3. Kassian

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Admiro a las personas que se atreven a jugar con su físico: un tatuaje aquí, otro allá, perforación en el ombligo el lunes, un lado de la cabeza rapado en agosto, trenzas africanas con cuencas multicolores o el vello corporal teñido de rosa

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Admiro a las personas que se atreven a jugar con su físico: un tatuaje aquí, otro allá, perforación en el ombligo el lunes, un lado de la cabeza rapado en agosto, trenzas africanas con cuencas multicolores o el vello corporal teñido de rosa. Yo siempre fui alguien que le tuvo desconfianza a los cambios, incluso a los pequeños. Siempre intenté no resaltar.  A veces me pregunto si no quiero hacerlo porque no tengo gusto por lo llamativo o si es por temor a lo que viene después de hacerlo: malas miradas y críticas, el enemigo de cualquiera cuya autoestima pueda llegar a flaquear.

Soy consciente de que a veces la imagen exterior es para cubrir algo más, pero esas personas que se muestran como quieren sin importar las opiniones... bueno, me gustan mucho. Me encantan.

Es una de las razones por la que Abelia encabeza mi lista.

Recuerdo que, cuando apenas teníamos trece, un día llegó a clase con una pollera y calentadores azules en las pantorrillas. Faith se burló de ella y dijo que los calentadores, además de pasados de moda, debían usarse en invierno. Abelia le sonrió —incluso en esa época donde sus paletas estaban separadas, tenía, a mi gusto, la sonrisa más rara y linda del aula—, y le preguntó dónde estaba escrito que los calentadores solo debían usarse cuando hacía mucho frío. Faith le dijo que era cuestión de usar la cabeza, a lo que ella le preguntó de la nada cuál era la raíz de 485. 

Faith se quedó de piedra.

 ¿Qué tiene que ver eso con esto? —Dijo molesta.

—Si todo es cuestión de usar la cabeza, sabrías la respuesta.

—No importa si no sé la respuesta, hay una por lógica —contestó.

—Tienes razón —aceptó Abelia, haciendo que la niña sonriera con autosuficiencia, aunque no le duró mucho en cuanto añadió:— Pero los números son cosas exactas, nosotros no. Es cuestión de usar la cabeza, Faith. Déjame en paz y ve a estudiar matemática que tenemos examen mañana y burlándote de mí no vas a aprobar. No vas bien encaminada, por cierto.

Fue una conversación inolvidable, la escribí en mi CDR, pero ni Ramón sabe de eso. Mi caja de recuerdos, una vieja caja de zapatos que le robé a mi mamá, atesora dentro una serie de objetos, cartas y actualizaciones de toda mi trayectoria de vida desde que tengo siete. De vez en cuando me gusta abrirla y revolver recuerdos. Me ayuda a poner en perspectiva las cosas.

La cuestión es que Abelia, desde ese día, empezó a usar lo que le apetecía para vestir. Se notó el cambio, sobre todo cuando después del verano que cumplió quince llegó con el cabello de púrpura.

Hasta el día de hoy lo lleva así, y por eso es tan fácil reconocerla cuando pasa apurada por el corredor. La veo a través de la puerta abierta y le doy un golpe a Ramón, llamando su atención.

—¿Por qué corría? —Frunzo el ceño.

—Porque llega tarde a clase, se está haciendo pis, llegó su período o se está entrenando para una maratón expone las posibilidades.

Tiene clase en el primer piso, no en el segundo. Lo sé porque siempre me la cruzo cuando bajo la escalera. No creo que tenga ganas de ir al baño, en todo caso hubiera ido al de la planta baja o el piso anterior, lo mismo con el período. ¿Maratón? Ella es porrista. Está en forma. Corre siempre en la pista de atletismo... Dios, puedo escuchar a Ramón llamándome acosador en mi conciencia, pero todos estos son datos recopilados de forma casual con el tiempo. 

—Ya vengo —informo, bajando de la silla.

—¿Vas por más comida? 

A él jamás se le cruzaría por la cabeza que daría un paso voluntariamente hacia ella.

—Te comiste todo lo que teníamos, claro que necesitamos más.

Agarro mi billetera y salgo del aula, yendo directo a la máquina expendedora, pero con los ojos puestos en la puerta al final de pasillo. Sé que puede ser algo patético, pero a veces busco que me vea aunque sea por un segundo. No sé con qué propósito, pero tengo la necesidad de intentar lograr un encuentro casual que al final no es tan casual dado que tengo la intención de hacer que pase.

Tal vez sí soy algo acosador después de todo.

Lo que grito para tenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora