17. Kassian

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Los ojos de Abelia siempre me recordaron a una tormenta

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Los ojos de Abelia siempre me recordaron a una tormenta. Cuando los miras, te invitan a bailar bajo la lluvia. Te persuaden para que dejes ir el paraguas y en lugar de protegerte, te dejes ver con todas tus virtudes y defectos bajo la luz de un relámpago y el sonido de los truenos, o mejor dicho, el reflector que la sociedad apunta hacia ti y los susurros de cada persona dispuesta a criticar. Si solo te concentras en la lluvia, en permitir que el agua limpie tu vergüenza y veas un rayo de felicidad entre las nubes, ni el relámpago o trueno más feroz podrá detenerte de ir hacia él.

-—Me está matando —admito.

—¿Qué cosa?

—Verte tan asustada.

Su sonrisa es triste. La tormenta que bordea sus pupilas se apacigua y la quietud resulta incierta. No sabes si se desatará un diluvio o será de un gris apagado para siempre.

—No es justo para ti saber esto. —Me quita la botella y hace lugar para dejarla entre nosotros, poniendo espacio y antes de hacerla girar—. Ni siquiera tendría que haberte invitado sabiendo lo que sientes por mí, mucho menos decirte que estoy embarazada. Soy tan horrible e irresponsable, insensible y...

La botella se detiene con la tapa en su dirección, como si concordara con sus palabras, así que la muevo con el índice hasta que me apunta a mí.

—Yo acepté venir. No eres horrible por no corresponder los sentimientos de cada persona que aparece en tu vida. Fuiste amable al invitarme, estar contigo un rato, aunque no sea de la forma en que suelo soñarlo algunas noches, es más que suficiente. No todo se reduce al amor, a veces solo queremos conocer ciertas personas sabiendo que tendremos solo es, y fue un placer conocerte. —Me encojo de hombro y vuelvo a arrastrar el índice. La tapa está en su dirección—. Es un placer estar contigo y haber descubierto tu secreto, porque en realidad no me dijiste, me enteré y otros lo harán pronto, y podré estar ahí. Te ayudaré si me dejas.

Niega la cabeza, pero no porque esté rechazando mi oferta.

—No lo entiendo. ¿Por qué quieres ser mi amigo? ¿Quién se busca amigos con problemas?

—Porque me gustas. No solo como chica con la que sueño por la noches, sino, y sobre todas las cosas, me gustas tú. La persona. Todos los amigos vienen con problemas, y es cómo actúan juntos ante los problemas lo que hace amigos a dos personas.

Asiente, pero no sonríe.

—¿Es que acaso no viste a Ramón? Es más fácil lidiar con una amiga embarazada que con su locura.

Esta vez sonríe un poco. Soy feliz de arreglar aunque sea algo pequeño.

—Sigo siendo una irresponsable.

—Tal vez. No sé cómo fueros las circunstancias y apreciaría que no me las dijeses, pero a veces dos personas se pueden cuidar y aún así hay un porcentaje de falla. Si eso pasó, no fueron irresponsables, solo tuvieron mala suerte. Si no fue así, la irresponsabilidad es obvia, pero no cambia el pasado. —Tomo la botella y la quito de nuestro camino para volver a estar hombro con hombro—. Si el error no se puede resolver, aprendes a convivir con él. —Miro su estómago.

—Se podría resolver, pero no quiero. Tampoco sé si quiero convivir con él. Tal vez se lo deje a otro que no lo trate como un error.

La gente sobre nosotros salta de las gradas con gritos eufóricos, anunciando otra anotación. Bajo ellos, en la penumbra, nos sostenemos la mirada sin decir nada, porque hay días que tienen límites de palabras.

Quiero abrazarla, pero no lo hago.

Quiere abrazarme, pero no lo hace.

En el fondo, ambos queremos retroceder el tiempo, pero la vida no lo hace.

Aprender a vivir en el presente a veces es más difícil que existir en el pasado o proyectando el futuro.

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora