38. Abelia

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Kassian aprieta mi hombro en la sala de espera de la enfermería a pesar de que yo debería estar apretando el suyo

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Kassian aprieta mi hombro en la sala de espera de la enfermería a pesar de que yo debería estar apretando el suyo. Él fue el que salió lastimado.


Estamos sentados uno al lado del otro y Ramón está apoyado contra la pared contraria. Tiene las manos metidas en los bolsillos y la mirada en sus zapatos mientras esperamos que la enfermera termine de atender a Sam.

Tuve que rogarle al profesor de gimnasia que me dejara venir. En sí no estuve involucrada en la pelea, pero creo que me dio permiso para acompañar a los chicos porque no tuvo el valor, o más bien no vio correcto, preguntar si estaba embarazada de verdad o no.

—Abelia —dijo apartándome con voz suave de mis compañeros—. Creo que debes hablar con la enfermera. ¿Entiendes que no puedo dejarte seguir en esta clase hasta que ella confirme si estás...? —Buscó una palabra—. Apta. Apta para hacer ejercicios de este tipo. Si no lo estás, tanto ella como yo debemos comunicárselo al director.

Asentí y me alejé tan rápido como pude. Podía sentir todos los ojos en mi espalda.

Lisa Palacios y sus séquito se estaba regocijando con el chisme y jurando que ya lo sospechaban.

Estoy molesta e impotente. Era mi secreto. Ni siquiera pude contárselo a mi padre y ya estoy asustada de que lo escuche por alguien que no sea yo. Me arrebataron la decisión de escoger cómo lidiar con un problema.

¿Por qué la gente es tan poco empática? ¿Por qué lastiman si tienen la opción de no hacerlo con solo no comentar al respecto? Parece que todos disfrutan exponiendo secretos a la luz mientras los suyos queden en las sombras.

—¿Estás bien? —pregunta Kassian.

Niego con la cabeza.

—No, no estoy bien contigo convirtiéndote en algo que no eres solo para defenderme —susurro para que Ramón no me escuche, pero con el silencio que hay es probable que lo esté haciendo—. No quiero que vuelvas a golpear a nadie. Puedes salir lastimado de verdad.

—¿Y qué querías que hiciera? —espeta hasta dolido de mi reacción, dejando caer su mano—. Te llamó zorra.

—Me llamaron y llamarán de peores formas ahora que el rumor se esparció, pero eso no tiene que afectarte. 

—¡Eres mi amiga, por supuesto que me afecta!

Toco su rodillas para tranquilizarlo. Este Kassian no se parece al chico que me miraba con las orejas y mejillas sonrojadas y compartía la mitad de su sándwich de queso conmigo.

No es tan dulce. No es tan inocente. No es tan él.

El cielo de sus ojos es más oscuro. Sé que está triste y enojado por lo que sucedió con Ramón. Pelear con un amigo deja heridas difíciles de sanar.

Me siento culpable. De no ser por mí llegando a su vida tal vez seguirían conservando esa amistad de años. Aunque Ralph y Ramón tuvieran algo, no afectaría a Kassian como lo hace ahora que somos más cercanos.

Sin embargo, lo que más me carcome la conciencia es saber que me está usando como una excusa para descargar todo lo que siente. En cierta parte lo convertí en este chico molesto con todos que quiere ir dando golpes.

—Si quieres ser un buen amigo, no corras tras la gente que no lo es. Quédate conmigo la próxima vez. Ignoremos al mundo juntos, ¿sí?

La idea de que salga herido por defenderme no me gusta ni un poco. Este es mi problema y parece que estoy arrastrando a todos a él. Por supuesto que me afectan los insultos, pero si debo hacerle creer que puedo ignorarlos con tal de que deje de comportarse así, lo haré.

—¡¿Abelia?!

Me giro para encontrar a Ralph corriendo por el corredor en nuestra dirección.

—¿Estás bien? Me dijeron que hubo una pelea en el gimnasio y sé que tenías educación física. —Se arrodilla preocupado y agitado junto a mi silla y sus ojos escanean cada parte de mi cuerpo en la búsqueda de hematomas—. No quedaste metida en medio, ¿no? ¿Te empujaron? ¿Estás...?

—Estoy bien, en serio.

La alarma en su rostro se apacigua, pero no desaparece. Me toma la mano antes de que su mirada pase a Kassian, quien asiente en un gesto de que se encuentra bien cuando Ralph abre la boca para preguntar. Por último, sus ojos van a Ramón, quien aparta la mirada.

No ha dicho ni una palabra desde la bofetada que le dio a Sam. 

—¿Qué pasó? —inquiere mi ex.

—Se enteraron —respondo haciendo un ademán con el mentón a Ramón—. Adivina quién les habrá dicho.

Ralph suspira. Deja ir mi mano para ponerse de pie y pasarse ambas manos a través del cabello.

—En realidad, es mi culpa. Le pedí hablar a Ramón en el vestuario y Sam escuchó un trozo de la conversación cuando fue a buscar algo a su casillero. —Cierra los ojos con fuerza, como si tuviera una migraña—. Mierda. Me quedé paralizado y Ramón le pidió que no dijera nada. Quise creer que el idiota tendría algo de compasión y no lo haría porque somos compañeros de equipo, pero...

—¿Por eso le diste una bofetada? —interrumpe Kassian, clavando la mirada en la pared opuesta.

—Se lo merecía. —Ramón se encoge de hombros—. No solo por bocón. Me da igual que me odies, no voy a dejar que te anden desfigurando por ahí como si tuvieran el derecho.

Kass guarda silencio.

—Y por cierto, no solo se enteraron del embara... —sigue, pero Ralph lo corta con un gesto de la mano y una mirada de advertencia.

No pregunto qué más está en boca de todos porque ya puedo imaginarlo. Deben haberse enterado que Ralph, el quarterback y chico más popular de la escuela, es bisexual. Seguro creen que me engañó con Ramón y el karma lo llevó a que quedara embarazada. De mí probablemente empiecen a teorizar que a su vez le fui infiel con Kassian por cómo me defendió. A que a ponen en duda quién es el padre del bebé.

Seguro tienen un montón de apodos para nosotros cuatro ahora.

Con Ralph pasamos de ser la pareja perfecta a un blanco social. Kassian y Ramón se transformaron de chicos de perfil bajo a ser el centro de atención. A partir de ahora somos un cuarteto que alimentará los prejuicios y los chismes.

Genial. Lo que me faltaba.

Los cuatro nos miramos los unos a los otros y niego con la cabeza. 

¿Algo más que quieras arrojar en mi cara, querida vida? Porque me estás hartando de sorpresas. No importa si algunas me las busqué.

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora