6. Abelia

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—Ya conocen las reglas —recuerda papá, dejando los sándwiches sobre mi escritorio—

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—Ya conocen las reglas —recuerda papá, dejando los sándwiches sobre mi escritorio—. Puerta abierta, nada de música a todo volumen que pueda amortiguar sonidos de esa índole, y sin migajas en la alfombra porque no sé cómo diablos funciona la nueva aspiradora. Perdí las instrucciones.

Unas semanas atrás, me hubiera reído. Ahora solo asiento en respuesta. Ni siquiera tengo la suficiente fuerza para imaginar cómo reaccionará cuando le diga que esas reglas que repite siempre que Ralph viene a casa no sirvieron de nada. 

—En YouTube puedes encontrar instrucciones con video incluido. Es más fácil hacer algo cuando tienes a alguien a quien imitar —dice el chico a mi lado, haciendo que los ojos de mi padre brillen como si esa fuera la solución a todos sus problemas.

No creo que un video, en mi caso, haga retroceder el tiempo y me permita ver en dónde nos equivocamos.

—Tienes permitido dejar migajas, Ralphie. —Lo señala agradecido con su dedo índice.

Mi novio le entrega una sonrisa forzada. Odia ese apodo, y mi progenitor en parte se lo dice porque es consciente de eso.

—¿Y yo no? —Me cruzo de brazos.

—Tú no fuiste útil en esta situación, cariño. —Nos guiña un ojo y se va silbando escaleras abajo.

—Pero sí eres útil para otras cosas, no te preocupes. —Se inclina para alcanzar su mochila y me besa la mejilla de paso, ruidosa y prolongadamente.

—Ahórrate la saliva, Ralphie—Lo empujo para alejarlo y se ríe—. Comencemos con escritura creativa. ¿Ya sabes de qué quieres que trate tu historia?

—Sé de las cosas que no quiero que trate, ¿eso cuenta? —Arquea una ceja.

—Algo es algo. —Me encojo de hombros.

—En ese caso, quiero escribir sobre cosas reales. Nada de fantasía. No hombres lobos ni centauros, tampoco hadas o vampiros.

—Está bien, pero ¿por qué no quieres escribir sobre eso?

—Ambos sabemos que la fantasía no sirve para nada, Aba.

Es mi turno de reír.

—Estoy totalmente en desacuerdo. La fantasía ayuda a escapar de la realidad, estimula la imaginación, y en el caso del 70 % de los seres humanos, los hace venirse al menos una vez en la vida. Fantasear es la mejor fuente de entretenimiento. Es gratis, de lo único que requiere es de algunas neuronas haciendo sinap... ¿Qué estás escribiendo? —inquiero cuando agarra con rapidez hoja y lápiz.

—Mi historia para escritura creativa. Sé de lo que tratará.

—¿Y eso es...?

—De ti —responde con sencillez, levantando la vista con una sonrisa ladeada estampada en el rostro—. ¿De qué otra cosa iba a ser?

Entonces, noto el engaño. Nunca necesitó ayuda con la clase, solo era una excusa para pasar tiempo con el material de investigación, o sea yo.

—No hay muchas cosas que puedas decir sobre mí —le recuerdo.

No hasta que te cuente que estoy embarazada. Seguro que ahí seré interesante.

Puedo oírme en boca de toda la ciudad.

Puedo oír los insultos.

Puedo oír los murmullos.

Puedo oír los gritos.

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora