Epílogo

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Abelia

Moriré.

O al menos, eso querré. 

No llevo viva mucho tiempo en este lugar, pero en 18 años he sufrido por distintos motivos. Aunque jamás sabré con exactitud cómo es el sufrimiento de las millones de personas que también respiran mientras escribo esto, o cuánto y debido a qué cosas sufrieron los otros millones que no están o vendrán, sé que a partir del día en que decidas nacer no podrás liberarte de eso.

Es algo que todo ser humano experimenta en olas que van y vienen.

A veces, sufrirás, lo sabré y pasaré de odiar al mundo a odiarme a mí misma por traerte a él a llorar.

Otras veces, sufrirás y yo jamás lo sabré, pero desde ahora siento mucho que tengas que pasar por eso. Espero que encuentres personas que te sostengan cuando yo no pueda hacerlo; cuando tú no tengas fuerzas para sostenerte.

Esta es una bienvenida horrible, lo sé. Sin embargo, guardé lo mejor para el final.

No puedo prometerte nada. Todo en esta vida es inestable, incluso aquello que luchas por conseguir y crees que es tuyo eternamente. Cualquier cosa se rompe y cualquier persona te deja, por lo que no puedo hacer promesas por nada ni por nadie.

Excepto esta: te amo y amaré para siempre. Un verdadero «para siempre», porque si existe, tiene que ser este.

No mentiré. El amor no basta para ser feliz ya que la vida es muy dura y te ataca desde cada ángulo posible. A pesar de eso, ese amor sobra para querer seguir, y al final todo se trata de eso: ir hacia adelante mientras disfrutas del paseo. 

Cuando te vea, te abrazaré como si fuera la primera y la última vez. En cada ocasión.

Sé que esto recién comienza, pero imagino ese «para siempre» cuando digo tu nombre.

Meses después...

Siempre fui una chica tranquila, pero...

—¡Maldita sea la jodida perra de la...!

En cuanto lanzo la primera maldición, todos saltan sobre sus pies. Mi padre se despierta de su siesta en la silla y se resbala hasta que su trasero está en el suelo, por lo cual Petra debe ayudarlo a ponerse de pie, Faith sacude a Sobb como una maniática y Kassian tropieza contra Ramón cuando ambos quieren salir de la habitación del hospital. Huyen despavoridos. Sin embargo, la emoción se filtra en sus gritos de ánimo cuando me llevan por el corredor hacia el quirófano.

Cuando Ralph y yo estamos dentro, toma mi mano.

Y gritamos. Los dos.

Al escuchar el llanto, río. Cuando acercan a la pequeña criatura hacia mí, lloro. Me mira como si estuviera preguntándose por qué grito tanto: «Cálmate, mujer, recién llego y ya andas a los gritos. Por supuesto que sé que eres mi mamá solo por eso».

—No lo entiendes —susurro sosteniéndola contra mi pecho y sintiendo que sostengo mi propio corazón entre mis manos—. Es lo que grito para tenerte.

—Lo que gritamos —corrige Ralph con una sonrisa suave, acariciando su pequeño brazo y depositando un beso en mi cabello—. Porque tu madre casi me quiebra la mano y grité un poquito, y en el corredor hay un grupo de locos que no paran de gritar tu nombre, Violet.

FIN

Con amor cibernético y demás, S. ❤

Y recuerden:

Sí existen los finales felices,
pero también los agridulces.

(Aunque este fue más dulce).

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora