías llorando ahí adentro. -Hago un ademán con el mentón al baño.

Ella se ríe un poco y siento que no importa cuántos golpes me dieran en la cara con una puerta, todos lo valdrían por esa reacción.

-Jamás vas a ver a este chica llorar. -Se pasa las correas de la mochila por los hombros y acerca-. Solo lloro por cosas extremadamente graciosas, no por las tristes o esas que te enojan. No lo valen. -Pasa por mi lado y me da una palmada en el hombro. Eso basta para decidir que no quiero bañarme nunca más, pero no creo que a mi madre o a la abuela le agrade la idea-. Agradezco la preocupación, pero estoy bien.

Me giro y la veo alejarse, pero antes de que esté losuficientemente lejos la franqueza en consecuencia de los nervios vuelve a atacar.

-No me negaste estar triste.

Su paso se relentiza y dando media vuelta comienza a caminar en reversa, alejándose mientras me mira con una sonrisa ladeada.

-Tú tampoco me negaste ser un asediador.

Siento el calor darle color a mi rostro y cuello. Detesto el modo cereza, como lo llama tía Zoella.

-Ni siquiera preguntaste -objeto con la voz un poco más aguda de lo usual.

-Hay cosas que no se preguntan, simplemente se ven. -Se encoje de hombros y vuelve a darme la espalda.

Cuento hasta sesenta. Siento que mi corazón está participando en los juegos olímpicos de atletismo. Va tan rápido que, cuando grito el nombre de Ramón y él asoma la cabeza por la puerta del aula con curiosidad, creo que explotará.

-Ven a sostenerme, creo que me desmayaré -pido feliz.

-Teniendo en cuenta que no te veo con ninguna bolsa de frituras en la mano para entregarme, ahí está el piso. Él puede encargarse de agarrarte.

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora