—No vale la pena, Kassian.
Freno en medio del corredor vacío.
Cierro los ojos y respiro hondo. Mi primer instinto, sin embargo, es cerrar las manos en puños. Acabo de salir de una pelea, no puedo meterme en otra, pero algo dentro de mí quiere hacerlo.
Es como si ni siquiera me importara el hecho de que estamos en camino a la oficina del director, donde nos espera con Sam. En el mejor caso nos ponen en detención por varios días, en el peor, nos expulsan.
—¿Qué cosa no vale la pena, Ramón? —espeto, apenas reconociendo el filo en mi voz.
Nunca dije su nombre con tanta exasperación.
—Que te rompan la cara por alguien que no puedes tener.
Bajo la mirada a mis zapatillas mientras giro.
—¿Disculpa? —Elevo los ojos pero no la cabeza. No tengo fuerzas ni para eso.
Él abre los brazos como si pudiera hacer tangibles y abarcar todos los problemas del mundo. Luego, los deja caer con cansancio. Sus ojos están cristalizados y le toma varios segundos poder sacar las palabras.
—Ralph me dejó. En realidad, ni siquiera pudimos empezar. Me dijo que no tiene tiempo para una relación. Debe enfocarse en el bebé.
Resoplo entre divertido e incrédulo.
—¿Y qué quieres? ¿Que te consuele porque sabe cuáles son sus prioridades y tú no estás en la cima de ellas?
Niega con la cabeza. Una lágrima insiste en empezar una carrera solitaria por su mejilla. Me hace enojar. Por primera vez creo que una persona no tiene derecho a llorar, y esa persona es él.
—Solo trato de darte un consejo.
—Tus consejos dejaron de interesarme en el segundo que asumiste que me gustaría que una chica tenga un aborto para poder estar con ella sin inconvenientes.
Tengo odio dentro de mí. Hablo con odio. Miro con odio. Escucho con odio. Camino con odio.
Odio toda la aversión que siento, pero no sé qué hacer con ella.
Me doy la vuelta y sigo caminando, pero sus pisadas se oyen aceleradas.
—Ralph y yo no podemos ser amigos por los sentimientos que hay entre nosotros. Dijo que sufriríamos. Creo que tú y Abelia tampoco podrían, aunque solo sufrirías tú porque eres el único que siente algo ahí —dice en tono solemne.
No puedo aguantarlo. Me rio al borde de la histeria sin dejar de caminar.
—¡¿En serio?! ¡¿Esa es tu patética estrategia para hacer de cuenta que no dijiste cosas horribles y volver a ser amigos que se arrastran en su propia pena de amor no correspondido?!
Corre y se planta delante de mí, apoyando una mano en mi pecho para que me detenga.
—Apártate.
—No, escú...
Doy un paso atrás y alejo su mano con ira.
—¡No! ¡No te escucharé a menos que quieras disculparte, porque salvarme de un puñetazo de Sam no te excusa de la horrible persona que fuiste! ¡No te escucharé decir que soy un masoquista por querer ser amigo de ella! —Me acerco y bajo la voz, con los puños temblando a los costados—. No importa si está embarazada, si Ralph le pide volver a ser novios y ella acepta, si se casan y tiene tres decenas de hijos más. Lo único que me importa es ser un buen amigo, porque necesita uno.
—¿Y qué hay de lo que tú necesitas? —Frunce el ceño—. Ella está siendo egoísta conservándote a su lado a sabiendas de lo que sientes. Tú estás siendo un ciego, lastimándote a ti mismo quedándote. ¿Cuándo aprenderás que la vida es dar y recibir? No puedes darlo todo de ti y obtener migajas de una estúpida amistad a cambio.
Sus palabras son peores que el gancho derecho de Sam.
—¿Estúpida amistad? —Repito.
Él no contesta.
—No es estúpida si es la única amistad que te queda —añado.
Abelia me gustó desde que tengo memoria. Claro que deseé ser Ralph todos los años que estuvieron juntos. Por supuesto que en el escenario ideal me hubiera gustada que rompieran y ella no estuviera embarazada. Me habría encantado ser valiente e invitarla a salir en ese caso. Habría amado si, con suerte cósmica, hubiera correspondido mis sentimientos.
Sin embargo, esa no es la película que estamos mirando.
No estoy seguro de si mis sentimientos por ella van a desaparecer o solo empeorarán, pero se los confesé. No oculto nada. Ella no oculta nada. Sé que no ve más que un amigo en mí. Tal vez me alejaría si las circunstancias fueran distintas, pero ahora ambos necesitamos esta amistad.
Ella perdió a Ralph en un sentido y yo a Ramón en otro, y tenemos una conexión.
—Creíste que Ralph te aceptaría, que yo me olvidaría de lo que dijiste, que Abelia no se molestaría ni sería un obstáculo para tu relación una vez que la dejaron —enumero—. Pero creíste mal, ¿sabes por qué te salió el tiro por la culata? Porque eres egoísta. Solo piensas en ti. Ralph, Abelia y yo tenemos en cuenta al bebé y a las otras personas. Por eso estamos los tres juntos y tú quedaste solo, ¡a diferencia de Ralph, tú no sabes pedir perdón!
—No. Abelia y Ralph están juntos, aunque tal vez no sea de forma romántica. Tú y yo quedamos fuera de la ecuación.
Niego con la cabeza y lo rodeo para seguir el camino a la oficina.
—Yo no me siento un cero a la izquierda que busca dónde encajar. Ese eres tú, que se quedó sin lugar de mejor amigo y novio. Verás cómo resolvemos este problema sin ti.
Con eso me voy.
Al llegar a casa después de ser expulsado por tres días, mamá, papá, mi padrastro, tío Blake e incluso la abuela me están esperando.
—Este no eres tú —es lo primero que dicen.
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Lo que grito para tenerte
Fiksi RemajaCallar trajo problemas y hablar no bastó. Es hora de gritar a los cuatro vientos lo que me susurra el corazón.