36. Ramón

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Estoy esperando en el vestuario vacío que aparezca Ralph

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Estoy esperando en el vestuario vacío que aparezca Ralph. Dijo que teníamos que hablar, así que inventaría una excusa en medio de su entrenamiento para venir a verme.

Aprovecho para acercarme a un espejo e inspeccionar el moretón en mi ojo. Por un segundo sonrío porque siempre le dije a Kassian que algún día golpearía a alguien. Él apostó cincuenta dólares a que jamás lo haría.

Mi sonrisa no tarda en decaer. No solo me quedé sin dinero, sino también sin amigo.

—Hey, te estaba buscando.

El reflejo de Sobb aparece en el espejo y me giro confundido, mirando en cada rincón por una señal de Ralph.

—¿No deberías estar en clase?

—Escuché que Ralph quería decirte algo aquí. Recuerdas que me siento detrás de ti en química, ¿no? —Se quita la gorra de lana y la retuerce entre sus manos, mordisqueando el piercing de su labio.

Niego con la cabeza. Apenas recuerdo mi nombre cuando Ralph está cerca.

—¿Olvidé algo en el aula?

Ea la única razón que encuentro para que venga a buscarme.

Se acerca tan rápido que debo aferrarme al lavamanos a mi espalda. No hay sentimiento descifrable en su rostro cuando levanto el mentón para sostenerle la mirada.

—Si vienes a advertirme que deje de recriminarte sobre no llamarme aquella vez, te recuerdo que dejé de hacerlo hace días. —Trago con fuerza, lo que me falta es otro golpe para que mis ojos queden morados a juego—. Ya no te molestaré. Entendí que fue cosa de una vez y te superé.

—Ese es el problema. —Baja la voz—. Yo a ti nunca te superé.

Sus dedos llegan a mi nuca y empuja de mi boca a la suya, pero solo llego a sentir un roce de su piercing antes de plantar las manos en su pecho y alejarlo de mí.

Sobb me mira sin entender y luego traslada la mirada a la puerta.

—Si te preocupa que alguien nos vea, ten por seguro que voy a poner en su lugar a cualquiera que haga un comentario estúpido.

Niego con la cabeza. Está malinterpretando todo.

—No es eso, es que... No te comprendo. ¿Te quieres acostar conmigo después de ignorarme por semanas?

—No, quiero estar contigo porque me gustas. Me gustas tanto que me confundes, por eso me alejé. Me gustas tanto que no dejé de practicar cómo disculparme frente al espejo de mi habitación por no haberte correspondido cuando debía. Me gustas tanto... —Inhala despacio, inflando el pecho bajo la chaqueta de cuero—. Me gustas tanto que quiero hacer las cosas bien contigo. Quiero invitarte a una cita y luego a otra. Quiero conocerte hasta que no quede ni una parte de ti que debas preocuparte en mostrar.

Nunca alguien se me había declarado. Con Ralph ni siquiera hablamos cuando entró al baño en la fiesta, y tampoco después. Jamás imaginé que Sobb sería la primera persona que lo hiciera, precisamente porque siempre me trató como si fuera un ligue de una noche.

—Yo también quiero todas esas cosas, pero no contigo —susurro.

Detesto ser testigo de cómo retrocede y su ceño se frunce para que el final de sus cejas decaiga. La esperanza se hace añicos en sus ojos.

—Lo siento mucho, pero me estoy viendo con alguien más y creo que tenemos futuro con esta persona.

Sus labios se separan para hablar, pero la puerta se abre revelando a un sudado Ralph con el casco bajo el brazo. Sobb no sospecha de Ralph porque aún es novio oficial de Abelia y cree que es hetero, así que niega con la cabeza y se va tan rápido que choca su hombro con el del quarterback sin querer.

Sin embargo, no fue lo suficiente rápido. Vi su mirada enrojecida y cristalizada.

—¿Qué fue eso? —indaga el recién llegado, aturdido.

Me giro y vuelvo a verme en el espejo. Abro el grifo y me lavo el rostro con cansancio. Me siento mal por Sobb, pero es lo que es.

No puedes forzar a nadie a estar contigo, mucho menos si uno de los involucrado ya está mentalmente con alguien más.

—Relaciones imposibles —contesto secándome la cara con una toalla.

Dios sabe de quién es. De seguro se limpiaron el trasero con ella, pero uno trabaja con lo que tiene.

—¿Tú de qué querías hablar? —indago cuando se sienta en una banca y apoya los codos en las rodillas.

—Curiosamente de relaciones imposibles también.

Cuando me mira sé que seré el próximo chico en salir del vestuario de chicos al borde de las lágrimas.

Una voz en mi cabeza se burla diciendo «Karma, perra».

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora