34. Ralph

7.7K 2K 527
                                    

Abelia y Faith, equivalentes a Harry Potter y Voldemort, salen caminando juntas por las puertas dobles de la preparatoria

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abelia y Faith, equivalentes a Harry Potter y Voldemort, salen caminando juntas por las puertas dobles de la preparatoria.

Mis cejas se arquean con interés cuando llegan frente a mi camioneta y se despiden como si de repente fueran las versiones femeninas de Fred y George Weasley.

Antes de seguir con su camino, Faith se señala los ojos para dejarme saber que estará vigilándome. Es lo más desconcertador y terrorífico que presencié.

—¿El mundo está patas arriba o tú y Faith se están llevando como dos personas normales? —pregunto cuando se sube al asiento del copiloto.

Estamos en el estacionamiento de la escuela. Ya no quedan muchos coches alrededor y el sol de la tarde calienta los asientos de cuero a través del parabrisas.

—Te contestaré cuando me digas por qué demonios te fuiste a acostar con Ramón después de que te dije lo más importante que probablemente alguien puede decirte en esta vida —dice calmada.

Me estuve preparando para el interrogatorio porque sé que fui un imbécil.

—Lo siento.

—En su momento se ve que no lo hiciste.

Me giro en el asiento para enfrentarla y bajo la canción de la radio.

—Al principio sí me gustabas de forma romántica. No hubiera estado contigo de no ser así. Te quiero y siempre te querré porque fuiste mi primer amor, pero hace unos meses tuve un encuentro aleatorio con Ramón. Luego otro, y otro más. —Sus ojos se amplían y levanto las manos antes de que se le ocurra lanzarme un golpe—. ¡No te engañé! Era algo inocente. A él lo molestaban porque le gustaban los chicos. Sabes lo homofóbicos que pueden actuar algunos aunque no piensen así, por no hablar de los que de verdad lo son, sobre todo en esta sociedad de machos.

Su mirada se suaviza.

—Empecé a sentir cosas. Las quise negar, pero cada vez que cruzábamos aunque sea una mirada, mi corazón se iba volando. Debería habértelo dicho hace tiempo, pero quería estar seguro de que me gustaba antes de lanzar por la borda nuestra relación de hace años. Ahora sé que eso no fue justo para ti.

—¿Cuándo te diste cuesta?

—La última vez que tuvimos sexo.

A pesar de que intenta mantenerse seria, su amarga risa hace eco en el interior del coche. Reconozco que es irónico; cuando me decido a terminar con ella, queda embarazada.

—¿Pensabas romper conmigo?

—Sí, pero quería esperar a que pase tu cumpleaños. Dijiste que este año querías celebrarlo con tu papá y conmigo yendo a Nueva York a ver a esos raros parientes que tienen.

Una pequeña sonrisa de nostalgia tira de sus labios al pensar en ellos.

—Había olvidado eso. Mi cumpleaños es en dos días.

Asiento.

—Cuando me dijiste lo del bebé, me sentí aturdido. Te confesé que me gustaban los chicos y corrí a buscar a Ramón porque en mi cabeza esa sería la primera y última oportunidad para confesarle lo que sentía y estar con él.

—Al menos podrías haber esperado a que habláramos un poco más. Me dejaste tirada.

No creo ser capaz de verbalizar la culpa que siento, pero hago el intento.

—Cuando lo habláramos, sería real. No dejaría de pensar en eso. Nuestros mundo se reduciría a esto. —Señalo su estómago—. Fue egoísta, pero quise tener una noche para pensar y sentir solo a Ramón, porque me había convencido de no hacerlo por mucho tiempo. Reprimí mis sentimientos y exploté cuando no debía.

—¿Y por qué esa desesperación? No es como si no pudieran tener una relación. Un bebé no te impide tener una vida, Ralph.

—No, pero a ti sí. Un niño es alguien indefenso e inútil en todos los sentimdos de la palabra técnica. —Vuelvo a levantar las manos cuando me observa ofendida—. ¡Quise decir que no puede hacer nada por su cuenta! Si no lo atiendes, literal que se puede morir. Es un trabajo de veinticuatro horas que tú asumirías, pero yo también ayudé a crearlo. Es mi deber. Quiero ser consumido por él o ella igual que tú, Abelia. Eso significa que no tendré tiempo para construir y mantener una relación con alguien más cuando ya tengo que hacerlo con un hijo, sumado a que voy a tener que trabajar más y aún estudiar si quiero graduarme.

Ladea la cabeza y estudia mi rostro unos segundos, procesando mis palabras. Quiero que entienda que no me fui por maldad, sino anhelando un último segundo de libertad. Fui un idiota, sí, pero dejaré de serlo justo ahora.

—Asumes que nos vamos a quedar con él o ella.

—No lo asumo, lo sé.

—¿Cómo?

Tomo su mano.

—Porque te conozco, ¿o estoy equivocado?

Me da un apretón, afirmando que estoy en lo correcto.

—Te quiero. Fui un novio que apestó bastante al final de la relación, pero si me das una oportunidad, me gustaría probarte lo buen amigo que puedo ser. Estamos en esto juntos y prometo que nunca dejaré caer todo el peso de esta realidad sobre ti nunca más. Lo compartiremos. Así que... ¿Me perdonas?

No estoy preparado para una mierda. Lo reconozco, pero también reconozco mi incapacidad para alejarme. No seré ningún cobarde irresponsable, y aunque no tengo ni la menor idea de lo que significa ser padre y estos últimos días no he podido dormir del miedo y la ansiedad, estoy dispuesto a sacrificarlo todo para averiguarlo ahora.

De nada sirve enojarse o llorar por haber cometido un desliz. Los errores son importantes, pero más aún lo es lo que haces después de ellos.

—Te perdono. Espero que después de esta aventura puedes embarcarte en una con Ramón, cuando sea el tiempo correcto.

La sinceridad en su voz me hace tragar con fuerza. Tiene derecho a maldecirme durante los nueve meses de embarazo, pero aún así piensa en mi felicidad.

—Vamos una aventura a la vez, Abe. Sobre todo con esta. —Suspiro viendo su abdomen—. Porque no sabemos cómo llegar a donde hay que hacerlo.

En un acuerdo silencio, volvemos a ser un equipo.

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora